Hasta aquí hemos llegado (Efe Eme)

22 de noviembre de 2008

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Hasta aquí hemos llegado” es “ni más ni menos” que el merecido homenaje que varias generaciones de artistas le rinden a Los Chichos. No “son ilusiones” que su repertorio haya traspasado las barreras del tiempo. “Sea como sea” ellos no han elegido “otro camino” más que el de unas canciones sencillas y directas, crónicas de una realidad a veces sangrante. Porque Los Chichos, con mas de veinte millones de discos vendidos, son el autentico grupo fronterizo, antes incluso de que se acuñase esta etiqueta.

 

Su temática se sitúa en la frontera que hay entre el extrarradio y la marginalidad; en la divisoria que separa la delincuencia común (robos) del más allá (asesinatos); en la línea real que separa a los colegas de los chivatos. Cuyas delaciones señalan otro término: la vida en libertad o entre rejas. Y son esos barrotes los que marcan nuevos territorios como el de las infidelidades, la preocupación por la supervivencia de la familia o el amor materno. Todos estos asuntos forman parte del paisaje de Los Chichos. Es decir, ideal para ser aceptados por la crítica. Pero no fue así, no lo supimos ver entonces –mea culpa por la parte que me tocó- y tuvo que pasar bastante tiempo para que finalmente fuesen aceptados.

 

Canciones como “Historia de Juan Castillo”, “Quiero ser libre”, “El Vaquilla”, “Campo de la bota”, “Mujer cruel” o “Yo quiero a Mai” –así como las mencionadas en el primer párrafo- les convirtieron en los kings of the road de la rumba. Una “rumba-rock” trepidante, digna de ser escuchada a todo volumen en los casettes de los 1430 o los R-12 de la época. Todas las gasolineras de España tenían varias de sus referencias en los expositores. Incluyendo las recopilaciones hechas ex profeso para ese mercado. Y además posibilitaron la aparición de otros fenómenos paralelos y posteriores (el sonido Caño Roto o “gipsy rock”, Los Chunguitos, Camela, etc.).

 

No había feria, mercadillo, coches de choque o verbena donde Los Chichos no atronasen. Lo mismo se puede decir de salas de fiesta y discotecas –en los momentos rumba- donde la producción y los espectaculares arreglos del maestro Torregrosa cobraban nueva dimensión.

 

Su ascensión se inició en 1973 con su primera grabación: “Ni más ni menos”, su primer pelotazo. Y la primera mitad de la década de los ochenta es suya. “Yo, El Vaquilla”, la banda sonora de la película del mismo titulo (1985), fue su ultimo gran álbum de éxito masivo. Problemas con las drogas y rencillas entre los hermanos Julio y Emilio González Gabarre con Jero –“El del medio de Los Chichos”- se saldan con la marcha de éste último. El trío perdía a su fuerza creativa más importante. Ni los hermanos –que incorporaron al hijo de Emilio como sustituto- ni Jero –que se suicidó en 1995- volverían por sus fueros.

 

Los Estopa han tenido mucho que ver en mantener vivo el recuerdo, acercando a las nuevas generaciones a la música de Los Chichos. Y como no podía ser menos, no han fallado a la cita de este tributo “Hasta aquí hemos llegado”.

 

La idea original era que los artistas invitados sustituyesen las partes vocales de Jero, en estas nuevas grabaciones que revisitan sus hits. Escuchando esta magnifica producción –me apuesto unos cubatas a que es el disco de las Navidades- es fácil comprobar la profundidad de las composiciones originales. Desde Manolo García hasta Estopa que se funden y se adaptan perfectamente a la “chicho music” hasta Ismael Serrano, Bebe o Pitingo que se apropian de los temas, llevándolos a su terreno y haciéndolos suyos. Es sencillamente sorprendente. Mención especial merece Peret, el James Brown de la rumba, que se luce en “No juegues con mi amor”.

 

Los Chichos nunca se fueron. Han pasado malos momentos. Pero se han reinventado. Bienvenidos sean y ¡gracias por la música y los buenos ratos!

 

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14 comentarios

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14 Respuestas a “Hasta aquí hemos llegado (Efe Eme)

  1. Si es así, lo de «me la refanfinfla», seguiré llamando al grupo La gorda de Van Gogh y a la fugada Amaia Botero.

    Alfonso Eduardo, que te había perdido: muy buena la puntualización. Gracias.

  2. John

    yes sir, aunque me la refanfinfla…

    Ahora les envio a los interfectos el link

  3. Si es amiga de la familia: ha adelgazado y está más guapa y su CD va mejor que el del grupo con la nueva.

    ¿Así queda mejor?

    ¿La pequeña es la escritora?

  4. John

    Indeed!

    Era (es) amiga de la familia… (por la pequeña…)

  5. Jejeje ¿por lo de la Montero? Está ya number one un par de semanas, pero no puedo ni con ella ni con el grupo ni con la nueva.

  6. John

    Adrian, hay que ver que boquita, ….!

  7. Alfonso Eduardo

    El gran himno de los cinturones marginales es el «Quiero ser libre»…y a la par de las niñas ricas, bien de los 70…y más adelante…

  8. El álbum «Hasta aquí hemos llegado» debuta en el nº 3 de la lista de los más vendidos. En el 1 aparece el de Amaia, la gorda de Van Gogh, y en el 2 el de los Il Divo (que baja del 1).

  9. Sostiene El Mundano:

    La Santísima Trinidad de la Rumba es:

    El Padre, Antonio González “el Pescailla”
    El Padrino, Peret
    El Hijo, Bambino
    Y Gato Pérez su Profeta…

    Eso no le resta meritos ni a Chichos, Chunguitos, El Luis, etc., santos y mártires devotos de la Rumba de Ida y Vuelta (y otra reencarnaciones).

  10. Antonio Gómez

    Totalmente adecuada, Adrián, esa comparación entre la letra de Los Chichos y la de Serrat. Ambos son, efectivamente, buenos retratistas de un mundo muy definido: el barrio como origen y microcosmos social. Hay una diferencia entre ellos, no obstante. Mientras Los Chichos, rumberos, hablan del barrio de los marginales, al que pertenecen, Serrat, cantautor cuya obra personalmente creo que tiene una gran influencia de la copla, habla del barrio del proletariado industrial y del pequeño comercio (aunque a veces unos y otros se mezclen).
    Yo, como Gustavo, debo reconoce que, sin duda por prejuicios ideológicos, llegué tarde a la rumba, catalana, madrileña o gitana, la que queramos, y por consiguiente a Los Chicos, Los Chunguitos o incluso, a esos maestros que, entre otros fueron Antonio González y el gran Peret (qué pena que a veces tuvieran que lidiar con canciones tan infames a las que tan sólo su arte conseguía dar altura). Fue un dogmatismo del que abjuré hace tiempo, claro, y a eso me ayudó un artista que para mí es uno de los máximos creadores de música popular de estas tierras y algunas extranjeras.
    Me refiero, claro está y una vez más, a Gato Pérez. Su trabajo de inmersión en la rumba y en el mundo que representaba, que no fue sólo musical, sino previamente vital, dio como fruto una obra en la que la rumba dio un salto cualitativo fundamental: se hizo adulta y compleja, tanto temática como musicalmente. Su labor, además, marcó todo lo que llegó después de él, desde Muchachito Bombo Infierno a Estopa.
    Y en lo de retratar el submundo marginal, como Gato pocos. Aquí está para demostrarlo “Veneno blanco”, una canción en la que, por cierto, en un especial sobre él que Antonio Resines y yo estábamos haciendo para la tele, y que su muerte frustró, la “rata” que se escapa con la coca tras la encerrona iba a ser interpretado por Javier García Pelayo (porque la cosa iba de dramatizar las canciones de Xavier).

    VENENO BLANCO

    (Xavier Patricio Pérez)

    En esos barrios húmedos, húmedos y grises,
    muy cerca del muelle donde atracan los barcos
    que llevan containers y enormes artefactos,
    hay astutos malandrines que viven del contrabando.

    En ese paraje solitario, sólo fábricas y asfalto,
    a golpes por la vida se abren paso dos muchachos,
    transportando una cartera misteriosa
    que lleva muerte en forma de veneno blanco…

    Ignorantes del peligro en que se envuelven,
    sin saber qué les aguarda al otro lado,
    alegremente saltan una y otra valla
    escapando del control de la frontera y de los guardias.

    Súbitamente en el frío de la noche
    uno de ellos se desploma malherido,
    mientras una rata surgida del silencio
    escapa con la mercancía millonaria…

    En esas calles húmedas, sórdidas y grises,
    muy cerca del muelle donde atracan los barcos,
    en ese paraje solitario, sólo fábricas y asfalto,
    a golpes por la vida se abren paso dos muchachos…

  11. Mi más sincera admiración a la rumba taleguera de Los Chichos y a su naturalidad musical.

    Tuve la suerte de ensayar con mi primer grupo en el bajo de un edificio donde, sin estar insonorizados y atronando al bloque con horrendos intentos de versiones de Iron Maiden y Manolo Kabezabolo (entre otros (éramos jóvenes)), nos advirtió de la amenaza de denuncia el habitante del primer piso, que era ni más ni menos que uno de Los Chichos (ante nuestra incredulidad, lo comprobamos a base de fotos de cintas de gasolinera), que nos dijo «los vecinos os quieren denunciar por el ruido que hacéis, pero el único que puede hacerlo soy yo por estar lindando con la planta baja, y por lo que a mí respecta, les van a dar porque me parece cojonudo lo que hacéis».

    Creo que es de lo mejor que me ha pasado desde que me dedico no profesionalmente a la música.

  12. Joan Manuel Serrat: “Los Chichos eran los ojos y la voz de un mundo oscuro donde los sueños y la marginación se muestran en carne viva.”

    “Pero sea como sea seguiré luchando por los míos
    Seguiré robando si es preciso
    Y con estas manos noche y día sacaré adelante a mi familia”

    (“Sea como sea” de Los Chichos compuesta por Jero)

  13. No soy realmente un fan de los Chichos, pero sí hay algo que me llama la atención de ellos, algo que me hace respetarles: eso fue su capacidad de reflejar en muchas de sus canciones el ambiente marginal de los barrios más pobres, el racismo hacia su gente y, en gran medida, las razones que llevaban a un chico gitano de Madrid o Barcelona a choricear o a meterse en el infierno de la heroína.

  14. Maldo

    Tuve la ocasión de asistir al concierto presentación de “Yo, el vaquilla” en el antiguo penal de Ocaña. Donde estaba preso “el vaca” (“el vaquilla”). Llevé a 20 periodistas, siguiendo la iniciativa de uno: Vinader de Interviú, quien se dedicaba a los grandes reportajes de investigación en esa época de la revista.

    El ambiente y la expectación fueron inenarrables. Decir que el patio estaba revuelto es quedarse corto. Los Chichos eran los reyes del mambo y los presos eran “los chicheros” más fieles. Por su parte “el vaca” estaba encantado y feliz de recibir los honores de sus colegas (que además tuvieron algún regalito para él ante la benévola y distraída mirada de los carceleros).

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