Florentino Pérez va a dejar niquelado el jardín mientras el equipo se ahoga en su piscina. Es el precio a pagar por no fichar goleadores. Más aún cuando le has enseñado la puerta al máximo anotador de la historia del club. Y de paso nos sube descaradamente los abonos para la reforma del jardín y sus instalaciones, pero no para invertir en cracks.
Las especulaciones sobre la presencia de Bale en el once titular fueron eso: especulaciones. Sin ninguna fundamento ni base. Globos mediáticos para atraer clics, vender prensa e incrementar audiencias. Nada nuevo bajo el sol. Lanzamos el bulo y el público igual pica. Solari presentó el equipo que debía, sin Marcelo ni Bale. Parece que aprende de los errores (me refiero concretamente al último día del Girona).
Valverde por su parte reforzó la banda por donde opera Vinicius con Sergi Roberto (en el medio campo) y Semedo (en el lateral). Habíamos leído en la prensa barcelonesa sobre esto y se confirmó (al contrario que las adivinaciones madrileñas). Y revelan la importancia del extremo brasileño en este Real Madrid (de hecho fue el mejor en la ida) y pone de relieve, más aún, el garrafal error de dejarle en el banquillo frente al Girona. Por otra parte la presencia de Sergi Roberto también reforzaba la linea centrocampista culé y asumo que buscaba aprovechar la aparente debilidad defensiva de Vinicius y atacar en superioridad numérica por el flanco de Reguilón.
Con 0-0 el Madrid estaba clasificado. Así que era el Barcelona quien debía exponer. Precisaban anotar un gol.
Los blancos salieron como en la ida en el Camp Nou: presionando arriba, provocando el robo del balón. Una arrancada de Messi en el minuto siete, con pase en profundidad a Dembélé acabó en córner. A partir de ahí hubo unos minutos en los que el Barça se sacudió la presión blanca. Coincidió con los minutos en los que Modric se oscureció. Cuando el croata volvió a brillar el Madrid retomó el mando del encuentro.
Casemiro cortaba los avances blaugranas, donde tan solo las intermitentes apariciones de Messi aportaban sentido al juego culé. Siempre buscaba a Dembélé. Fue lo mejor del argentino: vio claro que el encuentro estaba a la medida de Dembélé (o de Vinicius). Por tanto leyó el partido a la perfección (aunque no brillase en su juego).
El primer disparo de ambos equipos fue en el minuto 18, de Vinicius (se fue alta).
Dos cortes de Casemiro, seguidos de dos pases en profundidad, generaron las dos ocasiones más claras: en ambas el protagonista fue Vinicius. En la primera Ter Stegen rechaza su remate; el rebote le llega a Lucas Vázquez quien con su pierna mala, la zurda, no puede ajustar el disparo. Y en la segunda, el brasileño se escora hacia la izquierda, pierde posición de remate y le pasa a Benzema, solo, quien controla regular porque el chut le queda para la pierna izquierda y le sale flojo, sin dificultades para el portero.
El 0-0 al descanso me dejó la impresión, al igual que en la ida, que le habíamos perdonado la vida al rival. No habíamos visto al mejor Barça en Barcelona ni en la primera mitad. Seguían vivos (a pesar del 0-0 que en principio les eliminaba). Y luego está la jugada polémica del penalti de Semedo sobre Vinicius. Tan discutible pitarlo como no hacerlo.
El Barça no remató en toda la primera parte. El primero fue un cabezazo de Piqué en el 4 de la segunda parte. Un minuto después llegaba el 0-1. Obra de Luis Suárez tras un jugadón de Dembélé, superando a Carvajal. El uruguayo se adelantó a un blando Sergio Ramos y anotó. El 0-2 también nació de las piernas de Dembélé, pero por la otra banda. Keylor Navas falló lamentablemente: se quedó a media salida, la pelota atravesó el área chica y entre Suárez y Varane la empujaron. En las repeticiones vimos que era autogol. El 0-3 fue de penalti: marcó Suárez a quien Casemiro había pisado y frenado al verse superado.
Este 0-3 es la confirmación de la debacle del Florentinato. La pita del sabado, otra vez contra el Barça, debería ser monumental.
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...