
El empate, 1-1, del Real Madrid ante el Valladolid, en el debut liguero en el Bernabéu, es un pinchazo en toda regla. Y más por la forma en que se produjo. Tras el golazo de Benzema en el 82 parecía que todo el pescado ya estaba vendido. Porque este 1-0 llegó cuando mejor estaba el Valladolid. Y acababan de fallar un tanto a puerta vacía (Sergi Guardiola le quitó el gol a Enes Ünal). Se supone que estas cosas hunden a cualquiera. Pero no fue así. El Madrid no supo administrar la ventaja, tirar de oficio y jugar con el reloj. Una perdida de Kroos en el centro del campo (min. 87) nos dejó con las vergüenzas al aire: un equipo partido con jugadores mal colocados. Anuar, tras la perdida, arrancó metiendo una velocidad extra. La contra fue de libro. Iba acompañado por dos compañeros, una en cada banda. Eligió el pase al de su izquierda. Esta vez Guardiola acertó y batió a Courtois, quien salió a la desesperada. 1-1. Un jarro de agua fría. Suponía volver a las andadas, las de la temporada pasada y las de esta pretemporada. Zidane en rueda de prensa lo definió muy bien: «Podemos perder el balón, pero no la colocación».
Zizou salió con un 4-1-4-1 con Casemiro de pivote y Benzema en la punta de ataque. Bale, por la derecha, e Isco, por la izquierda, ocupaban las bandas. Kross y James completaban la linea de cuatro centrocampistas.
La nota positiva de la primera mitad fue que el galés fue el mejor. Le metía velocidad y profundidad al juego. Hoy por hoy al fútbol se sigue jugando a base de correr, con y sin balón. Preferentemente más que el rival. Lo digo por Isco, la nota negativa del partido (además del resultado). Su partido fue penoso. Salvo una jugada en el 37, en el que robó el esférico y salió corriendo al contraataque. Todo lo demás que hizo favoreció al rival: malos pases, virguerías individuales que no conducían a nada salvo ralentizar el juego (el rival aprovechaba para reagruparse) y una alarmante falta de visión de juego. Algunos dirán que esa no es su posición. De acuerdo. Pero a un jugador de su calidad se le exige más. James dio más de si que el malagueño. Corrió, lo intentó, remató con intención. Se le vio con ganas. A Isco en cambio le pesaba la indolencia y los kilos de más…
Cuando Zidane cambió a James, en el 56, en mi zona del campo nos miramos con estupor. Isco era el cambio cantado. El mister comentó tras el partido que la sustitución vino porque el colombiano estaba (ligeramente) tocado. Entró Vinicius. No dio una a derechas. Ni desde la derecha ni desde la izquierda (se cambió de banda cuando apareció Lucas Vázquez por Benzema, tocado, y con 1-1 en el marcador; Bale no pareció atender al planteamiento del brasileño). El árbitro le perdonó una amarilla por un piscinazo. Dos perdidas suyas originaron dos contras muy peligrosas de los pucelanos.
El bajón de Bale en los segundos 45 minutos arrastró al equipo. Perdimos velocidad y profundidad. ¿Influyó su pase a la banda izquierda? En la primera mitad jugó por la derecha.
Lo más preocupante de la primera parte madridista fue la destacada actuación de Sergio Ramos. Estuvo imperial al corte, interceptando y abortando las jugadas de peligro del Valladolid. Que uno de tus centrales destaque, en casa, a lo largo de todo el encuentro nunca es buena señal (tampoco lo es cuando es tu portero el destacado).
¿Cuándo los medios dicen que el Madrid hizo una buena primera parte a qué se refieren? ¿A Sergio Ramos? ¿O a Bale y algunas cosas de James y Benzema? En la primera parte dominamos al Valladolid pero oportunidades claras tuvimos más bien pocas. Un par del galés y otra del colombiano. En la segunda mitad en la que el equipo estuvo mal, la mejor ocasión fue de Jovic (salió por Isco en el 67): en su primer (y único remate) estrelló la pelota en la escuadra. Gran cabezazo que mereció mejor suerte.
Si en la primera mitad la disposición táctica parecía clara, en la segunda, a medida que avanzaba el tiempo, se cayó en el desorden. Producto de los cambios, incluido el galimatías de Bale y Vinicius por la misma banda (la izquierda). Y también fruto de la desesperación, al ver que el tiempo pasaba y el gol no llegaba. Cada uno hacía la guerra por su cuenta. Kross y Case intentaban poner orden. Ardua tarea en la que no encontraron apoyos de sus compañeros ni acierto de los mismos en la continuidad. Por eso el balsámico gol de Benzema debió de haber sido suficiente. El Madrid no supo tirar de oficio y dejó escapar dos puntos… Nos fuimos del Bernabéu con mal sabor de boca, cabreados y sin almohadillas (ayer no las hubo en el estadio: ¿presagio de lo que iba a acontecer y medida preventiva para impedir su lanzamiento a la finalización del partido). El próximo fin de semana vamos a Villareal.
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