Sigue la racha de España: afrontamos una nueva final, la cuarta (2 Eurocopas, 1 Mundial y la del próximo domingo). En este ciclo solo hemos fallado a una cita. Fue en la pasada Copa Confederaciones. Donde antes no pasábamos de cuartos o caíamos en los penaltis ahora somos fijos en semifinales (5 consecutivas) y eliminamos a los rivales desde el punto de penalti. Anoche se lanzaron 14. Se transformaron todos hasta que llegamos al decimotercero. Bonucci lo mandó fuera. Jesús Navas acertó con el suyo y nos llevamos la clasificación (7-6).
El partido y la prorroga acabaron a cero. Hubo ocasiones para ambos equipos. En la primera mitad, dominada por los transalpinos, Casillas se encargó de mantener su portería imbatida. Nuestros desaciertos y una pizca de mala suerte más Buffon impidieron que marcásemos. Los palos también influyeron (uno por cada equipo).
Italia varió su sistema defensivo. Habían encajado demasiado goles en los tres partidos anteriores. Supongo que también les pesarían los dos partidos de la última Eurocopa (el inaugural y la goleada que encajaron en la final). Así que cambiaron la defensa y volvieron a jugar con tres centrales (como en el encuentro inicial de la Eurocopa que acabó en empate).La Roja fue de menos a más. Los de Del Bosque fueron sorprendidos por el planteamiento de Prandelli. Le buscaron la espalda a Jordi Alba, quien se vio desbordado. Tampoco tuvo ayuda de los jugadores de banda (Pedro y Silva) ni de Busquets. Maggio el lateral derecho fue una pesadilla. Sergio Ramos y Gerard Piqué se multiplicaban y achicaban como dos colosos. Nuestro medio campo no funcionaba salvo por el de siempre, Andrés Iniesta. Xavi sufría, no se hacía con el partido. Aunque un par de pases le dieron un toque de atención a los azzurri (ayer de blanco). Un problema añadido en estos primeros 45 minutos era la falta de remate. Tan solo recuerdo dos disparos fuera: uno de Pedro mediada la primera parte y otro de Fernando Torres a unos diez minutos del final (marró una gran oportunidad que se fabricó él mismo). Lo mejor fue irse al descanso con 0-0.
La reanudación ya empezó a tomar otro color. En el 48 llegó nuestro primer chut en una internada de Iniesta. La maquinaria comenzaba a funcionar porque el manchego se echó al equipo encima. Y detrás Ramos y Piqué no solo se imponían sino que tenían arrestos para sacar la pelota con criterio y se incorporaban al ataque. Mucho de nuestro peligro venia de sus remates. De hecho creo que Piqué fue el futbolista que más disparó del partido y quien disfrutó de más oportunidades.
El calor y los 34 años de Pirlo seguro que fueron un handicap para nuestros rivales. Estas cosas no se ven bien en la tele. En el campo son obvias. Pero en algunos planos veíamos al crack italiano andando. Eso sí sus pases estaban llenos de intención: abría el juego a las bandas y buscaba profundidad. A medida que avanzaba el tiempo nuestro mediocampo controlaba el ritmo del encuentro. Las oportunidades se sucedían pero no el gol no llegaba.
La prorroga fue claramente española. Aunque seguíamos sin marcar. Fue el primer partido del torneo en el que Italia no encajó ningún gol.
La final contra Brasil es la deseada por todos. El enfrentamiento que esperamos desde hace tiempo y más aún teniendo en cuenta este maravilloso ciclo que vive el fútbol nacional. Los más viejos del lugar recordamos esos goles fallados (Cardeñosa) o fantasmas (Michel). Y no puede haber un escenario mejor que el remozado Maracaná.