1 de agosto de 2008

Al micro Gonzalo García Pelayo (de espaldas) y Carlos Tena. Y de izquierda a derecha: José María Goñi, Adrian Vogel, la cabeza de Iván García Pelayo (asomando detrás de Carlos), su hermana Vanessa abrazada a su madre, Tessy (compañera de Gonzalo).
Radio Popular FM en 1972 o la 99.5 como un viaje iniciático, al menos para mí y para Antonio Gómez. Porque este post es una “joint adventure” donde yo estaba bastante cercano a las dos palabras inglesas.
Escribía en los 25 años de Heavy Rock como pasé, gracias a Vicente “Mariskal” Romero, a entrar en contacto con José María Goñi y Gonzalo García Pelayo.
Corría el año 1972 y Vicente, consciente de mis inquietudes, me alertó de que se estaba montando una emisora rockera en la FM de Radio Popular. Así que me mandó para Juan Bravo 49 duplicado, que es donde estaba entonces la COPE, para entrevistarme con Gonzalo.
La FM de Radio Popular de Madrid había sido hasta la fecha un intento de Alfonso Eduardo, Goñi y Rafa García Loza de combinar buena música con la radio formula (los 40 Principales de Rafa Revert eran los que mandaban). Alfonso, un apasionado del soul y de la música americana se había asociado con “Ringo Gun” (Rafa García Loza), uno de los personajes de “Escala en Hi Fi”, un delirante programa de TVE en el que diversos actores hacían playback sobre los éxitos del momento. Y José María Goñi era el técnico, experto en sonido y telecomunicaciones.
Con mis 16 años recién cumplidos y la recomendación del Mariscal fui acogido. Empecé con un programa los fines de semana (los que nadie quería hacer). Alcancé la graduación al pasar a hacer media hora diaria por las noches. Pentagrama se llamaba el programa y quizás inspiró a un famoso bar de Malasaña. Toni Martin me sustituyó los fines de semana, por mi recomendación y la de Julio Palacios. Y el doctorado fue cuando pasé a las mañanas (entre Julio Palacios y Alberto Azqueta si no recuerdo mal). Pasados los meses conocí a Luis Mario Quintana, “el Profe”, y lo incorporé al programa (que empezamos a hacer juntos).
Nos pagaban fatal, menos del salario mínimo (todavía vivía Franco) y recuerdo una anécdota económica: si conseguíamos publicidad o la realizábamos se suponía que llevábamos un porcentaje. Hubo una editorial que editó el primer libro de Juan Cruz “Crónica de la nada hecha pedazos” y estaban empeñados en anunciarse en Pentagrama, con una publicidad innovadora y arriesgada para la época. Se supone que tenia que hacer la locución y no vería un duro (5 pesetas, para los más jóvenes). La desgana y el desinterés con que anunciaba el libro del bueno de Juan Cruz eran evidentes. Hasta que una noche llamó el editor a quejarse. No sólo le atendí la llamada sino que le expliqué la situación y le remití a la dirección comercial de la emisora. Parece ser que se destapó el pastel: alguien se estaba embolsando los dineros que me correspondían. Una vez arreglada la situación puse todo mi entusiasmo en la publicidad del “Crónica de la nada…”. Y desde aquí quiero agradecer los buenos oficios de Manolo Lombao (que era el jefe de programas musicales de la COPE).
Siempre he sostenido que cambiamos el lenguaje de la radio. Que entonces era rígido. Demasiado formal. Gracias a nuestra aportación maestros como Joaquín Prat se soltaron. Prat se liberó del corsé de la Onda Media.
Antonio Gómez en las 24 Horas Beatles con los dos Joaquines, Prat y Luqui. Al fondo Montse Domenech y Andrés Montoya.
¿Viaje iniciático? Si, porque el flujo de todo tipo de músicas era inmenso. La mayoría sin editar en España (en mi programa sonaban desde los del rock alemán hasta Lou Reed, David Bowie, Allman Brothers, Leon Russell o una noche ¡sólo el “Superstition” de Stevie Wonder!). Y descubrí gracias a Gonzalo que el flamenco ni era Manolo Escobar ni franquista. Que la clásica se podía escuchar. El jazz gracias a Paco y Cifu (Paco Montes y Juan Claudio Cifuentes). Los sudamericanos con los Ernesto Sandino (Antonio Gómez, Álvaro Feito y Tina Blanco). Conocía, por mi familia paulista, la música brasileña, pero desconocía a los cantautores de habla hispana. Todavía recuerdo la conmoción que me produjo escuchar la versión del uruguayo Daniel Viglietti de “La Construcción” de Chico Buarque. ¡Mejor que la original! Y uno de mis programas favoritos era el “Música Pesada” del sevillano Javier Sánchez.
También existía un programa para ir haciendo cantera “Micro Abierto” que conducía Javier García Pelayo. Y de ahí salieron Gonzalo Garrido, Jorge Muñoz y tantos otros. Al control de sonido estaba Julio Ruiz, que ya hacía «Disco Grande» por aquel entonces.
El rock sinfónico estaba representado por “Ciclos” de Antonio Valdivia y Vicente Cagiao.
Y las peleas ideológicas por qué tipo de música era mejor estaban al orden del día. Con pasión y vehemencia, algo que la audiencia agradecía. Y fuimos los primeros en organizar un maratón de 24 horas. Fueron las 24 horas Beatles.

Gonzalo y la frente de Antonio dominan la foto de “la hora punta” de las 24 Horas Beatles. Al fondo a la izquierda se distingue a Jorge Muñoz y un par de cabezas a su derecha está Gonzalo Garrido. Si alguien se reconoce o distingue a algún conocido suyo, por favor dejarlo dicho en los comentarios. Gracias.
Le paso el testigo a Don Antonio:

Caricatura de Antonio por Carlos Tena
Perdimos, perdimos, perdimos otra vez.
Coincido totalmente con Adrián en su valoración de la antigua Radio Popular FM como una especie de universidad de la música popular (o master, si queremos ser más modernos y modestos) en la que unos cuantos aprendimos una lección básica: que la música no se divide por géneros (por mucho que cada uno tengamos nuestros gustos específicos), sino por artistas, buenos o malos, que practican cada uno de ellos. También aprendimos a descubrir en músicas que antes desconocíamos o despreciábamos valores que nos llevaron a apreciarlos. Y eso salimos ganando.
En la parte que me toca, yo acababa de pasar 16 meses haciéndome hombre en el servicio a la Patria (siempre con mayúscula), de donde salí a principios de 1972. Al poco me llamó Gonzalo, a quien había tratado en los tiempos de Smash y con quien había congeniado, para ofrecerme participar en lo que me pareció una aventura apasionante: realizar totalmente la programación musical de una emisora. Creo que fue aquella misma tarde cuando me reuní con él y con Goñi para decidir qué hacer. Corría prisa, porque la cosa empezaba en pocos días. No sé si a aquella reunión fueron ya Tina Blanco y Álvaro Feito, con los que venía colaborando desde que coincidimos en 1968 en la revista Discóbolo, pero el caso es que decidimos hacer juntos el trabajo, y para que no quedará duda de qué pretendíamos y de dónde veníamos nos bautizamos con un nombre colectivo que no dejaba lugar a dudas: Equipo Ernesto Sandino. ¡Toma ya discreción!

Al micro Gonzalo y Álvaro Feito, durante las 24 Horas Beatles. De pie, de izquierda a derecha: Julio Ruiz, Jesús Pardo, Adrian y Jose Luis Preciados. En el sofá: ¿Jorge Pardo? y las cabezas tapadas de Tessy y Vanessa.
Sea como sea, hicimos dos programas, centrados en la música folk y la canción de autor, aunque yo diría que considerada de una manera muy abierta, dada, además, la diversidad de gustos de los tres pájaros del grupo (o los dos pájaros y la pájara). Por la mañana hacíamos “Canto a mi América”, con música sudamericana muy variada, canción protesta, que se llamaba entonces, por supuesto, pero también boleros, tangos, folklore, cumbias, salsa o bossa nova. Por la noche llegaba “Más o menos folk”, que abarcaba desde los cantautores y el folklore españoles hasta los estadounidenses, franceses, italianos, griegos y la leche frita. La cosa podía ir de Agapito Marazuela, por ejemplo, a los Byrds o Dylan, pasando por Brassens, Theodorakis, Raimon o Pablo Milanés. Y los que íbamos descubriendo cada día.
Adrían ha dado ya un repaso a los distintos colaboradores y estilos musicales que trataba cada uno, así que no insistiré en ello, aunque debo destacar como una auténtica revelación la emisión paralela y comparada que Gonzalo hacía de temas de blues y de flamenco, que para mí fue esencial en posteriores vueltas al coco sobre la música popular. Igualmente me gustaría dejar constancia de algún nombre que colaboró muy al principio de la radio, aunque luego la dejaran. Allí estuvieron, y alguno siguió, Aurelio González, Manuel Domínguez y Juan de Pablos, que venían de ser los jovencitos progres de la revista de El Gran Musical, y por allí pasó también Moncho Alpuente con su cargamento de discos italianos y franceses, y que a mí me permitió profundizar en artistas de la talla de Fabrizio D’Andre o Boris Vian. Y Carlos Tena, que nunca hizo ningún programa, pero que siempre estaba, el más viejo y el más gamberro, dispuesto a una de sus genialidades.
En este grupo de gente había de todo, ideológica y estéticamente hablando, pero creo que por encima de cualquier diferencia existían algunas coincidencias básicas que dieron al grupo y a la emisora un carácter globalizador de la música y de las ideas que se expresaban. Pienso que en todos nosotros había, en primer lugar, un cansancio por el tipo de música de éxito del momento y una cierta necesidad de caminos nuevos, que siendo estéticos, no dejaban de ser ideológicos. También compartíamos una cierta curiosidad intelectual, al menos ante la música, y una rebeldía y espíritu crítico más o menos desarrollados. Pero quizás lo principal es que nos expresábamos a través de las canciones que emitíamos, que no eran sólo productos comerciales sino también, y fundamentalmente, una forma de ver la vida y expresarla con la que nos identificábamos.
Y el caso es que aquello funcionó. Aunque sólo se oía en Madrid, tuvo una buena respuesta de oyentes, que no sé si eran muchos, aunque sí eran muy fieles, que, por desgracia, no se concretó en un éxito similar de ingresos (yo también me acuerdo de la novela de Juan y lo he hablado con él varias veces). De esa repercusión salieron iniciativas de acciones externas a la propia emisora, como charlas y “discoforums” en la universidad (incluso recuerdo haber ido a Granada a dar una), o la edición de la revista AU (Apuntes Universitarios), que pudimos editar gracias a los amigos que llevaban la parte cultural del colegio mayor Chaminade (Domingo Jaumandreu, Carmelo, etc…), que se editó mensualmente casi durante un año (dar un vistazo hoy en día a la colección es una gozada).

Antonio y Carmelo en el Chaminade
Unas palabras antes de concluir sobre ese maratón 24 horas Beatles del que habla Adrián, pone fotos, pero que explica poco. Debió ser en 1973, y era la primera vez que una emisora dedicaba 24 horas seguidas de su programación a la obra de un grupo musical. Durante ese tiempo se emitió toda la discografía conocida, piratas incluidos, de los Beatles, añadiéndole las numerosísimas versiones que de sus canciones habían grabado los más distintos artistas de los más diversos estilos.

En primer plano Gonzalo. Detrás, de izquierda a derecha: Jesús Pardo, Adrian, Carlos Tena, Jose Luis Preciados, José Luis Rubio y José María Goñi.
En la distancia del tiempo, creo que todo aquello fue posible gracias a la coincidencia de tres factores. Por una parte, había una nueva música, muy variada y diversa, que estaba naciendo y que representaba una determinada manera de ver el mundo. Por otra, estaba la gente que vivía esa misma evolución en sus vidas, personales y sociales, y que exigía un tipo de arte con el que identificarse y que expresara sus sentimientos e ideas. En medio, estábamos un grupo de gente, aficionados a la música, con cierta vocación periodística o didáctica, que nos identificábamos con una y con otros, y que tuvimos la ocasión de poder hacerlo a través de Popular FM.
En otros sitios de España, en radio o en prensa, había otros como nosotros, excelentes amigos que participaban en la misma pelea, pero es verdad que aquella emisora fue una experiencia única. Duró poco, apenas dos años, y acabó de mala manera, poniéndonos en la calle. Luego, el futuro orientó los pasos de cada uno por su camino correspondiente y de todo ha habido en la viña del señor. Valorada desde hoy no puede considerarse aquella experiencia sino como una derrota, por muy dulce que fuera. De aquel intento de considerar la música como una expresión cultural, variada y compleja, no queda otra cosa que el recuerdo. Triunfó, precisamente, aquello contra lo que luchábamos: la música como comercio, la radiofórmula. Pero hay derrotas que se asumen con orgullo y aventuras en las que participar es un privilegio.
Eso sí, no ligué un pijo con todo aquello, y si no llega a ser por una camarada del PC, hubiera salido de aquel periodo tan virgen como entré. (Ay, se me olvidaba. También me casé. ¿En qué estaría yo pensando?). Salud.

Nota Mundana: cena de la Convención de la COPE. No me había fijado hasta ahora pero a Gonzalo y a mi nos “desterraron” al corner. Fue en estas reuniones donde Antonio conoció, una noche de copas en el desaparecido Bocaccio madrileño, a su futura esposa y madre de su hija.
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