El Chelsea sembró el pánico en el Bernabéu. Desde el minuto 15 cuando Mount hizo el 0-1. Un golazo, que contó con la pasividad de nuestros centrales.
La vuelta arrancó con un Real Madrid de buen tono. Mas ese primer gol nos metió el miedo en el cuerpo. El equipo empezó a flaquear y a no dar una a derechas. Se fallaban los pases, incluso los fáciles; ellos llegaban antes a los balones divididos; ganaban todos los balones por alto. Nos presionaban por todo el campo y no nos daban respiro. Se anticiparon en todas las jugadas.
Ancelotti hablaba de defensas optimistas y pesimistas. Los optimistas son aquellos que piensan que nada va a salir mal y se confían Acaban fallando. Los pesimistas son los que piensan que algo puede torcerse. Están siempre concentrados y no cometen errores. Siguiendo este símil soy un madridista pesimista. Siempre me pongo en lo peor. Y detesto los ambientes de euforia artificiales. Salvo cuando se celebran títulos. Estaba preocupado por el partido de Liga ante el Getafe tras el 1-3 de Londres. Y muy preocupado respecto a la vuelta frente a los de Tuchel. Así lo expresé en el post de ayer que despedí con «El Chelsea no ha dicho su última palabra…».
Lo mejor que le pudo pasar al Madrid fue llegar con 0-1 al descanso.
Mi estado de ánimo se hundió en el 50 cuando Rüdiger cabeceó el 0-2 a la salida de un córner que no fue. ¡Menudo partidazo el del central! Resulta complicado destacar a un solo jugador del Chelsea. Marcos Alonso, Kanté, Kovacic, etc. Pero Rüdiger estuvo inmenso, tanto en defensa como en ataque. Y en el centro del campo. Porque tanto él como Thiago SIlva adelantaron sus posiciones al círculo central. Cortocircuitaban el escaso juego blanco. Escaso precisamente por ellos y su línea de medios, con Kovacic y Kanté al mando.
El pánico alcanzó niveles estratosféricos cuando Marcos Alonso anotó en el 62. Afortunadamente el VAR detectó que había tocado el esférico con la mano. Ya pueden imaginar el alivio con la anulación del gol. Esta acción puso fin a una reacción blanca iniciada con un lanzamiento de falta de Kroos en el 55. El meta del Chelsea, Mendy, voló y evitó el gol. Era la primera vez que le pusimos a prueba. El equipo se rehizo y se vino arriba. Tras la incertidumbre del gol anulado hubo cierto titubeo. Y a los tres minutos Benzema cabeceó al larguero un pase de nuestro Mendy. Las dos primera ocasiones blancas se produjeron en estos 10 minutos de la segunda mitad (del 55 al 65). Muy poco bagaje ofensivo para cualquiera y más si juegas en casa.
Camavinga entró en el 72 por un Kroos que se marchó visiblemente enfadado. Se buscaban piernas y frescura.
El espejismo blanco se desvaneció en el 75 con el 0-3 de Timo Werner. En nuestra enésima pérdida en la salida de balón este se lo llevó el delantero, que desde que fichó por el Chelsea ha perdido su olfato goleador. A trancas y barrancas se impuso tras dejar sentado a Casemiro en el área y puso por delante a su equipo en la eliminatoria. El Madrid estaba eliminado. Quedaba un cuarto de hora y seguíamos necesitando marco un tanto. Al igual que el con 0-0 del principio.
Ancelotti hizo dos cambios en el 77: entraron Marcelo y Rodrygo por Mendy y Casemiro. Acto seguido Courtois salvó el cuarto. Y al minuto Rodrygo, en el primer balón que tocaba hacía el indispensable gol. Un pase de Modric con el exterior, marca de la casa, lo remataba Rodrygo en carrera y de volea. Se desató la locura y todos (jugadores, equipo técnico y afición) nos lo empezamos a creer.
Pulisic salió en el 82 por Werner. Pudo sentenciar en dos ocasiones. La primera en el descuento fue la más clara. La segunda fue en la prórroga.
Nacho en el 86 se acalambra. Estuvo flojo en la primera parte y se resarció en la segunda. Cinco minutos después fue sustituido por Lucas Vázquez. Carvajal, que se multiplicó en defensa, pasó a jugar de central.
El 1-3 final nos llevaba a la prórroga. ¿Resistiría el Chelsea media hora más tras el esfuerzo de los 90 minutos? Porque su presión alta todo el partido fue asombrosa.
A los seis minutos de la prórroga alcanzamos el éxtasis. Camavinga robó un balón en la línea media rival. Lanzó a Vinicius. El brasileño que arrancó muy bien el partido y provocó una amarilla de su lateral, James, se fue diluyendo y no supo aprovechar esa ventaja. O no le llegaban balones o los perdía. Pero apareció cuando más se le necesitaba. En la prórroga con un 1-3 en contra. Corrió la banda hasta casi la línea de fondo y con un toque sutil se la puso en la cabeza a su Benzema. El francés demostró su clase cabeceando para pillar al meta a contrapié. 2-3. ¡La semifinal estaba al alcance de la mano!
El Chelsea no se dio por vencido e intensificó su asedio. La mejor prueba del bombardeo es la estadística final de remates. El Madrid solo remató 10 veces (cuatro a portería, dos goles). ¡El Chelsea 29! De los 29 siete fueron entre los tres palos, marcando tres tantos.
Courtois se lució varias veces durante el tiempo extra. Desbarató buenas ocasiones del rival. Y cuando no lo hizo, fallaron ellos como en una clarísima en el 119 de Jorginho (que ayer no fue titular). El Madrid, encerrado (Ceballos entró por Vini) solo pudo hacer dos buenas contras.
El pitido final fue uno de los alivios más grandes de mi vida futbolística, comparable a ganar una final europea en los penaltis.
Real Madrid y Villarreal se han clasificado para semifinales de esta Champions. A ver que sucede con el Atlético de Madrid que tiene que remontar un 1-0 en contra. Podrán ser tres semifinalistas de nuestra competición.
Un madridista pesimista como un servidor ya está pensando en el decisivo partido contra el Sevilla en el Sánchez Pizjuán. ¿Nos pasarán factura las bajas por sanción (Casemiro) o lesión, más la tremenda fatiga de estos 120 minutos? Aunque la alegría de la clasificación pueda ser la mejor vitamina.