20 de enero de 2009

La verdad es que daría algo por volver a escuchar la careta de “Musicolandia”, mi cita obligada de cada noche durante mucho tiempo, en la época de los primeros setenta en la que estudiaba el entonces llamado bachillerato superior. El programa, auténtico pionero en la difusión del rock internacional en España, se emitía por Radio Centro, una emisora de onda media que era la cabecera de una pequeña cadena dependiente del ministerio de Trabajo y después del de Relaciones Sindicales.
Esa mini-cadena se llamaba CES (Cadena de Emisoras Sindicales) y contaba con emisoras en lugares tan pintorescos como Cabra por la sencilla razón de que era la localidad natal del entonces preboste del régimen José Solís Ruiz. Así funcionaban las cosas en los sindicatos verticales del tardofranquismo .
Pues allí, en ese ambiente tan poco propicio a la contracultura imperante y a cualquier manifestación iconoclasta, oficiaba, casi como de milagro, un andaluz llamado Vicente Romero que fue, sin lugar a ninguna duda, el primer disc-jockey radiofónico de este país tal y como lo entendemos si nos guiamos por los parámetros profesionales de los más grandes presentadores de música de las ondas internacionales.
Para empezar, Vicente no realizaba sus programas sentado en el locutorio, sino de pie, con los cascos atronándole en los oídos y sin parar de moverse al ritmo de la música que seleccionaba con inteligencia y criterio. Al otro lado del cristal, en el control de sonido, el trabajo cómplice de María del Mar Hernández (la “supermanos”) o de José María García (el técnico, no el de los deportes), que aportaban el tono necesario para que el espacio sonara diferente, nuevo y tremendamente atractivo en aquel panorama radiofónico anémico de buenos espacios para los amantes de una música radicalmente opuesta a la que programaban las grandes marcas del sector.
La cita era a las doce, después de un comentario literario-costumbrista que bajo el nombre de “Buenas noches, Madrid” leía Luis López de Haro. Inmediatamente después sonaban los primeros acordes del “Magical Mistery Tour” de los Beatles, luego una voz de locutor bien impostada anunciaba: “Musicolandia, un viaje fantástico a través de la música progresiva de todo el mundo…”. A partir de ahí media hora para disfrutar del mejor rock: Rolling Stones, Uriah Heep, Steppenwolf, Atomic Rooster, Three Dog Night, Deep Purple, Jimi Hendrix, Jethro Tull… Todo lo mejor pasaba por aquella sintonía con los comentarios de Vicente que aportaba buena información y nos hablaba de las últimas actuaciones que había visto en el Marquee o en el Hammersmith Odeon. Una gozada…
Los sábados, “Musicolandia” se alargaba hasta las dos de la madrugada en una “edición especial fin de semana en colaboración con Radio Luxemburgo”. Aquello si que nos hacía partícipes de un mundo diferente, Radio Luxemburgo, al estilo de Radio Carolina y las míticas emisoras piratas, con su música y la forma sui generis de presentar los discos… Era Europa cuando aún no habíamos entrado en la CEE. Los insomnes, que éramos muchos, disfrutábamos aquellas dos horas sabatinas con auténtica pasión.
También los sábados, pero de cuatro a seis de la tarde, se emitía en Radio Centro el “Mariskal Romero Show”, un programa con el nombre artístico del disc-jockey al estilo de legendarios presentadores musicales como “Wolfman Jack”, el “Emperador Rosko” o John Peel. En uno de esos programas “Mariskal” estrenó, tema por tema, “Goat’s head soup” de los Stones, antes de su publicación en Gran Bretaña. Con un par. Eso, por cierto, lo hacía mucho, programar grabaciones antes de su edición en Inglaterra o Estados Unidos, lo cual a mí me parecía lo más de lo más. Alucinante.
En la calle Huertas, 73 (Madrid-14), donde estaban los estudios de Radio Centro, en el edificio del diario “Pueblo”, se celebró también la maratón de 48 horas de emisión ininterrumpida tras el asesinato de John Lennon, un auténtico hito en la historia de la radio de este país. En esa emisora, dirigida por Juan Ignacio del Álamo, trabajaron Pepe Domingo Castaño (“Discoparada”), Pepe Cañaveras, Elías Rodríguez, Luis Gómez, Javier Díez, Pilar Falagán, María Luisa Seco, Ignacio Aúz (estos dos últimos tristemente desaparecidos), y muchos más que encontraron después lugares destacados en las parrillas de programación de otras emisoras.
Vicente Romero trabajó también en Radio Nacional de España (“Ciudades del mundo”), fundó el mítico sello discográfico Chapa (“¡Viva el Rollo!… que no hay quien lo pare”) y viajó con su inconfundible estilo radiofónico a México y Argentina, país donde realizó miles de horas de buena radio. En los setenta participó en la programación de conciertos en la discoteca M&M de Madrid (en la calle Béjar, número 9) y gracias a él pudimos ver en directo a muchos de los grupos y solistas que triunfaban en el Reino Unido: Soft Machine, Greenslade, Sandy Denny, Beggars Opera, Glen Cornick, Mick Abrahams Band, Geordie… y tantos más.
Como actividades complementarias en su currículum, también está la dirección de los estudios de grabación “Mediterráneo” de Ibiza y la participación (no sé en qué grado) en una tienda discográfica diferente (“Pato Discos”) ubicada en la calle Ardemans de Madrid, muy cerca de M&M. Ahí recuerdo que me compré, recién editado en España, el “Planet Waves” de Bob Dylan. Como veis, la actividad de “Mariskal” daba para mucho.
Y da, ya lo creo que da, porque en la actualidad Vicente es un “viejo rockero” que sigue en la brecha. Dirige las revistas “Heavy Rock” y “Kerrang” y tiene una página Web en la que continúa haciendo radio a diario con la misma energía de siempre.
Nunca se vendió, jamás cedió a presiones y en esa autenticidad reside parte de la mucha admiración que tengo por él. Me hizo descubrir una buena parte de la música que marcó mi vida y escuchándole se acrecentó mi vocación periodística. Años después de “Musicolandia”, tuve oportunidad de conocerle e incluso de ayudarle en alguna misión posible (ver el post de “El Mundano”: “Paseando a Nico por Madrid: Toda una experiencia pop”).
La última vez que hablé con él por teléfono me dio envidia contándome como había acudido al concierto de reaparición de Led Zeppelín. Le sigo queriendo por todo lo que hizo y que aún hace. Si este no fuera un país de envidiosos, cicateros y lindos de nuevo cuño, se le consideraría en la profesión como lo que es: un maestro, un avanzado y un personaje imprescindible a la hora de hablar de música pop y rock en los medios de comunicación.
Marcó un estilo y algunos se lo recoceremos siempre. Un servidor, incondicionalmente, y también un becario-ayudante que tuvo en aquellos tiempos legendarios y que hoy, felizmente, edita este blog mundano en el que podemos hablar de música por los codos y reconocer a los que valen.
Por todos los buenos ratos. Por la radio. Por la música… Gracias Vicente.
Salud y un abrazo fuerte.

Me gusta esto:
Me gusta Cargando...