Una de los cosas que sorprenden de Venecia es la ausencia de coches. Las calles o son peatonales o son canales. En este ramillete de fotos verán algunas paradas de los vaporettos, el transporte público veneciano por excelencia (una especie de autobús acuático), el interior del ferry de Alilaguna (cubre el trayecto del aeropuerto a Venecia) y las vistas desde el vaporetto.
Los oídos sensibles notan rápidamente la ausencia de los ruidos asociados al trafico de los automóviles, camionetas, furgonetas, motos, etc. Otros tardan más tiempo. Y los más duros de oído nos llevamos el shock al llegar de vuelta a nuestros puntos de origen. En mi caso más que por lo acústico fue por el ritmo y la velocidad. Nos habíamos hecho a la cadencia de los paseos a pie o en vaporetto. Pero al recoger el coche del parking del aeropuerto de Barajas me asustó la velocidad a la que circulaban los coches. Nos pasaban como una exhalación. Incluso por la derecha (cuando íbamos por el carril de en medio). La Mundana y un servidor compartimos la misma sensación. Lo cual me alivió bastante. No estaba solo. Tardé en acostumbrarme. Mientras, coches y furgonetas, silbaban veloces mientras me adelantaban a izquierda y derecha.
El vaporetto que cruza el Gran Canal, la línea 1, es espectacular. Al igual que la llegada a la zona de la Plaza de San Marcos.
De todas las embarcaciones las góndolas son las que se asocian automáticamente a Venecia.
No voy a descubrir a estas alturas el encanto y fascinación que han producido los canales venecianos a lo largo de los siglos. Así que me limito a un ¡viva el vaporetto!