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Futurofobia

Futurofobia

«Futurofobia» es el nuevo libro de Héctor García Barnés. El segundo que publica. Se ha puesto a la venta esta semana y se presentó el jueves en La Central de Madrid. Precisamente fue en La Central donde nos conocimos, cuando presentó su primer libro ahí.

Marta Medina, compañera suya de El Confidencial, condujo el dialogo y a través de su conversación con el autor nos desgranaron las claves de «Futurofobia«. Contó Héctor que la idea de ponerse a escribir surgió en mayo de 2020, esos días de la pandemia en los que apenas se podía salir «un kilometro alrededor de tu casa».

Terminado el acto se pasó al ritual de la firma de ejemplares. Nacho Gallego, mi jefe en la Universidad Carlos III, nos disparó esta foto.

Con Héctor G. Barnés en La Central

Triana acuñaron lo de «Hijos del agobio» para definir la España de las décadas finales del franquismo y Héctor García Barnés con «Futurofobia«, su hijo de la pandemia, nos acerca su visión de la sociedad contemporánea y las derivas más o menos asumidas por todos. En la presentación Marta y él bromearon sobre si era un libro de autoayuda. No lo es. Charlando con Héctor, tomando unas cervezas o vinos, contaba sobre una pregunta que le hacían, si era un libro optimista o pesimista. Y no sabía que contestar, porque no era una cosa ni otra. Me sorprendió el concepto de esa dualidad optimismo/pesimismo aplicado a un ensayo, que además no es un libro de autoayuda.

Soy seguidor de los artículos de HGB, cuando se publican en abierto. «Futurofobia» promete proporcionarme horas de placer. Porque la visión sobre las cosas de Héctor me llega.

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Stanford también tiene «Rock ‘n’ Roll: el ritmo que cambió el mundo»

Stanford R'n'R

La Universidad de Stanford también incluye mi «Rock ‘n’ Roll: el ritmo que cambió el mundo» en su biblioteca. En su día, la primera alegría que me dieron fue cuando me enteré que habían añadido «Bikinis, Fútbol y Rock & Roll» (Nacho Gallego de la Carlos III me avisó que estaba en otras universidades estadounidenses).

Como podrán comprender mi felicidad es total, Stanford es una de las mejores universidades del mundo, en dura competencia con Harvard. Figurar en su biblioteca es un honor. Y añadan que se trata de un libro escrito en Madrid, por un natural de Bucarest, y que versa sobre la música popular estadounidense que marcó la mitad del siglo XX. Lo cual tiene más mérito… aunque quede feo que lo diga yo.

P.D.: me gusta mucho que en la ficha del libro citen las contribuciones de Miguel Ríos e Igor Paskual.

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Miedos y prevenciones

Enjaulado

Ayer tras mi primera intervención en el MIMES de la Carlos III de Madrid (curso 2021/22), dedicada a Atlantic Records, me fui a tomar algo con Nacho Gallego, codirector del máster. No nos veíamos desde antes del verano y quería conocer de primera mano la experiencia de su veraniego viaje italiano. Ambos, y nuestras respectivas (curiosamente se llaman igual), somos viajeros. Nacho y yo nos recomendamos sitios. Gracias a él conocí a la Orquesta Típica Fernández Fierro y su club de conciertos en Buenos Aires, el Club Atlético Fernández Fierro (CAFF). O la que probablemente es la tienda de discos más bonita del mundo, en Florencia. Al menos es la que tiene las mejores vistas, a la catedral de Florencia. 

Venecia les deslumbró como a nosotros. Salieron súper satisfechos del restaurante que les recomendamos (al que nosotros nunca hemos conseguido ir) y de los bares de tapas venecianos que les aconsejamos. Por otra parte tanto Nacho como yo (y La Mundana) echamos de menos Buenos Aires. Y ahí le comenté sobre mis miedos y prevenciones. 

No me resulta cómodo pensar en un viaje en avión. Y mucho menos en uno con tantas horas de vuelo. En nuestra agenda fija de viajes hemos anulado nuestra tradicional visita navideña a Nueva York (el año pasado y este), y en este 2021 han quedado suspendidos nuestros viajes anuales a Venecia y a la misa cantada del día de Reyes en Florencia.

De hecho en este 2021 solo he salido de Madrid ciudad en tres ocasiones. A Quintanar de la Orden (Toledo), a la Fundación Amelia Moreno con motivo de los 10 años del fallecimiento de Amelia. Fue en septiembre (este verano no fuimos a ningún sitio y el año pasado nos escapamos una semana a Cantabria, con Santillana como base de operaciones). La segunda salida fue ayer, a Getafe (Universidad Carlos III). Y la tercera ha sucedido esta mañana, a la Ciudad de la Imagen en Pozuelo de Alarcón, para pasar la ITV del coche.

Le comentaba a Nacho que mis miedos y prevenciones no solo son los viajes en avión. Se extienden a los interiores de bares y restaurantes. Ayer estuvimos en una terraza. Aunque esté vacunado (la tercera dosis me la pusieron el jueves pasado).

Repasando me di cuenta que solo he estado dos veces dentro un restaurante: en El cisne azul con Carlos Galán y Cristóbal Hueto (solo estábamos dos mesas, cada una a un extremo del local), y en el Julián de Tolosa con Carlos Galán, rodeados de tres mesas de un familión mexicano. Un diablillo este Carlos, como el del logo de su Subterfuge. En cuanto a bares solo he entrado en un par, con Esteban Hernández. Fuimos a ver un partido de baloncesto del Real Madrid de Euroliga. Me había invitado Vicente Paniagua y me llevé a Esteban, gran aficionado al deporte de la canasta. Después del encuentro nos fuimos a tomar algo e intercambiar impresiones de la realidad sociopolítica y cultural. Vi cosas que no me gustaron. Como la carencia de un concepto fundamental, el de la ventilación. Esos bares de tubo son las cuevas del bicho. En uno de ellos nos asomamos y salimos pitando. Esteban asumo que por el reguetón que atronaba. Y yo porque no concibo que en épocas de distanciamiento social el perreo colectivo sea lo más adecuado. Otra cosa que no me gustó fue el ambiente de fiesta, fuesen pandillas de amigos (como en el sitio que evitamos) o de compañeros de oficina. El aspecto positivo es que estuvimos en un local con limitación de aforo, donde se respetaba el distanciamiento. Pero tras esa noche no he vuelto a salir….

Comprendo que mis paranoias son como el DNI, propias e intransferibles. Mas siendo de varios grupos de riesgo mis miedos y prevenciones son mi única defensa. Las vacunas también, por supuesto.

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Servando Rocha publica «Todo el odio que tenía dentro»

Portada

El canario Servando Rocha, autor y responsable de la editorial La Felguera, publicó hace unas semanas «Todo el odio que tenía dentro«. Si no me equivoco es su undécimo libro.

La faja de «Todo el odio que tenía dentro«.define el contenido. Y el libro lo tenía apuntado en mi lista de la compra. Bastantes amigos y conocidos me lo habían recomendado con entusiasmo. De esta semana no pasa. Fijo. Porque ayer Nacho Gallego de la Universidad Carlos III, aparte de contarme lo bueno que era, me comentó que aparezco citado. Le pedí un pantallazo.

Asumí, dada la temática, que la cita sería de «Bikinis, Fútbol y Rock & Roll«. Como así es. Lo que no podía ni imaginarme es el fragmento elegido (lo pueden ver en la imagen del final). Y enseguida me acordé de una pega que me puso el gran Mariano Antolín Rato en su día. Vino a decirme que lo del arte se le hizo largo. No le quito razón pero, como intenté explicarle, precisaba extenderme para establecer el paralelismo entre el apoyo franquista al arte de vanguardia y a la supuesta música de vanguardia, que en realidad no era la de la cultura rock sino la mal llamada «contemporánea» (¿en su día había algo más contemporáneo que el rock & roll?). No recuerdo haber convencido a Mariano. Espero, si lee esto, que ahora entienda mejor lo que pretendía. Aunque fuese largo. El caso es que el segundo franquismo en su afán por parecer modernos acertó con la pintura y se equivocaron de cabo a rabo en su apuesta musical. No supieron ver, ni quisieron, que la auténtica revolución en la música venía del rock ‘n’ roll y su evolución.

P.D.: el Linten del texto de Rocha es Jo Linten, el publicita belga afincado en España (propietario de Movierecord y cuya entrada accionarial en la discográfica Sonoplay supuso la transformación en Movieplay). Linten a través de Movierecord también financió revistas como Triunfo y Mundo Joven.

Felguera

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2021 sin Florencia ni Venecia

Pontini

Tengo a Nacho Gallego, amigo y jefe (es el codirector del Màster de Industria Musical y Estudios Sonoros, de la universidad Carlos III, donde doy un par de clases), por Bolonia, Florencia y Venecia. Su pareja es tocaya de la mía y compartimos experiencias y descubrimientos de nuestros viajes. Recomendaciones suyas memorables fueron la Orquesta Típica Fernández Fierro (Buenos Aires) y la que probablemente sea la tienda de vinilos más bonita del mundo (dos plantas enfrente de un lateral de la catedral de Florencia, con unas vistas espectaculares). Un par de semanas antes de su periplo italiano comimos y me pidió sugerencias para su visita veneciana.

Viene todo esto a cuento porque me ha corroído la envidia con unas fotos que me ha mandado, como testimonio gráfico de agradecimiento a un par de sitios que le comentamos. Primero, por la imagen que encabeza esta entrada (en la que aparece de lado, sentado en la terraza del local). La trattoria se llama Pontini porque está al lado del puente Guglie, en el barrio de Cannaregio. Es una recomendación nuestra, pero nunca hemos estado. Por variadas razones (horarios, estaba lleno o cerrado, nos pillaba a desmano, etc.). A la pregunta de ¿qué tal? respondió con un sencillo «Brutal!» y adjuntó la siguiente imagen.

Platos

En segundo lugar hay un daño colateral: es el recordar que en este año 2021 hemos roto con tradiciones recientes de Los Mundano. Son las de pasar el día de Reyes en Florencia (con su excepcional misa cantada y la cabalgata renacentista) e ir a Venecia en febrero (antes o después del Carnaval). Nuestros últimos viajes fueron el año pasado (después visitamos Praga) y en marzo todos confinados…

He intentado no pensar en la morriña (o la saudade) que me producen Florencia y Venecia. Pero este viaje de Nacho ha despertado estos sentimientos de añoranza. (Incluso tras la victoria de Ayuso estuve mirando viviendas en varias ciudades italianas y portuguesas y ahora he vuelto de nuevo a las andadas ante el espectáculo de nuestra justicia a todos los niveles…). De momento, me conformo con deshojar las hojas del calendario esperando los dos primeros meses del año que viene para volver a Florencia y Venecia.

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En Urueña (de nuevo)

Joaquín Díaz

El pasado sábado volví a Urueña, la Villa del Libro. Esta vez fui con la clase del Máster de Industria Musical y Estudios Sonoros (MIMES) de la Universidad Carlos III. Íbamos algunos profesores, capitaneados por los dos directores del Máster, Nacho Gallego y Luis Albornoz. La vez anterior que estuve en Urueña fue una parada rápida (camino de Gijón para la presentación de «Bikinis, Fútbol y Rock & Roll»). El objetivo era saludar a Joaquín Díaz. En ese viaje me acompañaba Antonio Perea, quien me había avisado que pasábamos a tan solo 7 km. de la bella localidad medieval de la provincia de Valladolid. Tan impresionado quedé de la visita a la Fundacion Joaquín Díaz que a la vuelta se lo comenté a Nacho. «Tenemos que ir con la clase». No pudo ser el curso pasado pero sí este. Y por las reacciones y comentarios parece que fue un éxito. Seguro que repetimos el curso que viene.

Si en mi primera visita no hubo tiempo de saludar a Luis Delgado ni visitar su Museo (de instrumentos musicales), esta vez era parada obligatoria. De hecho fue la primera. Delgado nos enseño y explicó su fabulosa colección de instrumentos. Y la de los primeros aparatos: el que grabó sonidos, pero no se escuchaba, y luego también los que sí reproducían lo grabado. (El Museo del Gramófono de Delgado está ubicado en la Fundación Joaquín Díaz, que tiene previsto ampliar sus instalaciones).

Luis DelgadoY sí, hacía frio en la sala de los instrumentos. Precisamente para su conservación. No pude evitar la tentación de tirar estas fotos, en la que dos alumnas se tapan con la misma manta. (Las otras dos fotos del post son de Nacho Gallego; en la segunda Luis Delgado está en el centro y yo soy el de la derecha con el chaquetón marrón).

Museo LD 4

 

Museo LD 2

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El club de jazz Fat Cat

Fat Cat

Nacho Gallego, mi boss en la Universidad Carlos III (codirector del MIMES, Máster en Industria Musical y Estudios Sonoros), me recomendó echar un vistazo al club de jazz Fat Cat. En su día me aconsejó ir al CAFF (Club Atlético Fernández Fierro) de Buenos Aires, hogar de la sensacional Orquesta Típica Fernandez Fierro, y acertó de pleno. Así que el cabezazo en el Fat Cat era obligado.

Nueva York y los clubes de jazz son prácticamente sinónimos. Este Fat Cat presentaba una singularidad: es además un salón de juegos. Mesas de billar (considerada una de las mejores salas de Manhattan), ping pong, ajedrez, damas, scrabble, shuffleboard y futbolines. Respecto a estos últimos, a los que denominan foosball, son trece los jugadores por cada equipo, en vez de los once habituales.

Foosball

Asumo que, tanto el nombre como el número de piezas, es un tema de patentes. Han reforzado la portería con ¡tres porteros! Delante tenemos dos defensas, cinco centrocampistas y tres delanteros.

En la partida de futbolín, jugada por madre e hijo, ganó La Mundana por diferencia de goles. Perdió por la mínima la primera y arrasó 7-2 en la segunda. Aunque quien realmente salió perdiendo fui yo porque pagué las consumiciones.

AA

Para todos los juegos, así como para música, dibujo, electrónica, carpintería, etc. tienen una escuela. (Cuando visitamos el Fat Cat estaban dando una clase de ping pong). Además de las clases organizan competiciones en las distintas especialidades de juegos y también exposiciones de arte.

Fat Cat entrada bar

La música que suena es jazz, principalmente be bop (también escuchamos el «Lucille» de Little Richard). Y cada noche hay actuaciones en vivo. A partir de las 22:00 es el turno de las jam sessions. Acuden músicos de jazz de la ciudad o que están de paso. Fat Cat es al jazz lo que la vecina cancha de la calle 4 con Seventh Avenue South es al baloncesto. (En su día ahí vi a Kareem Abdul Jabbar, Walter Berry y Michael Jordan, los tres nativos de NY). El escenario se encuentra a la derecha, nada más pasar la barra. Hay unos bancos, como de iglesia, para quien quiera sentarse. Una vez a la semana hay una noche dedicada a los baterías de jazz.

Fat Cat escenario

Mitch Borden es el responsable del Fat Cat. Este exsubmarinista de la Armada estadounidense, exenfermero, exprofesor y violinista se dio a conocer en el mundo del jazz con su anterior local, el Smalls. Lo abrió en 1994 y fue una ventana de oportunidad para todos los músicos que empezaban. Cerró en 2003 y Borden lo reabrió como club de jazz en 2006 con dos músicos como socios (entre medias el local se había convertido en un bar brasileño). Entre el cierre y reapertura de Smalls se lanzó a la aventura del Fat Cat. Y desde 2014 también regenta Mezzrow, local que sigue la estela del inolvidable y desaparecido Bradley’s (estaba en University Place, una manzana al sur de Washington Square, donde Ron Carter tocaba casi todas las noches y Betty Carter cantaba al menos una vez por semana, durante el tiempo que estuvimos viviendo en NY). En el enlace encontraran un enlace al programa de Jazz entre Amigos del gran Juan Claudio Cifuentes Cifu, rodado en Bradley’s.

Fat Cat está en el corazón del West Village. En Christopher Street casi esquina a la Séptima Avenida. Ideal para pasarse a tomar una copa, escuchar buen jazz y echarse unas partidas, después de cenar en el Village o de dar un paseo por el barrio, visita obligada cuando vas a Manhattan.

 

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Toronto: la ciudad pesadilla para Vox

toronto

Después de mi primera clase (El caso Atlantic Records) de este curso, en el Máster de Industria Musical y Estudios Sonoros (MIMES) de la Universidad Carlos III, me fui a cenar con Nacho Gallego, codirector del máster. Teníamos varios pendientes desde su vuelta de Toronto, donde estuvo en la universidad púbica Ryerson.

Durante nuestra conversación me comentó su fascinación por Toronto, la organización político-social de Canadá y me proporcionó un dato de lo más sorprendente: la mitad de los casi tres millones de habitantes de la ciudad son inmigrantes. El área metropolitano (CMA) supera los seis millones de habitantes. Lo primero que hice al llegar a casa fue comprobar este dato. En la web del ayuntamiento de la ciudad indican que un 51,2% de la ciudad son inmigrantes y un 46,1% en la CMA.

En la Wiki podemos leer sobre Toronto, la ciudad más grande de Canadá y la quinta de América del Norte: «Toronto es la mayor ciudad del mundo en porcentaje de residentes no nacidos en el propio país»; «Debido al bajo índice de criminalidad, el cuidado medio ambiente y el alto nivel de vida, Toronto, es considerada con asiduidad una de las ciudades mejor habitables del mundo»; «La ciudad tiene más de 150 grupos étnicos que hablan más de 100 idiomas»; «El inglés es el idioma predominante en la ciudad, pero también tiene un alto porcentaje de hablantes de otros idiomas tales como el francés, italiano, español, chino, portugués, panyabí, tagalo o hindi. El idioma italiano es el segundo más hablado en el entorno laboral,​ y el teléfono de emergencias de la ciudad (el 911) está equipado con un programa capaz de interactuar en 150 idiomas distintos.»

Definitivamente Toronto es una ciudad pesadilla para Vox y sus planteamientos.

NG

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«Rock ‘n’ Roll» en la universidad

Broncano

El subidón que me ha dado ver el Facebook de Fernando Broncano es difícil de explicar. Que un libro tuyo sirva de referencia para una clase en una universidad supone una enorme alegría.

Fernando Broncano es Doctor en Filosofía por la Universidad de Salamanca y Catedrático de Filosofía de la Ciencia en la Universidad Carlos III de Madrid.

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Los primeros 50 años de la imprenta

Printing RevolutionLa Mundana hizo un curso en la Carlos IIIDel Manuscrito a las pantallas: Una historia de la Cultura escrita dirigido por el gran Enrique Villalba (yerno de otro grande, el productor musical José Luis de Carlos, dicho sea de paso). La entrada para  la visita del Palacio Ducale, que nos quedó pendiente del año pasado (Montero Glez insistió mucho en que fuéramos, para ver las salas de los tribunales donde juzgaron y condenaron a Casanova así como las mazmorras donde le encerraron), tenía varios extras como bonus. Uno era la visita al Museo Correr, enfrente de la Basílica de San Marcos, al otro lado de la plaza. Y entre las actividades disponibles a La Mundana se iluminó la cara viendo que había una exposición sobre los primeros 50 años de la imprenta de tipos móviles (la de Gutenberg).

Viendo la exposición el recuerdo del curso de Villalba y el de mi editor, Jesús Espino, presidió el recorrido. En el caso Villalba ya ha quedado claro el motivo y en el de Jesús, era por su profesión de editor y su amor por Venecia.

Descubrimos recorriendo las salas de la muestra que en ese medio siglo (1450-1500) Venecia se convirtió en el primer centro mundial de impresión y distribución de libros.

Hice esta foto de un libro de autentica tapa dura:

Tapa dura

El resto de fotos son de La Mundana:

El video es muy interesante (está en inglés): define muy bien el objetivo de la investigación realizada sobre el impacto cultural y económico que supuso la aparición de la imprenta.

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