
Un gran clásico que el Real Madrid decidió en la segunda mitad. El 3-1 sobre el Barcelona es un reflejo de la superioridad blanca. Y eso que el Barça se adelantó en el marcador en el minuto cuatro. Luis Suárez recibió en la derecha libre de marca, Marcelo le observa y el uruguayo cruza el balón a la banda contraria para Neymar. Carvajal cede espacio y le ve pasar mientras un alocado Pepe llega tarde a la cobertura de su lateral. Neymar la enchufa por el palo largo. A partir de ese momento Marcelo y Carvajal se crecen, sobre todo el primero. Nuestro central se descompone (hasta que cabecea el 2-1 en el 49). Intenta varios pases en largo, no acierta en ninguno. Falla en un par de despejes. Era el único jugador blanco que desentonaba en esos momentos. Porque lo peor que le pudo pasar a los culés fue marcar primero y tan pronto. Propiciaron el vendaval blanco. Cabrearon a la bestia. Hubo unos diez minutos en los que se sucedieron las ocasiones locales, incluyendo dos palos de Benzema en la misma jugada. También es cierto que Messi tuvo el 0-2 en un remate a bocajarro en el área chica. Apareció el santo, en la primera de sus dos grandes intervenciones (la otra fue un vuelo en la segunda mitad a un trallazo de Mathieu, quien rememoró sus tiempos de lateral izquierdo).
Capeado el temporal Xavi e Iniesta se hicieron con el mando del ritmo del partido. El resultado jugaba a su favor. Un error de Piqué, tras una gran internada de Marcelo (una de las muchas con las que nos deleitó), propicia el penalti que transforma Cristiano Ronaldo. 1-1 en el 34.
Se llega empatados al descanso. Los comentarios en nuestra zona versan sobre la gran primera parte que acabábamos de disfrutar. Me preguntan qué cómo lo veo y comento que a Bravo siempre le goleamos en casa, que los años y el estado físico de Iniesta y Xavi les acabará pasando factura. Me cuentan que en la radio –Carrusel Deportivo de Jesús Gallego en la SER– estaban diciendo eso mismo sobre la edad y condición física de los centrocampistas blaugranas. Añado ahora que además Busquets no está atravesando su mejor momento y si falla el ancla la nave pierde la posición. En la previa escribía «pienso que por primera vez el medio campo blanco es superior al azulgrana«. Así fue. Además la linea de cuatro de Ancelotti mostró sus dos caras: control tocando y velocidad a la contra (así llego el tercer gol).
La segunda parte fue blanca. A los cuatro minutos de la reanudación Pepe puso el 2-1 en un saque de esquina de Kroos. Curiosamente si el gol en contra (0-1) le sirvió al Madrid para levantarse al Barça le sucedió lo opuesto al encajar el 2-1 en el mismo minuto, pero de la segunda mitad. Se vinieron abajo con los agravantes de la lesión de Iniesta (71) y la forma en la que se produjo el 3-1 (m. 61) que sentenciaba la contienda. Luis Enrique cambió a Xavi por Rakitic cuando iban a sacar un córner. El catalán había perdido protagonismo y no se imponía al rodillo que formaban Kroos y Modric. Iniesta se las veía y deseaba por oxigenar. Se rompió. Messi ya no bajaba a ayudar como en la primera mitad. Lo raro fue que Rakitic también sustituyó a Xavi a la hora de lanzar desde la esquina. Era el primer balón que tocaba. No le salió bien. James despejó largo y hacia la banda. Isco en las inmediaciones de la divisoria de ambos campos se hace con el esférico entre Iniesta y Mascherano (el mejor del Barça, junto a Mathieu, y un muro para los remates merengues). Parecía imposible. Avanza por la izquierda y conecta con CR7, quien venía lanzado por el centro. El portugués abre a la derecha. Benzema deja pasar el centro y la pelota llega a ¡James! El colombiano había empezado la jugada despejando en su propia área. Y la concluía con una asistencia a Benzema. ¡Qué gran noticia que el francés se haya reencontrado con el gol!
Isco y James volvieron a estar sensacionales. Messi y Cristiano no brillaron. El argentino pudo marcar y no lo hizo. Se le apareció Casillas. Ronaldo transformó la pena máxima. No remató tanto como es habitual en él y buscó más a los compañeros. Si a veces se le ha criticado por egoísta ayer habría que hacerlo por lo contrario.
La euforia era, y es, total. Hay motivos para ello. Acabada la tercera jornada estábamos a seis puntos del Barça y habíamos perdido contra el Atlético de Madrid en el Bernabéu. Seis jornadas después hemos recortado la diferencia a un solo punto (el Atleti con un partido menos está cuatros puntos por detrás).
Finalizado el encuentro eché de menos un cántico en la grada: ¡Zarra, Zarra, Zarra!
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