El milagro de Rafa Nadal se completó de la forma más dramática posible: en cinco sets y tras perder los dos primeros. La remontada para conseguir su Grand Slam número 21 fue épica. Como todo lo acontecido antes de llegar a este Open de Australia. No les voy a contar el partido, tan solo el resultado, porque ya lo habrán visto en todas partes. Por mi parte no supe el desenlace hasta las 20:40 más o menos.
Ayer por la mañana salí de casa rumbo al Auditorio Nacional con 2-2 en el primer set. Dejé el partido grabando. Terminado el concierto (maravilloso en su totalidad, con obras de Turina -nieto-, Prokofiev y Shostakovich), nos dirigimos a nuestro habitual aperitivo. Dada la hora, sobre las 13:45, las mesas al sol estaban llenas. Pensé para mis adentros que mejor, porque seguro que los músicos de la Orquesta Nacional que frecuentan La Quinta comentarían el resultado. Nos acercamos a un local de al lado (marroquí o árabe). Asumo que supondrán que no tenía el teléfono encendido. Poco después de las 15:00 horas llegamos a casa. Comimos y calculé que de haberse jugado cinco sets ya estarían finalizados. O a punto. Comprobé el menú de grabaciones y efectivamente estaba disponible para su visionado.
Arrancamos desde el 2-2 del primer set. Sufrimos viendo como Nadal se desplomaba y perdía 6-2. Medvedev ganó cinco juegos seguidos, desde el empate a dos hasta el sexto con el que cerró la manga. Sufrimos mucho más aún cuando Nadal desaprovechó la ventaja para ganar el segundo set e igualar el partido. Lo perdió en el tie break, tras un buen arranque en el que logró una rotura de servicio. Un set tan largo y dispar suele ser un arma moral para quien se impone. Y desmoralizador para quien lo pierde y más si se le ha escapado el triunfo. Pero Rafa Nadal está hecho de otra pasta. Se sobrepuso a las dificultades en su juego de las dos primeras mangas y a los altibajos del tercer set, que acabó ganando 6-4. El cuarto era vital. Ganar era la tabla de salvación para poder seguir aspirando a ganar su segundo Open de Australia, en su sexta final. Y en este cuarto set comenzó nuestro drama. Con 2-2 la grabación se terminó. Eurosport había previsto 4 horas y 25 minutos de transmisión. Ellos siguieron emitiendo el partido en directo, mas nadie se molestó en cambiar los parámetros de su programación. 2-2 en el cuarto set y nos quedamos a dos velas. Acudí rápido al menú de los últimos programas emitidos y ahí estaba la final. Seleccioné y busqué el momento donde se había interrumpido mi grabación. Volvió a suceder lo mismo. Se paraba a las 4 horas y 25 minutos. Sobra decir que estábamos desesperados. Busqué en la guía de TV y descubrí que el segundo canal de Eurosport estaba emitiendo un resumen. Terminaba a las 19:00. Lo puse a grabar. Y seguimos incomunicados y esperando que dieran las siete de la tarde para empezar a ver el resumen.
La primera media hora del resumen la pasé fastforwardeando. Arrancaba con el final de una retransmisión de ciclismo, seguía con anuncios y momentos estelares de retransmisiones previas de ciclismo, billar y esquí. Cuando finalmente se pusieron a la final de Australia comenzaron con los sextos puntos del tercer y cuarto set. Ambos ganados por 6-4. En nuestro caso saltábamos de un 2-2 del cuarto al 5-4 previo al 6-4 final. Menos mal que el quinto y definitivo lo pusieron entero.
A la emoción e incertidumbre del partido se unió esta circunstancia. Mereció la pena. Porque ganó Rafa Nadal 7-5, tras desaprovechar un servicio para ganar y posteriormente romper el del ruso. Le comenté a La Mundana la primera vez que Nadal no desaprovecha las ocasiones. Me equivoqué. Cuando volvió a sacar para ganar dije que había malgastado la primera bala y que era imposible que volviese a hacerlo. Así fue. El 7-5 de este quinto set era el broche de oro a un partidazo. En el que Nadal se consagró como el tenista que más Grand Slams ha ganado de la historia.