24 de mayo de 2009

No lo he acordado con Adrian como cuando meses atrás he escrito en El Mundano sobre los míos y su camino por la Champions, que se acaba el miércoles con la gran final en Roma, o cuando he publicado mi aportación a canciones decisivas de la época «heroica» o al salir de paseo las batallitas de los viejos colegas de Popular FM, casi cuatro décadas después.
Pero es que tengo que decirlo y escribirlo. ¡Qué pedazo de jugador viste de rojiblanco desde hace dos años! ¡Qué calidad y que profesionalidad! ¡Qué orgullosos tienen que estar los uruguayos de tener un compatriota que está a la altura de los grandes futbolistas mundiales del momento! Si eres sudamericano, si no eres argentino o brasileño… mala cosa para que te reconozcan méritos. Será porque los viejos logros de la celeste uruguaya quedan tan lejos y amarillentos…
Diego Forlán es el mejor jugador del Atlético de esta campaña y desde hace muchas (no, que no me olvido de ese Niño que se echó el equipo a cuestas quizás cuando había menos calidad en el plantel que ahora y que tiene bien merecido el hueco en nuestra historia en rojiblanco).
Ayer, en esa jornada (ufff… que congoja) que nos obligó la estúpida guerra de los derechos televisivos a seguirla por la radio, como en los viejos tiempos («Gol en Bilbao, gol del -la h no se pronuncia y alarga el suspense- Atleti… ¡co de Madrid!”), aunque uno tuviera comprado su partido por PPV, Forlán volvió a demostrar su talla.
Hace años, en otras épocas -ahora, quieras que no, son tiempos mejores, aunque sólo sea porque somos europeos- uno salía del Calderón reconfortado porque había visto un buen manejo del mago Kiko, de espaldas a puerta o un slalom de Futre a velocidad de vértigo o un protagonismo de Torres en lucha casi solitaria contra el mundo…
Ahora -y mira que tiene peso el nombre del Kun– todos los focos apuntan a Forlán. Ha metido goles de todos los colores. Con la izquierda, con la derecha, desde lejos -una de las especialidades de la casa y que ha sido punto de apoyo para levantar resultados que parecían irremontables- o desde cerca. Y ha jugado de punta, de enganche, pasando balones e incluso de lateral achicando y despejando a córner. Nada rara esa imagen de algún partido de verle con el gesto desencajado y exhausto tras completar una maratón de kilómetros corridos sobre el césped.
Con los de ayer -tres, aunque el último fuera de regalo, porque se resbala, no «piscinea» y no tiene la culpa de que los árbitros sean tan malos- llega a los 31 goles que le van a dar el Pichichi porque Eto’o se retira entre deberes a la patria y rendido a la evidencia (y van dos que el rubio le rebasa en la recta final de la pelea por ser el máximo realizador) y quizás también la «bota de oro«.
La jornada próxima hay que poner el broche. Un punto ante los de Hugo Sánchez – mira, casualidad, otro goleador de la casa rojiblanca de la historia más reciente, aunque al manito se le suele «olvidar» ese pasado- y estará conseguido el pasaporte para jugar la Champions 09-10. ¿Y algún gol más de Diego Forlán? No sería de extrañar.
Esa despedida de curso tendrá que recordarse como el día en que el habitual grito de reverencia y de caer rendidos a sus exhibiciones -¡¡U-ru-gua-yo -u-ru-gua-yo!!- atruene más que nunca.
PD.-No quiero ni pensar que, por la incompetencia de quien corresponda en las alturas directivas, ese partido que viene sea sinónimo de despedida del 7 del Atleti que, a fuerza de trabajo y calidad, se ha reivindicado como un inmenso y completo futbolista. Juega a nuestro favor para echar para atrás, precio aparte, a los posibles pretendientes, que tiene ya 30 años recién cumplidos. Aunque, bien pensado, como es un atleta, le queda fútbol y gasolina para tres o cuatro temporadas más. Vamos, que sí, que tiemblo. Como nos le birlen….
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