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Mi primer mes de confinamiento

He cumplido un mes de confinamiento. Lo inicié el 2 de marzo. Bueno, en realidad fue el 1 de marzo tras regresar del Clásico en el Bernabéu. Entre la aprensión con la que fui al partido y la lluvia al final no quedé con nadie para celebrar el triunfo. Llegué a casa sobre las 23:30. 23:40 lo más tarde. Y hasta hoy.

La razón de mi autoconfinamiento es por pertenecer a tres grupos de riesgo. Por eso me daba reparo ir al estadio. Mi hermano que es biólogo me tranquilizó diciendo que no podía tener tan mala suerte. Pero aún así opté por la prudencia y una medida drástica. Evidentemente porque me puedo permitir el lujo. De otra manera sería imposible haber sido un pionero.

Ha habido algunas excepciones: el primer fin de semana, los días 7 y 8 de marzo, salí para desayunar, ir a la farmacia (el sábado 7) y comprar el periódico. Estas tres acciones se desarrollan en un radio de 10 metros (la farmacia está a medio camino entre el bar y el kiosco) y no hay más de 200 metros desde mi casa hasta el punto más lejano (el kiosco).

El domingo 8 me asusté ante la cantidad de gente que había en el barrio. Se lo comenté alarmado a los camareros del bar donde desayunaba. Equivocadamente creía que se habían juntado la manifestación feminista y la gente que va al Rastro (vivo al lado). Un parroquiano me sacó del error: la manifestación era por la tarde. Hacía una mañana espléndida, las terrazas estaban a reventar, como las calles de todo el barrio. Volví corriendo a casa.

Las otras excepciones fueron dos: el día 9 me acerqué a CEDRO para realizar una gestión. Tardé unos 50 minutos en total, desde que salí de mi portal hasta que regresé. Y la última fue ir a hacer la compra a un supermercado de El Corte Inglés. Estrené guantes de latex y mascarilla. Fui en coche. Fue una experiencia como de ciencia ficción. Madrid vacío. De tráfico y de gente. A la tienda se accedía de uno en uno. La cola para entrar era larga, no por las personas que la formábamos. La razón era porque manteníamos una generosa distancia de seguridad entre nosotros. Dentro no podía haber más de ocho personas. Al entrar te echaban un gel desinfectante en la palma para frotarte (en mi caso sobre mis guantes). Y luego te indicaban donde tenias unos guantes para ponerte y el lugar donde depositarlos al salir. Cuando lean estas líneas estaré a punto, o habré ido ya, de ir al Corte Inglés de la calle Princesa a recoger un pedido que hicimos ¡la semana pasada! Se supone que lo recoges en el garaje y el contacto humano es mínimo. Veremos como resulta.

He leído a gente en las redes y escuchado a amigos quejarse del aburrimiento. A mi en cambio este mes se me ha pasado volando. Y los quejosos llevan menos tiempo confitados. Hay días que incluso se me han hecho cortos. A pesar de echar de menos el fútbol. No he parado de hacer cosas: escuchar música; ver series; películas clásicas (aún tengo 60 grabadas por ver); La Mundana ha descubierto los servicios gratuitos de obras de teatro español, inglés (el National Theater todos los jueves ofrece una obra) y argentino (teatrix.com); he estado atento a las ruedas de prensa sobre el coronavirus del gobierno español, Boris Johnson y Trump; he navegado por la red y leído más medios digitales que antes; me he comprado una mini bici estática portátil para hacer algo de ejercicio, en realidad son unos pedales (la entrega de Amazon fue curiosa: me dejan la caja en el portal, esperan a que baje y cuando me ven salir del ascensor se despiden); etc. Curiosamente he estado menos activo en redes sociales a pesar de disponer de más tiempo, salvo el Whatsapp que ha echado humo. Quizás las barbaridades que he leído a tantos Premios Nobel me han retraído. E indignado. Aunque reconozco que he disfrutando eliminando peña y practicando el bloqueo preventivo. Otro aspecto que me llama la atención es que estoy leyendo muy poco. Me refiero a libros. Sean novelas o ensayos.

La apertura y liberación de archivos de música en directo es una gozada. Destaco los festivales de jazz de Montreux y los de la Orquesta de Jazz del Lincoln Center de Nueva York, bajo la sabia dirección artística de Wynton Marsalis. He elegido su concierto dedicado a Miles Davis para su disfrute.

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