Desde el ataque terrorista de Hamas el primer ministro israelí Binyamin Netanyahu y su gobierno ha cometido varios errores. A los hay que sumar su juicio por corrupción (encausado por tres delitos), que en mi opinión es la piedra angular sobre las que se basan todas las decisiones de Netanyahu.
El primer error, el más grave, fue minusvalorar la capacidad de ataque de Hamas. El fallo de los servicios de inteligencia y seguridad israelíes son inapropiados para la reputación de la que gozan. O gozaban. Este menosprecio a algunas informaciones que alertaron sobre los preparativos no deja de sorprender. Sostengo que dados los problemas legales de Netanyahu recurrió al clásico «cuanto peor, mejor», tan propio de la derecha autoritaria y también de los regímenes totalitarios (sean del signo que sean). Calculó que un conflicto con Hamás, provocado por ellos, aglutinaría al país y a sus rivales políticos a su alrededor, suspendiendo de paso su juicio por corrupción (como así sucedió). El tribunal reanudó el proceso el pasado 4 de diciembre. La inesperada brutalidad del ataque dejó en evidencia las carencias de la seguridad del estado israelí. Las posteriores revelaciones sobre el conocimiento previo del plan terrorista y su puesta en marcha da origen a las especulaciones, incluidas la mía.
Otro error de Netanyahu ha sido provocar incidentes diplomáticos. Desde el secretario general de la ONU hasta diversos países de la Unión Europea (incluido el nuestro además de Francia, Irlanda y Bélgica). Sus relaciones preferenciales con Estados Unidos podrían estar en entredicho. Cunde la impresión que Netanyahu ha abusado de la confianza de Biden. Y el mandatario estadounidense empieza a acercarse a las posiciones europeas y de organizaciones de tanta relevancia como Amnistía Internacional o Médicos Sin Fronteras. Las peticiones de un alto el fuego total en Gaza son cada vez más numerosas. Algo contrario a la posición de Netanyahu.
El último error grave se ha producido estos días: las fuerzas armadas israelíes han abatido a tres rehenes, desarmados y con bandera blanca. ¡Matan a los suyos! No puede haber mayor muestra de la violencia del ejército de Netanyahu. Y pone de relieve el gran fracaso de Netanyahu respecto a la liberación de rehenes. ¡Solo han liberado a uno! Y han matado a tres. Los otros rehenes puestos en libertad han sido fruto de intercambios de prisioneros, no de acciones militares de rescate.