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Mi mamá tenía razón

Estos días no puedo dejar de recordar a mi madre cuando veo las imágenes de la retirada rusa de ciertas zonas de Ucrania. Y pienso que «mamá tenía razón» cuando las teles muestran el material armamentístico abandonado por los rusos y recuperado por el ejército ucraniano.

¿A qué se refería mi progenitora? Pongámonos en situación: estamos en la Rumanía de la II Guerra Mundial. A unos 60 kilómetros de la capital, Bucarest, hay un enclave decisivo. Se trata de la localidad de Ploiesti, donde se encuentran unos codiciados pozos de petróleo y varias refinerías. Cuando Hitler rompió su pacto con Stalin e invadió la URSS un objetivo era controlar la localidad petrolera. Sería la base del suministro para las tropas nazis en su marcha dentro del territorio soviético. Rumanía se convertía así en campo de batalla. (Los alemanes tomaron Ploiesti, que fue bombardeada por británicos y estadounidenses; posteriormente fue liberada por el ejército soviético).

Mi madre destacaba la destreza y eficacia de los ataques aéreos de alemanes y británicos. De las fuerzas aéreas de EEUU comentaba que oscurecían el cielo y arrasaban con todo lo que hubiese debajo. Es decir, puntería vs. fuerza bruta. Y de los rusos soviéticos decía que había que tener cuidado con que las bombas no te diesen en la cabeza o golpeasen cualquier otra parte del cuerpo. Además añadía que también había que tener cuidado en no pisarlas, o tropezarse con ellas, no fuesen a explotar. Esa imagen de ineficacia que transmitía su relato podría aplicarse a la Rusia de hoy en día. El cine nos dejó obras maestras de Billy Wilder y Ernst Lubitsch a este respecto en tono de comedia (referidas a la época soviética): «Uno, dos, tres»  y «Ninotchka«.

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El pacto Hitler-Stalin: la primera pinza de la historia

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En 15 días se cumplen 80 años del pacto Hitler-Stalin. La primera pinza de la historia. Dicen que los extremos se tocan. En la historia reciente este es un ejemplo clarísimo. Precedente de lo que por aquí denominamos en su día la pinza, referido a lo de Anguita y Aznar. Parecería que los comunistas tienen tendencia a pactar con extremistas de la derecha o directamente con el fascismo (o pasarse a militar en el PP y hay varios ejemplos al respecto tanto desde el PC como del PT). Lo de Pablo Iglesias podría perfectamente entrar en este concepto de «pinza». El neocomunista Iglesias con las dos investiduras fallidas de Pedro Sánchez, de las que fue directamente responsable, facilitó en la primera el afianzamiento de Rajoy y en esta segunda… de momento seguimos con los presupuestos prorrogados del PP de Rajoy y Montoro. Y ya veremos por dónde sale el sol. De entrada, no tener nuevos presupuestos no parece una medida muy progresista. Aunque a Podemos le haya servido para despedir gente con esa reforma laboral del PP, que afirman detestar. La de los 20 días por año trabajado. Por ahí fuera también tenemos ejemplos recientes como en Francia: Melenchon no apoyando a Macron frente a Le Pen. (En EEUU los simpatizantes de Bernie Sanders le dieron la espalda a Hillary Clinton frente a Donald Trump).

El 23 de agosto de 1939 los ministros de exteriores nazi y soviético, Ribbentrop y Mólotov, firmaron en Moscú el Tratado de No Agresión entre Alemania y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Nueve días después comenzaba la II Guerra Mundial. En 1941 los nazis iniciaron la (fracasada) invasión de la URSS.

El Tratado contenía cláusulas de no agresión mutua (que saltaron por los aires dos años después). Pero había algo más: un Protocolo adicional secreto por el que ambos países se repartían Europa del Este. Como primera consecuencia de este pacto oculto el III Reich alemán invadió Polonia y la URSS hizo lo propio con las repúblicas bálticas de Estonia y Letonia (posteriormente también Lituania) y Finlandia, a las que pronto se añadió el Reino de Rumania a la par que los nazis ganaban la batalla de Francia y se lanzaban a por el Reino de Yugoslavia y Grecia.

Este Protocolo secreto marca el primer hito de la propaganda soviética. Lo negaron hasta la saciedad. El objetivo era ocultar que el Protocolo estaba en el origen de la II Guerra Mundial. Hasta que en ¡1989! un historiador de la RDA (la Alemania comunista) no solo reconocía su existencia, es que además justificaba su firma. Hay que decir que los documentos oficiales fueron encontrados por los británicos al finalizar la guerra. La URSS negó la oficialidad de los papeles aduciendo que eran una falsificación. Se cree el ladrón que todos son de su condición. Pero en ese 1989, 50 aniversario del pacto Hitler-Stalin, la URSS tras una investigación, auspiciada por el gobierno de Gorbachov, reconoció finalmente la existencia del acuerdo secreto. La Nochebuena de ese año 1989, el Congreso Soviético condenó la firma del Protocolo adicional secreto del Tratado, así como la de otros documentos secretos firmados entre la URSS y la Alemania nazi.

En esos 50 años transcurridos, entre la firma del Tratado y el reconocimiento del Protocolo, la propaganda comunista fue afinando sus redes hasta alcanzar cotas inimaginables. Al principio los partidos comunistas, bajo la directa influencia de la URRS, justificaron el pacto. Siguieron a rajatabla las órdenes estalinistas de cesar la propaganda contra el fascismo para atacar a las democracias occidentales, enemigas de la Alemania nazi. (Lo de arremeter contra las democracias es una constante comunista; recuerden eso del Régimen del 78 aquí en España). Un ejemplo, los militantes del Partido Comunista Francés rehusaron prestar el servicio militar cuando Francia entró en guerra contra el Reich (septiembre de 1939). Acusaban al gobierno francés de lanzar una «guerra imperialista» (¿les suena, verdad?), saboteando loa esfuerzos bélicos de su país. Hubo conductas parecidas en el partido comunista británico y en los de otros países. Los intelectuales también pusieron mucho de su parte en la desinformación. Y a los que se apartaron del influjo comunista los machacaron, mientras la maquinaria encumbraba a los fieles.

Todo se repite…

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