Out on the road for forty days Last night in Little Rock put me in a haze Sweet, sweet Connie, doin’ her act She had the whole show and that’s a natural fact Up all night with Freddie King I got to tell you, poker’s his thing Booze and ladies, keep me right As long as we can make it to the show tonight
Esta semana fallecía Connie Hamzy, la legendaria groupie de Little Rock (Arkansas), inmortalizada en el «We’re An American Band» de Grand Funk en 1973 (se habían desecho del Railroad de su nombre original). Ella es la «Sweet, sweet Connie» del principio de la letra. Posteriormente otras bandas también la cantaron (Guess Who y Cheap Trick).
Acompañante de las giras de los primeros Allman Brothers Band, luego pasó a hacérselo con Alice Cooper. Su salto a la fama entre los músicos (y el personal de gira) fue inmediata. Imprimió unas pegatinas rosas con su nombre, ubicación y número de telefóno que pegaba en todos los camerinos. Los 70 fueron su década. El primer escándalo de Bill Clinton, siendo gobernador de Arkansas, la tuvo a ella como protagonista femenina.
Maestra de escuela de profesión fue despedida por su estilo de vida. Recurrió la decisión en los tribunales y ganó el pleito.
Quienes la conocieron (y disfrutaron de sus habilidades) hablan de una persona muy conocedora de la música popular de su época. Su conversación y las anécdotas sobre otros artistas atraían a los músicos (además de lo obvio). Entre los británicos Ringo Starr y The Who fueron sus mejores amigos.
Mi vida con John Lennon, bajo su influencia, se podría resumir en las canciones anotadas en el sobre de la imagen. Son mi selección final para el especial 24 Horas Lennon de Rock FM. Me dejé fuera muchas favoritas de John, tanto con TheBeatles como sin ellos. Un ejemplo: en el teléfono tengo de tono la introducción de guitarra del «Revolution«. También entraron temas que no están apuntados y que surgieron durante la conversación. De esta lista, que luego reduje porque no cabían todas, me sabe mal haber dejado fuera «Fame«. Compuesta por David Bowie, Carlos Alomar y John Lennon, fue el primer nº 1 de Bowie en EEUU. Me resarzo con el video: Bowie la interpreta en el show de TV «Soul Train«.
Por resumir: desde mi infancia John Lennon ha estado presente en mi vida. (Paul también así como George y Ringo).
Su asesinato, el 8 de diciembre de 1980, marca un antes y un después. Y arranca mi vida sin John. Hacia unas semanas que Lennon (y Yoko) había editado «Double Fantasy» con Geffen Records & Tapes. Un gran disco que contenía dos maravillas: «(Just Like) Starting Over» y «Woman» (me costó horrores quitarlas de la lista). Podría citar un par más, pero estas dos son las imprescindibles. A la altura de sus mejores obras.
Casi un año después, el 24 de noviembre de 1981, La Mundana y un servidor aterrizábamos en Nueva York. Llegaba a la central de CBS para gestionar el marketing internacional de Geffen. De no haber sido asesinado habría trabajado con Lennon, artista Geffen. En el presumible álbum posterior a «Double Fantasy«. Y a partir de aquí arranca mi fantasía…
Hubiese conocido el edificio Dakota por dentro, concretamente el piso de John y Yoko. Seguro que me habría amigado con ambos. Nunca he formado parte del grupo de haters de Yoko Ono. Al revés, lo cual me convertía en una rareza y podría ser un excelente pasaporte de cara a la pareja. Hoy, muchos de sus detractores han madurado y ya ven a Yoko de otra forma.
También fantaseo con la buena pandilla que habríamos formado Leonard Cohen, John Lennon y un servidor. Y cuento con un as en la manga: las magnificas paellas de Osvaldo Gomariz, celebradas en todo Manhattan. Ay, esas paellas perdidas en el Dakota… maldito asesino!!!
Si en Rock FM decía que me habría gustado dirigir Apple, la discográfica de los Beatles, imaginen lo que me hubiese gustado llevar el marketing internacional de Lennon. ¡Y tratarle!
Hoy se cumplen 40 años del Concierto por Bangla Desh. Fue el 1 de agosto de 1971 en el Madison Square Garden de Nueva York.
A una sugerencia de Ravi Shankar su amigo George Harrison se movilizó inmediatamente. Y se organizó el primer festival benéfico de la historia. El modelo a seguir años después por los Live Aid, las giras de Amnistía Internacional, etc. Nunca antes las superestrellas del Rock se habían congregado de forma altruista.
También sería la primera vez que un Beatle actuaria tras la separación del grupo. Y esa noche, hace 40 años, hubo dos sobre el escenario: Ringo Starr estuvo al lado de George, su excompañero y amigo.
Bob Dylan llevaba sin actuar desde agosto de 1969. Fue en el Festival de la Isla de Wight. Esta causa le sacó de su retiro. Salvo una aparición en el concierto de Nochevieja de The Band, ese mismo año (1971), no volvería a cantar en directo hasta 1974.
Harrison, Dylan y Russell en el MSG
Harrison le encargo la dirección musical a Leon Russell, quien en tiempo récord montó la banda base (su experiencia al frente de la gira de los Mad Dogs & Englishmen de Joe Cocker resultó decisiva, porque además casi no hubo tiempo para ensayar).
La siguiente pieza documental, con subtítulos en español, sitúa perfectamente el momento y la situación.
Hace un mes dimos (los medios, o sea, sus obreros) amplia noticia del concierto que reunía a Paul McCartney y Ringo Starr en el Radio City Music Hall. La chochona melódica y el baterista gracioso hicieron de la noche un alegato rocanrolero. Le robaron el escenario a David Lynch, empeñado en recaudar fondos para que los niños pobres accedan a los beneficios de la meditación. Toma castaña. A falta de antivirales, agua o comida, sobredosis Zen. Por acabado que muchos consideren a Marx, el filósofo con mariposas en las barbas delineó hasta la corva el sentido último del opio espiritual, así en los días de los infantes deshollinadores como en la era de la lechuga vegana y el trascendentalismo chic. Que Lynch está gagá resulta obvio. Como tantos artistas millonarios cree disponer de la fórmula mágica. Aliviará este valle de mierda porque su capacidad creativa le otorga poderes demiúrgicos. Es lo que tienen los premios, y la coca. A este paso el descrédito de los intelectuales será irreparable. Siguiendo la divisa antigua, con el habla trabucada por el ego, montan un caballo a la manera de Don Quijote y parten a la conquista de la dicha universal. Qué pesaditos.
Otro renombrado activista, sólo que menos marciano, ha sido, es, Pete Seeger. Cumplía noventa años. Un tremendo cartel de discípulos, amigos, socios y colaboradores tomó las tablas del Madison Square Garden para festejarlo. Al reclamo acudieron Bruce Springsteen, Tom Morello, John Mellencamp, Emmylou Harris, Kris Kristofferson, Dave Matthews, Arlo Guthrie, Joan Baez, Steve Earle, Bela Fleck, Michael Franti, Ben Harper, Tom Paxton, Richie Havens, Ani DiFranco, Patterson Hood, Eddie Vedder, Ladysmith Black Mambazo, Ramblin´ Jack Elliot, Roger Mcguinn o Taj Mahal. Faltaron Bob Dylan, de gira por Europa (y poco dado, intuyo, a cantar “This land is your land” en cascabelera comunión cósmica) y Silvio Rodríguez, al que las autoridades estadounidenses denegaron por lo fino el visado. Aclaro que el cubano me parece un compositor e instrumentista superdotado, y un dogmático insufrible cada vez que engancha el enésimo subidón guevarista, pero eché en falta que alguien le dedicara un capotazo, unas palabras de apoyo, un guiño, no sé, algo.
Como en el concierto del cincuenta cumpleaños de Dylan, callaron como putas. Entonces, porque no parecía conveniente poner de mala leche al público tocándole los nuncios al Santo Padre; el domingo, porque en tiempos de “Working on a dream” (qué desorientado y banal suena últimamente mi amado Bruce, con lo que ha sido, dios), estropear los coros y danzas recordando la evidente monstruosidad del bloqueo quedaba muy feo.
Sí, claro, odiamos al senador McCarthy, aquel borracho paranoico y cabrón. Oh, cielos, condenamos la Caza de Brujas, etc., sólo que mejor hacemos mutis y esperamos para soltar la lengua cincuenta o sesenta años. Mejor, quita, quita, demostramos la tenacidad de nuestras convicciones cuando el asunto sea pasto de gusanos, desayuno de historiadores, criadero de moho.
Al menos el gran Seeger hace tiempo que abandonó su musculada defensa del hombre socialista por la más prosaica aspiración de limpiar el Hudson. Mucho mejor, digo, sacarle brillo a las truchas, desatascar rápidos, depurar aguas, que la empanada del Sr. Lynch y sus mantras curriculares.
Y lo peor no es eso.
Lo más chungo es que cualquier día se pone flamenco y zas, nos castiga el páncreas con otra película, por ejemplo, mmm…, Inland Empire II.