Jon Batiste, con cinco premios, Sonic Silk y Olivia Rodrigo son los triunfadores de los Grammy 2022, por número de galardones y la importancia de los mismos. En este último aspecto Batiste ganó el de Mejor álbum por «WE ARE» y Silk Sonic -el dúo formado por Bruno Mars y Anderson .Paak– al mejor tema por «Leave The Door Open» (en realidad fueron dos: Disco del año y Canción del año). Rodrigo fue elegida la artista revelación (Best New Artist) y dentro de la categoría Pop se llevó dos (Best Pop Solo Performance y Best Pop Vocal Album).
Hoy buscando el post que escribí el año pasado sobre Batiste y su «I Need You» descubro que no lo publiqué. El video y la canción me atraparon inmediatamente en su día. Era anticipo de su álbum «WE ARE«, próximo a editarse en esos días. Ahora sé que fue el segundo sencillo antes de la edición de «WE ARE«. El primero fue el que dio título al álbum y se convirtió en un himno en las marchas del Black Lives Matter.
Jon Batiste pertenece a la ilustre familia Batiste de Nueva Orleans. Familia de músicos entre los que destaco a Harold Battiste (atención a la doble t de su apellido, el único de la familia en usarla). Harold fue esencial en el desembarco del sello Specialty de Art Rupe en NO. Arregló, tocó y produjo con gente de la talla de Sam Cooke («You Send Me«), Lee Dorsey («Ya Ya«), Sonny & Cher («I Got You Babe«) o Dr. John (produjo sus primeros LPs). Tanto Harold como otros miembros de la familia enseñaron música.
Jon Batiste, nacido en uno de los principales suburbios de Nueva Orleans, se graduó en Julliard y se estableció en Nueva York. Actualmente es el director musical y líder de la banda del late night show de Stephen Colbert en la cadena CBS. Este Batiste, el actual, entró en mi radar cuando arrasó con la banda sonora de «Soul«, la película de animación de Pixar de 2020 (en la que también intervino Trent Razor). «Soul» ganó Oscar y Grammy a la mejor BSO.
«I Need You» abría este post que cierro con otro temazo con una coreografía espectacular «Freedom» (Grammy al Mejor video musical). En el apreciamos la amalgama estilística de la música de Jon Batiste, sus herencias y las de su Nueva Orleans natal, cuna de la más importantes músicas del siglo XX.
Mientras trasteo con el ordenador, a la espera del arranque del Barça-Atlético de Madrid, me entero del fallecimiento del gran Lloyd Price. Ocurrió hace dos días. Acababa de cumplir 88 años el pasado 9 de marzo. Mr. Personality, su apodo tomado de uno de sus tres grandes éxitos, definió junto a su admirado Fats Domino lo que se denominaría como el Sonido de Nueva Orleans. Tenían un nexo común: la banda de Dave Bartholomew. Y para acrecentar la conexión, Fats Domino grabó (y salvó la sesión) en el primer disco del jovencísimo Lloyd Price, «Lawdy Miss Clawdy«.
La importancia de esta grabación, su historia y sus versiones la encontrarán en los tres pantallazos que cierran este post. Están tomados de mi libro «Rock ‘n’ Roll: el ritmo que cambió el mundo«.
«Lawdy Miss Clawdy«, «Personality» y «Stagger Lee» son sus tres grandes éxitos.
Cuando Price abandonó temporalmente la música se fue a vivir 10 años a Nigeria. En 1974 organizó en Kinshasa (Zaire) el festival de música, alrededor del campeonato del peso pesado entre Muhammad Ali y George Foreman. Los cabezas de cartel fueron James Brown, B.B. King, Bill Withers y The Spinners. Price aparece en el documental de Leon Gast “When We Were Kings«, ganador del Oscar en 1996, sobre el combare al que se denominó “The Rumble In The Jungle” y también. de manera más destacada en la filmación de Jeffrey Kusama-Hinte (2008) sobre el festival, «Soul Power«, que resultó caótico. La conexión de Price con el promotor Don King les llevó a colaborar en el «The Thrilla In Manila«, la pelea de 1975 entre Ali y Joe Frazier.
Además de sus proyectos inmobiliarios (casas accesibles para las clases medias bajas), sus negocios de productos alimentarios, quisiera destacar su incursión en los locales de música en vivo. En 1968 compró junto a Harold Logan el Birdland, el legendario club de jazz de Nueva York. El vendedor fue el empresario Morris Levy, un asociado de la Mafia (como podrán leer en mi libro anteriormente citado). El asesinato de su socio y colaborador, en su despacho de Manhattan, desbarató los planes de Price para montar un circuito nacional de salas de conciertos.
Hoy 18 de diciembre se estrena en Netflix la película «Ma Rainey’s Black Bottom«, basada en el musical de Broadway del mismo titulo. Ma Rainey, conocida como la madre del blues (apelativo al que ella no le puso pegas a pesar de la discutible veracidad del mismo), es de una importancia capital en la popularización y difusión del género, así como de la relevancia que obtuvieron las cantantes. Lo que sí es cierto es que fue quien primero cantó blues desde el escenario de un teatro, en 1902 (siendo una adolescente). El blues rural o urbano encontraba su lugar en tugurios, clubes, esquinas, fiestas privadas, etc.
La precocidad profesional de Ma Rainey la proporcionó el conocimiento suficiente para dirigir su carrera. Impuso sus ideas. Era una líder y un ejemplo. Aparte de sus facetas artísticas y empresariales hizo historia apadrinando e impulsando la carrera de la gran Bessie Smith. Se rumoreaba de una relación más intima. Esos amores prohibidos en la época la han convertido con el paso del tiempo en un icono del colectivo LGTB. Y además muchas de sus letras eran marcadamente feministas, reflejo de su personalidad.
Otra contribución imprescindible fue la grabación en 1924 de la versión original de «See See Rider«, con Louis Armstrong y Fletcher Henderson entre los músicos. Ma Rainey es coautora de la canción. Con el paso del tiempo se convirtió en un clásico del rock. La grabó Elvis. Y Mitch Ryder & The Detroit Wheels (en 1965) y The Animals (en 1966) alcanzaron el Top 10 de las lista pop de EEUU con sus versiones.
Ma Rainey fue una figura decisiva en la difusión de los discos de pizarra. Fue una autentica superventas (se decía que salvó a la división discográfica de Paramount de la bancarrota). En cinco años grabó alrededor de 100 canciones. Cuando a las primeras figuras del classic female blues les llegó la hora del relevo, con voces más refinadas, centró sus actividades en la gestión y programación de varios teatros de su propiedad.
Nacida en 1886 como Gertrude Pridgett en Columbus (Georgia), adoptó el apellido de su marido William Rainey (se casaron en 1904). A él le llamaban respetuosamente Pa Rainey. Y ella adoptó el Ma. El «Black Bottom» del título hace referencia a un baile popularizado en el Nueva Orleans de principios del siglo XX. El origen del nombre es doble: de un barrio negro de Detroit llamado así y del gesto del cachete en la nalga que era uno de los pasos del baile (bottom en este caso significa trasero).
En la película, cuya banda sonora es de Branford Marsalis, la gran Viola Davis es Ma Rainey. Les dejo con el trailer.
La música vuelve a las calles de Nueva York. Concretamente es el jazz. Probablemente esta sea la única noticia positiva de la pandemia que asoló la ciudad. Los bares y restaurantes también aprovecharon para instalar terrazas. Por sorprendente que parezca lo de las terrazas no es una costumbre muy extendida en la gran manzana. Al menos no lo era en Manhattan.
Las restricciones a la música callejera en vivo en NY ha sufrido diversas vicisitudes a lo largo del tiempo. Su presencia se ha limitado a momentos puntuales y no ha tenido el protagonismo como en Memphis o Nueva Orleans. La aparición de los grupos vocales de doo wop invadió las esquinas de los barrios de Nueva York desde finales de los 50 hasta principios de los 60. Los cantautores folk hicieron suyas las calles del Greenwich Village a principios de los 60. Y hasta el nacimiento del rap no volvió a verse un movimiento masivo de música en la calle. De principios a mediados de los 80 las aceras se llenaron de raperos y breakdancers.
Este pasado fin de semana el New York Times reportaba sobre este nuevo fenómeno del jazz en la calle. Y también en los parques, aprovechando el buen tiempo veraniego y los buenos días otoñales. Citaban Prospect Park en Brooklyn y dos de Manhattan, Central Park y Riverside Park de Harlem. El titular y el subtítulo del artículo eran significativos: «A Bright Spot in the Pandemic Gloom: Jazz is Everywhere in New York» y «Musicians are playing al fresco all over the city to earn money and boost morale«.
El texto cifraba en 2.400 los locales cerrados en NY dedicados a la música en vivo. En lo referido al jazz se citaba un estudio de la Asociación de Periodistas de Jazz (Jazz Journalists Association) que afirmaba que el 61% de los músicos de jazz ganarían en 2020 la mitad de lo que ingresaron en 2019. Añadían que el 73% de los músicos de jazz no tienen actuaciones programadas para 2021. El subtitulo del artículo, referido a la subsistencia económica y a la terapia moral, cobra más trascendencia ante la cruda realidad de los datos. Lo malo es que el invierno está a la vuelta de la esquina. Y el mal tiempo cercenará esta salida…
Miguel Ríos presenta «El blues de la tercera edad» junto al The Black Betty Trio. El trio, que responde al nombre de un clásico del blues de Leadbelly, lo forman José Nortes (guitarra y coros), quien además produjo y compuso la musica, Edu Ortega (violines y mandolina) y el Señor Mostaza Luis Prado (piano). Txetxu Altube también ayudó en los coros.
La letra, de Miguel Ríos, se centra en una veterana luchadora «de nuestra generación», cuya belleza es «su dignidad» y combate la «soledad de la tercera edad» con nuevos sueños.
El ambiente de blues logrado es total. El violín es un acierto sonoro y junto a las filigranas del piano nos transporta ¿a un club de Nueva Orleans? O a un garito de cualquier población…
Con lo sensible que estoy últimamente este «El blues de la tercera edad» me ha humedecido los ojos en las tres escuchas que le he dado. También es la primera canción inédita que nos presenta Miguel Ríos en 12 años. Se dice pronto, pero es mucho tiempo para un artistazo tan activo e inquieto como el granadino. Una leyenda viva de nuestra música y que sigue con ganas de dar guerra a sus 76 años recién cumplidos.
Poco tengo que añadir sobre Little Richard que no haya escrito ya en mis dos últimos libros, «Bikinis, Fútbol y Rock & Roll» y «Rock ‘n’ Roll: el ritmo que cambió el mundo«. En el primero, el de «Bikinis,…«, contaba la historia del emblemático «Tutti Frutti» y como «limpiaron» la letra para disimular las connotaciones gay. Y del segundo he elegido unos pantallazos que forman los tres vertices de un triángulo indispensable de la música popular del siglo XX: Nueva Orleans, The Beatles y The Rolling Stones. Little Richard es pieza fundamental de la historia de los tres. Es cadena de transmisión: Nueva Orleans le influye y su impronta se transmite a través suya a McCartney y Jagger. Aparte de su liderazgo indiscutible como primer espada del rock ‘n’ roll y su decidido apoyo a los Beatles desde sus inicios.
De los primeros reyes del rock ‘n’ roll (Chuck Berry, Fats Domino, Elvis Presley, Little Richard y Jerry Lee Lewis) ya solo nos queda vivo Jerry Lee…
Quizás este sea un momento adecuado para afrontar la reedición en España de su biografía «The Life And Times Of Little Richard: The Quasar Of Rock» escrita por Charles White.
La parte del curso online de la Universidad de Harvard que más me ha tocado la fibra sensible, ha sido una en la que el foco estaba puesto en las canasteras y cesteras indígenas. La actividad giraba alrededor del Museo Peabody de Arqueología y Etnología de Harvard. Las cestas de la foto me resultan especialmente atractivas por su diseño y color. Son obra de Clara Darden (1829 o 1830-1910) y están hechas de caña de río. Son las últimas que produjo y su tradición se perdió (los diseños de Darden eran particulares y respondían a símbolos ancestrales). Nacida en el sur de Luisiana, en los pantanales al oeste de Nueva Orleans, el padre de Clara Darden fue el último jefe de la tribu Chitimacha. Su nombre proviene del choctaw chuti masha “cogen recipientes”. En su territorio se fundó la ciudad de Nueva Orleans (y fueron desplazados). Cuando Darden falleció en 1910 el censo indicaba que solo quedaban 69. Hoy en día son unos 1.100.
Me ha llamado mucho la atención una legislación del año 1990: The Native American Graves Protection and Repatriation Act (NAGPRA). Una digamos que especie de Ley de Memoria Histórica. Describía los derechos de los descendientes de los nativos norteamericanos, tanto de las tribus indias como de los nativos hawaianos. Hacía hincapié en el cuidado, repatriación y disposición de restos humanos, objetos funerarios y sagrados, así como de todo aquello susceptible de ser considerado parte del patrimonio cultural. Uno de los grandes objetivos de esta ley era obligar a realizar un inventario a las agencias federales y museos que recibían fondos del gobierno. Estas agencias y museos debían poner a disposición de las organizaciones de Indian Tribes y Native Hawaiianel documento con la relación de restos y patrimonio en su poder. Se trataba de llegar a un acuerdo para el destino final de lo inventariado, una vez hallados los descendientes legítimos y/o establecidos los vínculos culturales. El otro gran objetivo era proteger los cementerios indios (lugares sagrados). Bill Clinton era entonces el presidente de EEUU.
Y en estas estaba cuando nos enseñaron una historia maravillosa: la del tótem de ida y vuelta. En el video que cierra este post encontrarán la historia completa (subtítulos disponibles solo en inglés).
El relato resumido arranca con la expediciónHarriman en 1899 cuando llega al Cabo Fox, en la coste sureste de Alaska. Edward Harriman era un magnate del ferrocarril que se rodeó de científicos, artistas, fotógrafos, escritores y naturalistas para explorar las costas de Alaska, mientras él se dedicaría a cazar osos. Encargó a Clinton Hart Merriam, futuro cofundador de la sociedad National Geographic, que seleccionase a los miembros del grupo. En las inmediaciones del cabo descubren un pueblo indio abandonado, Gaash. Pertenecía a la tribu Tlingit. Pero el conjunto de sus tótems y objetos funerarios y otros artefactos permanecía en el poblado. Se lo llevaron casi todo por las razones que fuera. Una de ellas fue para preservar el legado de una población que creyeron desaparecida. Los objetos fueron a parar a manos de coleccionistas privados (como las de algunos miembros de la expedición) y museos. El tótem principal llegó al Museo Peabody de Harvard en 1900.
Resulta que el pueblo solo estaba abandonado temporalmente. Sus habitantes lo habían abandonado por una infección de viruela. Estuvo cinco años vacío. Cuando regresaron se encontraron que sus objetos sagrados y funerarios habían desaparecido. La desolación y congoja que sufrieron es fácil de imaginar. Estaban desnudos de sus creencias y tradiciones más intimas. Y no tenían ni idea de lo que había sucedido.
Cuando la NAGPRA entró en vigor (1990), 91 años después de la expedición, los descendientes de aquel pueblo abandonado pudieron iniciar sus pesquisas. Y lograron encontrar gran parte de las piezas desaparecidas. Varios de los herederos de los expedicionarios devolvieron lo que estaba en su posesión. Entre las personas que restauraron lo obtenido se encontraba la bisnieta de Harriman. A Harvard le reclamaron el tótem el invierno del 2000, un siglo después de tenerlo. Tras el consabido proceso de verificación cumplieron y sufragaron los gastos de envío que se produjo el verano del 2001. Hubo una ceremonia para celebrar el regreso del ansiado tótem. En agradecimiento los Tlingit regalaron a Harvard un cedro. El Museo Peabody encargó al maestro tallador de los Tlingit un nuevo tótem, replica del original. Es el que actualmente se encuentra expuesto.
El video recoge parte de esto. Muy recomendable su visionado. No llega a los siete minutos.
En Nueva Orleans no ganan para sustos: ayer supe del fallecimiento del gran Art NevillePoppa Funk a los 81 años de edad (cumpliría 82 en diciembre). Estaba tocado de la salud según el comunicado de la familia.
Teclista y cantante fundó dos agrupaciones básicas: The Meters (llamados originalmente Neville Sounds y posteriormente The Funky Meters) y los Neville Brothers. Con los primeros ayudó a definir el sonido r&b y funk de Nueva Orleans. Se convirtieron en la banda de otro grande, Allen Toussaint. Con los Meters le vimos en Barcelona en junio de 1976, antes de la primera actuación de los Rolling Stones en España. Además de Toussaint también colaboraron con Robert Palmer y Paul McCartney (entre otros) aparte de otras luminarias de la ciudad más importante de la música popular del siglo XX.
El álbum «Yellow Moon» fue el pelotazo mundial de los Neville Brothers. En el video cuentan con John Hiatt y Herbie Hancock.
En 1954, con 16 años, cantó «Mardi Gras Mambo» con The Hawketts y que se convirtió en el himno del Carnaval de la ciudad desde entonces. (Una prueba más del impacto del mambo en los 50). También la grabó con The Meters.
Me entero por Luis Lapuente del fallecimiento del legendario y centenario Dave Bartholomew (esta próxima Nochebuena hubiera cumplido 101 años). Músico, compositor, productor y arreglista imprescindible en la música negra de Nueva Orleans y del primer rock ‘n’ roll. Lapuente en su artículo para Efe Eme señalabalos cuatro nombres imprescindibles del blues, rhythm & blues y soul de Nueva Orleans (por mi parte añado el rock ‘n’ roll): Cosimo Matassa (1926-2014), Allen Toussaint (1938-2015), Fats Domino (1928-2017) y Dr. John (1941-2019). Ahora Bartholomew se incorpora por derecho propio a este póquer de ilustres. Matassa, ingeniero de sonido, productor y propietario de los estudios donde se cocinaron casi todas las obras maestras de Nueva Orleans, es el único de la relación que no ejerció de artista o músico. En su texto para Efe Eme el Doctor Soul destacaba las palabras de Dr. John sobre Dave Bartholomew:
«Cosimo tenía el secreto de hacer discos. Dejaba que los músicos trabajaran duro y alto delante del micrófono y él los mezclaba de manera absolutamente natural. Fue un gran hombre de negocios, pero el mejor productor que he conocido fue Dave Bartholomew, el mejor músico de sesión, un tipo que conoce todos los secretos del estudio de grabación. También es el mejor bluesman que conozco y el que mejor conoce la música de Nueva Orleans. Me siento orgulloso de que Dave haya tocado en muchos de mis discos, sigue siendo el más grande. Él me enseñó todo lo que sé, me puso una guitarra en las manos, me enseñó los secretos de la música de T-Bone Walter y de todos los grandes de mi época, cuando yo era solo un niño sediento de aprender.»
Originalmente Bartholomew empezó tocando la trompeta. Como autor y productor su labor más reconocida fue con el genial Fats Domino. «My Ding-a-Ling«, una composición suya, fue un pelotazo en una versión tardía de Chuck Berry (en 1972, 20 años después de la original grabada por el propio Bartholomew).
En mi libro «Rock ‘n’ Roll: el ritmo que cambió el mundo» Dave Bartholomew es citado varias veces, destacando sus aportaciones al primer rock ‘n’ roll y a lo que fue el sonido característico de Nueva Orleans desde finales de los 40. A continuación dos pantallazos al respecto. El primero referido a su fichaje por Imperial Records de Lew Chudd y el segundo un extracto del relato de la grabación de «Lawdy Miss Clawdy» de Lloyd Price.
Y para finalizar otra pantallazo sobre una contribución muy importante de Dave Bartholomew, no destacada en ninguno de los obituarios que he visto: el descubrimiento de Earl Palmer, batería básico en la evolución del rock ‘n’ roll y un fijo en todas las producciones de Bartholomew.
El recientemente fallecido Alfredo Pérez Rubalcaba afirmaba que en España se enterraba muy bien. Pero no hay funerales como los de Nueva Orleans. Como contaba en «Rock ‘n’ Roll: el ritmo que cambió el mundo» estamos hablando de la ciudad más importante de la música popular desde finales del siglo XIX (la zona cero para tres géneros tan importantes como el blues del delta del Misisipí, el jazz y el rock ‘n’ roll) y también me refería a que «las marchas de los funerales por la calle eran las más preciadas por los músicos porque bebían y coman gratis al terminar.». Esta tradición de las marchas se ha mantenido a lo largo del tiempo. Tanto es así que nuestro legendario divulgador de jazz Juan Claudio Cifuentes Cifu deseaba tener una celebración parecida cuando le enterrasen (sus deseos fueron cumplidos en Elciego, el pueblo de la Rioja Alavesa que le acogió hace ya tiempo). Estas marching bands tienen detrás de si lo que llaman la second line. Son lo seguidores, donde bailan, cantan y tocan. Son parte indispensable de la marcha.
Es fácil imaginar la que se monta en Nueva Orleans cuando el finado es un músico local. Y más aún si es de la importancia de Dr. John como es el caso. De Malcom John Rebennack Jr. (NO, 1940-2019), su verdadero nombre, decía David Simon, el creador de series de TV como «The Wire» o «Treme«, que «a Dr. John le cabía toda la música de Nueva Orleans en la cabeza». Dudo que Simon conociese la frase de Felipe González sobre Fraga…
El video que despide esta entrada es de la segunda linea de la marcha en honor a Dr. John, a su paso por el barrio de Treme.