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Primera matinal de la temporada

Programa

Esta mañana inauguramos nuestra temporada de matinales en el Auditorio Nacional. Era el último concierto de los tres del primer Ciclo Sinfónico. De los tres conciertos el del domingo por la mañana es el más barato. Y además disfrutamos del descuento por mayores.

Se interpretaron dos obras: el «Requiem» de György Ligeti y la «Sinfonía alpina» de Richard Strauss.

Lo de Ligeti se me atravesó (más bien se nos atravesó). La introducción, muy bajita, se hizo muy larga. Resultó ser el primer movimiento. A los cinco minutos ya estaba mirando el reloj. Y esto nunca es buena señal. Sinceramente, los compositores del siglo XX no son de mi agrado. Los llamados autores de música contemporánea (los posdecadofónicos) no forman parte de mi club de músicas del siglo XX. En cuyo panteón están los diversos géneros de músicas populares, algunas de las cuales han evolucionado hacia el jazz o el rock progresivo. No veo a Miles Davis, John Coltrane, King Crimson o Pink Floyd -por poner unos pocos ejemplos-, derivando a este tostón de Ligeti. Como nota positiva, salvando la exageración de contar con tres coros, las dos cantantes: la soprano Jenny Daviet y la mezzosoprano Barbara Kozelj. Ambas estuvieron espléndidas y sus partes no eran sencillas.

La última sinfonía compuesta por Strauss (no relacionado con la dinastía Strauss, la de los valses) fue otra cosa. Desde el principio, que también empezó bajito mas no se eternizó. Dando paso a un brillante crescendo, del que emergió una inspiradisima melodía que nos introdujo a esta excursión sonora por los Alpes. El último crescendo también representó otro punto álgido. En este caso el movimiento «Temporal y tormenta» dio paso a unos bellos pasajes calmos, tranquilos. Como aquel refrán de Tras la tempestad viene la calma. Curiosamente el movimiento anterior al crescendo se llama «Calma antes de la tormenta«.

maquina de viento

En la obra de Strauss vi por primera vez un instrumento llamado máquina del viento (también conocido como eolífono). Se trata de algo parecido a un tambor cubierto por una tela de algodón. Produce un sonido que emula el viento cuando el tambor gira, gracias a una manivela que opera el músico. No tenía ni idea de lo que era. Así que tomando el ya clásico blanco y la ración de rabas pregunté a los músicos que también frecuentan La Quinta (en la esquina de las calles Suero de Quiñones y García de Luna). Quien me respondió me indicó que se usaba en el teatro del siglo XVII y los músicos lo incorporaron posteriormente. Ya en casa vi que proviene del teatro clásico griego y que Richard Strauss la usó en cuatro de sus composiciones.

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«La tierra que vio nacer el blues» de Alan Lomax

Libro Lomax

Le tenía ganas al libro «La tierra que vio nacer el blues» de Alan Lomax. Tanto él como su padre son dos referencias claves de la música popular del siglo XX. Gracias a ellos conocemos el origen del blues, las baladas country, la riqueza y profundidad de la música texana (country, blues y tex mex) e incluso la música española. Porque detrás del «Sketches Of Spain» de Miles Davis están las grabaciones que Lomax hijo realizó viajando por España. De ambos Lomax he escrito en mis dos últimos libros («Bikinis, Fútbol y Rock & Roll» y «Rock ‘n’ Roll: el ritmo que cambió el mundo» y en un artículo para Jot Down sobre Harvard, donde explicaba la relación de los dos Lomax con la citada universidad y la incorporación de sus grabaciones de campo a la Biblioteca del Congreso de EEUU (y también la labor del padre de Pete Seeger y el rol desarrollado por el PC estadounidense).

Decía que le tenía ganas al libro. Y más desde que el pasado 7 de junio se lo regalé a Miguel Ríos por su cumpleaños. (Su grupo The Black Betty Trio hace referencia al clásico de Leadbelly, uno de los bluesman descubiertos por los Lomax). Era el único ejemplar que tenían en El Argonauta. La cuidada edición de la editorial, Libros del Kultrum, presenta problemas de impresión por sus solapas (no es un volumen manejable). Que son los que han provocado la demora: El Argonauta me iba informando que les llegaban ejemplares defectuosos Y los devolvían. Hasta que el viernes pasado me comunicaron que ya lo tenían. Esta mañana cogí el coche y fui a recoger mi ansiado ejemplar. Traicioné a Miguel Ríos y su «Un largo tiempo«, que era lo que venía escuchando en mis desplazamientos, y me llevé el «Green River» de la Creedence.

El Argonauta

«La tierra que vio nacer el blues» es un libro de referencia. De los que hay que tener. Sí o sí. Este es tu libro si te interesa la música popular del siglo XX, desde el país que marcó la pauta en la música popular y su desarrollo. Aquí encontrarás los cimientos del edificio del rock. Con un montón de buenas historias que permiten visualizar la realidad de un mundo no tan lejano, ni en el tiempo ni en las actitudes.

Les dejo con un par de pantallazos de «Rock ‘n’ Roll: el ritmo que cambió el mundo«, donde se menciona como Alan Lomax descubrió a Muddy Waters, buscando a Robert Johnson (que ya había fallecido, pero se desconocía) y se da cuenta de los Seeger, Nicholas Ray, Harvard, etc. (Se lee de izquierda a derecha).

MW ALMW AL 2

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Salvando el Día del Padre

Parker MonkHe salvado el Día del Padre adelantándome. No podía arriesgarme. La oferta de Amazon por el de Charlie Parker (11,99 €) era irresistible. Y ya puestos, pillé el de Theloniius Monk (21,93 €). Hace un rato comprobé que el de Parker está ya casi al doble de precio y el de Monk ha bajado aproximadamente dos euros. En cualquier caso me parecen unos precios muy competitivos. En 20 CDs encuentras 37 álbumes originales de dos genios del jazz.

Esta colección Milestones Of A Legend incluye otros grandes nombres (Art Tatum, Ella Fitzgerald, Dexter Gordon, Charles Mingus, Dizzy Gillespie, Miles Davis, etc.) y abarca más géneros además del jazz (blues, clásica, country, etc.).

El de Parker todavía no lo he desprecintado, Estoy maravillado con el de Monk, especialmente el disco dedicado a las composiciones de Duke Ellington.

P.D.: asumo que mi Ayusofobia me crea enormes prevenciones ante las consignas del inminente «Salvar el puente de San José» o el siguiente de «Salvar la Semana Santa». Ya se intentó salvar la Navidad y no parece que haya salido demasiado bien…

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Cicely Tyson (1924–2021)

Sorcerer

Ha fallecido, a la edad de 96 años, la actriz Cicely Tyson. No voy a pormenorizar en su carrera en los escenarios o frente a las cámaras, aunque debería, porque la noticia de su fallecimiento ha pasado desapercibida en los medios españoles. Voy a centrarme en su influencia en la música de la segunda mitad del siglo XX.

Los muy aficionados a la música deberíamos tenerla en un altar. La primera vez que la vimos fue en la portada del «Sorcerer» de Miles Davis. Publicado en 1967 fue el tercer álbum del afamado quinteto. Es decir: Wayne Shorter (saxo tenor), Herbie Hancock (piano), Ron Carter (contrabajo) y Tony Williams (batería), acompañando al genio (trompeta). 

La relación de Tyson con Davis tuvo sus altibajos. Empezaron a salir en los 60. Ella estaba divorciada y tuvo a su hija con apenas 17 años. Él se estaba divorciando de la bailarina Frances Davis. Alrededor de la edición del «Sorcecer» Miles Davis anunció que se casaría con Cicely Tyson en marzo del 68. Pero en septiembre del 67 se casó con la cantante Betty Davis. Cicely y Miles retomaron su relación en 1978 y se casaron en noviembre del 81. Iniciaron los tramites de divorcio en 1988. Davis murió en 1991.

En la autobiografía de Miles Davis, escrita por Quincy Troupe, entendemos perfectamente el rol que tuvo en su vida y el agradecimiento que le debemos los aficionados a la música. Miles reconoce que ella le salvó la vida. Y que gracias a ella superó sus adicciones.

Cicely Tyson también era la madrina de Lenny Kravitz (intima amiga de su madre, actriz).

 

 

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En los 70 la salsa de Fania dominaba la escena latina

En la década de los 70 los artistas y músicos puertorriqueños de Nueva York, agrupados alrededor de la discográfica Fania (creada en 1964 por el abogado neoyorkino Jerry Masucci y el músico dominicano Johnny Pacheco, quien acuñó la etiqueta «salsa»), crearon el concepto musical de la salsa. Cubrieron el hueco que dejaba la música tropical cubana (a causa del embargo de EEUU a Cuba). Esa década supuso el auge y afianzamiento de Fania y de la salsa. Dominaron la escena latina, la urbana (aunque ese concepto de urbano aún no se había popularizado, mas existía).

En España los primeros discos de Fania me llegaron a través de Discophon (1956-1994). Se habían hecho con los derechos de distribución y se lanzaron a promover Fania. De alguna forma pretendían cubrir el hueco dejado por CBS. Fueron los últimos distribuidores del gigante estadounidense en España. CBS abrió su filial española en 1970, con Tomás Muñoz al frente.

De esos primeros lanzamientos de Fania recuerdo especialmente dos. El de Fania All Stars «Latin-Soul-Rock«, con grabaciones en directo. Un título muy acertado para la fusión que los músicos de Fania estaban llevando a cabo.

Si se fijan en la parte inferior de la carátula aparecen destacados varios músicos: Manu Dibango, de quien interpretaban su eterno «Soul Makossa» (que posteriormente plagiaría Michael Jackson); Jorge «Malo» Santana, hermano del excepcional Carlos, quien se lucía en el solo de guitarra de la maravillosa «El ratón» de Cheo Feliciano (y de paso descubrimos que Don Carlos tenía un hermano músico muy bueno, que formaría parte de Malo la banda de rock latino que fusionaba con el jazz); los ex Mahavishnu Orchestra Billy Cobham, a la batería) y Jan Hammer, al organo Hammond (el panameño Cobham antes de la Mahavisnu había formado parte de la banda de Miles Davis y el checo Hammer luego metió un pelotazo con la sintonía de la serie de TV «Miami Vice«). Aparte del afro-soul de Dibango la otra aportación soul fue una versión de un tema de Edwin Starr.

El otro LP era de Willie Colón «Lo mato (si no compra este LP)«. Era la octava grabación de dos grandes: Willie Colón y Héctor Lavoe, el cantante (o el cantante de los cantantes). Fue el cuarto disco de oro. A partir de esta grabación los problemas de Lavoe con las drogas lo distanciaron de la banda de Colón. Aunque siguieron colaborando juntos y Colón produjo los primeros discos en solitario de Lavoe. Eventualmente Colón le sustituyó en su grupo por Rubén Blades. Este trombonista, Colón, tenía muy buen ojo para elegir y descubrir cantantes…Y es uno de los grandes nombres de la salsa. Su talento creativo fue indispensable en la creación del edificio de Fania.

Para mi este disco supuso descubrir a dos grandes: Willie Colón y Héctor Lavoe.

En «Lo mato (si no compra este LP)» encontramos clásicos como «Todo tiene su final«, «Calle Luna, Calle Sol«, «Guajira ven« o «El día de suerte«. Esta última es una composición conjunta de Colón y Lavoe mientras «Guajira ven» es un tema popular (las otras dos son de Willie Colón). En el medley del video encontraran alguna. Les recomiendo encarecidamente que lo vean. Merece mucho la pena.

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Miles Davis en Milán (1964)

En estos días de confinamiento y para hacerles pasar el trago les traigo un concierto de Miles Davis, un genio de la música. Digo de la música y digo bien, porque sus aportaciones van más allá del jazz en sus variadas encarnaciones. Es del 11 de octubre de 1964 en el Teatro del Arte de Milán (hoy parte del complejo Triennale di Milano).

La formación que acompaña a Miles Davis es legendaria: es la del llamado Segundo gran quinteto que duró de 1964 hasta 1968 (el Primer gran quinteto contaba con John Coltrane). Y me doy cuenta ahora que en mis 14 años y medio en CBS/Sony conocí a todos los integrantes. A Ron Carter, el único no asociado con CBS o Sony, me lo presentó Herbie Hancock una nochevieja, en la que nos invitó a una all star jam en el Blue Note neoyorquino. Además Carter era un asiduo de los clubes de jazz de NY y tocaba frecuentemente en el Bradley’s, bien como parte del cartel o como última parada antes de regresar a casa después de una actuación.

Miles Davis: trompeta

Wayne Shorter: saxo tenor

Herbie Hancock: piano

Ron Carter: contrabajo

Tony Williams: batería

 

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Mi primer mes de confinamiento

He cumplido un mes de confinamiento. Lo inicié el 2 de marzo. Bueno, en realidad fue el 1 de marzo tras regresar del Clásico en el Bernabéu. Entre la aprensión con la que fui al partido y la lluvia al final no quedé con nadie para celebrar el triunfo. Llegué a casa sobre las 23:30. 23:40 lo más tarde. Y hasta hoy.

La razón de mi autoconfinamiento es por pertenecer a tres grupos de riesgo. Por eso me daba reparo ir al estadio. Mi hermano que es biólogo me tranquilizó diciendo que no podía tener tan mala suerte. Pero aún así opté por la prudencia y una medida drástica. Evidentemente porque me puedo permitir el lujo. De otra manera sería imposible haber sido un pionero.

Ha habido algunas excepciones: el primer fin de semana, los días 7 y 8 de marzo, salí para desayunar, ir a la farmacia (el sábado 7) y comprar el periódico. Estas tres acciones se desarrollan en un radio de 10 metros (la farmacia está a medio camino entre el bar y el kiosco) y no hay más de 200 metros desde mi casa hasta el punto más lejano (el kiosco).

El domingo 8 me asusté ante la cantidad de gente que había en el barrio. Se lo comenté alarmado a los camareros del bar donde desayunaba. Equivocadamente creía que se habían juntado la manifestación feminista y la gente que va al Rastro (vivo al lado). Un parroquiano me sacó del error: la manifestación era por la tarde. Hacía una mañana espléndida, las terrazas estaban a reventar, como las calles de todo el barrio. Volví corriendo a casa.

Las otras excepciones fueron dos: el día 9 me acerqué a CEDRO para realizar una gestión. Tardé unos 50 minutos en total, desde que salí de mi portal hasta que regresé. Y la última fue ir a hacer la compra a un supermercado de El Corte Inglés. Estrené guantes de latex y mascarilla. Fui en coche. Fue una experiencia como de ciencia ficción. Madrid vacío. De tráfico y de gente. A la tienda se accedía de uno en uno. La cola para entrar era larga, no por las personas que la formábamos. La razón era porque manteníamos una generosa distancia de seguridad entre nosotros. Dentro no podía haber más de ocho personas. Al entrar te echaban un gel desinfectante en la palma para frotarte (en mi caso sobre mis guantes). Y luego te indicaban donde tenias unos guantes para ponerte y el lugar donde depositarlos al salir. Cuando lean estas líneas estaré a punto, o habré ido ya, de ir al Corte Inglés de la calle Princesa a recoger un pedido que hicimos ¡la semana pasada! Se supone que lo recoges en el garaje y el contacto humano es mínimo. Veremos como resulta.

He leído a gente en las redes y escuchado a amigos quejarse del aburrimiento. A mi en cambio este mes se me ha pasado volando. Y los quejosos llevan menos tiempo confitados. Hay días que incluso se me han hecho cortos. A pesar de echar de menos el fútbol. No he parado de hacer cosas: escuchar música; ver series; películas clásicas (aún tengo 60 grabadas por ver); La Mundana ha descubierto los servicios gratuitos de obras de teatro español, inglés (el National Theater todos los jueves ofrece una obra) y argentino (teatrix.com); he estado atento a las ruedas de prensa sobre el coronavirus del gobierno español, Boris Johnson y Trump; he navegado por la red y leído más medios digitales que antes; me he comprado una mini bici estática portátil para hacer algo de ejercicio, en realidad son unos pedales (la entrega de Amazon fue curiosa: me dejan la caja en el portal, esperan a que baje y cuando me ven salir del ascensor se despiden); etc. Curiosamente he estado menos activo en redes sociales a pesar de disponer de más tiempo, salvo el Whatsapp que ha echado humo. Quizás las barbaridades que he leído a tantos Premios Nobel me han retraído. E indignado. Aunque reconozco que he disfrutando eliminando peña y practicando el bloqueo preventivo. Otro aspecto que me llama la atención es que estoy leyendo muy poco. Me refiero a libros. Sean novelas o ensayos.

La apertura y liberación de archivos de música en directo es una gozada. Destaco los festivales de jazz de Montreux y los de la Orquesta de Jazz del Lincoln Center de Nueva York, bajo la sabia dirección artística de Wynton Marsalis. He elegido su concierto dedicado a Miles Davis para su disfrute.

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La exposición de Pink Floyd

Ummagumma

Ayer estuve disfrutando de la exposición de Pink Floyd. Grupo fundamental en la historia del rock. La muestra es una maravilla. Y deja muy claro el impacto cultural que supuso el grupo y sus innovaciones, las que marcaron su larga y fructífera carrera. Así como el entorno en las que se desarrollaron. Desde el punto de vista creativo es muy interesante observar como fructificó su trabajo.

Otro aspecto a destacar es la evolución musical que sufrieron estos estudiantes de Arquitectura de Cambridge desde el blues (el nombre de la banda es la combinación del de dos bluesmen, Pink Anderson y Floyd Council). El camino musical recorrido es apasionante. Y entre sus primeras influencias encontramos el «Sketches Of Spain» de Miles Davis. Otra referencia a España, además de la portada de «More«, es en el cartel del club londinense UFO (propiedad entre otros de Joe Boyd, su primer productor) donde figuran junto a la proyección de «El perro andaluz» de Buñuel y Dalí (aunque el nombre del director de cine no figure mientras que el del pintor sí).

Cartel

Si están en Madrid les doy otra pista: no hay mejor forma de pasar un par de horas, huyendo de estos calores, que recorriendo esta exposición. El aire acondicionado, ese gran símbolo de la supremacía tecnológica del capitalismo, funciona de perlas. La alternativa de El Corte Inglés y su sección de sofás y sillones, para después visitar la de colchones y camas, es indudablemente la opción económica. Pero está muy alejada del mundo de la música y no tiene el mismo empaque cultural ni generacional que lo de Pink Floyd.

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Llegaron mis Reyes

Reyes

¡Qué buenos mis Reyes! Afortunadamente se anticiparon y llegaron justo el día antes de partir para Florencia. Me trajeron obras de mis admirados Pío Baroja y Miles Davis: un volumen con nueve novelas y la edición especial por el 40 aniversario de «Bitches Brew«.

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Centenario de El Amor Brujo de Falla

Falla cartel

Ayer se cumplieron 100 años del estreno del primer El Amor Brujo de Manuel de Falla.

Falla mesa

Una sorpresa, muy grata, descubrir que dentro de la biblioteca municipal del Centro Cultural Conde Duque hay una musical (Biblioteca Municipal Víctor Espinós). El centenario está convenientemente destacado.

Falla partituras

Miles Davis -y Gil Evans– grabaron un fragmento («Canción Del Fuego Fatuo«) para Sketches Of Spain (1960) y la llamaron «Will-O’-The-Wisp«, excelente traducción.

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