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Las consultoras controlarán el reparto de los fondos europeos

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Las grandes consultoras y las cuatro auditoras que conforman las Big Four serán las encargadas de controlar el reparto de los fondos europeos. Me quedé helado cuando Esteban Hernández me lo comentó ayer. No tenía ni idea. Y eso que Esteban me ha asegurado que es información publica. Efectivamente lo es, aunque no me haya enterado, porque no he estado atento ni ha aparecido en los titulares de los grandes medios. Por ejemplo, una de las Big Four, PWC (PricewaterhouseCoopers), ofrece sus servicios al respecto en su Web e incluso tiene un anuncio publicitario

Me preocupa mucho este asunto. A estas empresas las defino como «el enemigo». Y las he sufrido. Más bien, las hemos sufrido. Fue hace décadas, cuando su irrupción en el mercado discográfico supuso el inicio del declive. Lo conté en un artículo para Jot Down: “Coca, medios, tiendas de discos y Wall Street: razones del colapso de las discográficas“. 

A bote pronto surgen dos problemas. Ambos son éticos.

El primero es un problema moral. ¿Cómo podemos confiar el asesoramiento a empresas de operaciones cuestionables. Como recomendar en 2008 la compra de acciones de Lehman Brothers, sabiendo que estaban al borde del colapso, que sucedió a las pocas horas. Estamos hablando del pistoletazo de salida del crack de las finanzas y de la economía mundial. O la multa de 573 millones de dólares a la consultora líder, por la crisis de opiáceos en Estados Unidos. A la multa siguió el cese, disfrazado de dimisión, de su gerente.

El segundo problema es de conflicto de intereses. Todas estas empresas consultoras (las auditoras tienen divisiones de consultoría), van a estar en misa y repicando. Entre sus clientes figuran las grandes empresas del país, sean nacionales o extranjeras. Mientras, el gobierno las encarga informes y asesorías para el reparto de los fondos europeos. A principios de febrero La Marea publicó que una de las Big Four había recibido el encargo del Ministerio de Transición Ecológica. Recogían dos informaciones: Ribera adjudica a Deloitte el contrato para asesorar al ministerio en la captación de fondos europeos (Economía Digital) y Cepsa ficha a Deloitte para captar fondos europeos para la recuperación poscovid (El Confidencial). En La Marea incidían en este segundo punto, el de l conflicto de interese: «Es decir, la consultora contratada por el Ministerio de Transición Ecológica, dirigido por Teresa Ribera, para prestarle asistencia técnica sobre las ayudas del fondo europeo es la misma que asesora a algunas de las empresas que optan a los paquetes de ayudas económicas». Esta consultora es la misma que fue sancionada hace cinco años con 12 millones de euros por su falta de independencia en la auditoría de Bankia. Y no solo conocemos que ha sido contratada por CEPSA, también por El Corte Inglés para los mismos fines. 

Entiendo que estas consultoras puedan tener una función y facilitar un servicio, pero no puedo dejar de pensar que hemos metido al «enemigo en casa». ¿Van a garantizar el reparto entre PYMEs y autónomos que no sean clientes suyos?

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El coronavirus podría tumbar a Trump

Pence & coronavirus team

El coronavirus podría tumbar a Trump. Algo impensable hace unas semanas. La gestión al respecto del presidente y su administración está dejando bastante que desear. Y no puede culpar a nadie, ni siquiera a Obama. Porque las medidas contra el Obamacare (el plan de sanidad pública), los recortes en investigación y estudios sobre enfermedades infecciosas, los ha realizado su gobierno. No son ninguna herencia.

El nombrar a su vicepresidente Mike Pence como jefe del grupo para combatir el coronavirus, un error manifiesto, también fue una decisión suya. Pence es un notorio negacionista de la ciencia y sus avances. Su marca personal en contención de problemas que afectan a la salud pública es negativa: como gobernador de Indiana se negó al intercambio de jeringuillas cuando lo del SIDA (y a las campañas de información y prevención) y los casos de afectados se dispararon. En la foto le vemos rezando antes de la primera reunión del task force.

Las declaraciones de Trump, siempre desmentidas inmediatamente por la comunidad científica, son lo de menos. Parece que EEUU está ya vacunada contra sus declaraciones llenas de falsedades así como de sus intempestivos tuits. Pero en el caso del coronavirus ya estamos hablando de otra cosa. Hemos pasado en cuestión de días del «todo está bien» de Trump a la confesión de que «no tenemos suficientes kits para responder a la demanda de tests» de Pence. Claro fruto de la improvisación que han tenido con este asunto y a su política de minusvalorar el problema y retrasar el ponerse manos a la obra. (Otro aspecto interesante a tener cuenta, dada la situación sanitaria del país, es como los más perjudicados van a ser, como siempre, las clases más desfavorecidas de EEUU. Y quizás por eso han demorado en ponerse las pilas o en aparentar que lo hacen).

Añadamos un elemento más a la ecuación: el desplome de las bolsas. Ayer El País llevaba en portada que el coronavirus ya le ha costado 110 millones a la bolsa española. Y la estadounidense está revuelta:

  • El indice S&P 500 ha bajado un 12% desde el 19 de febrero. Es su mayor bajada desde la última crisis. Esta caída se valora en un millón de billones de dólares.
  • El 27 de febrero el Dow Jones tuvo su mayor bajada en un solo día. La compensó al lunes siguiente. Estos vaivenes se han ido repitiendo. Esta semana ha cerrado en rojo los dos últimos días.
  • La semana pasada fue la peor en Wall Street desde 2008 (el año del desplome de Lehman Brothers).
  • La Reserva Federal bajó los tipos de interés como medida de emergencia. La primera que realiza desde 2008.

En este mundo capitalista, totalmente financiarizado, la bolsa es algo más que un termómetro. Es un símbolo. Real. Y está claro que le preocupa a Trump. Ha sido su bandera de la victoria, su logro, desde que asumió la presidencia. Ha presumido de lo bien que va la economía basándose en la marcha de los indices bursátiles. La repentina bajada de los tipos es prueba evidente de la inquietud de la Casa Blanca. Ni siquiera los recientes excelentes datos de empleo han mitigado las noticias negativas que afectan a la economía, por culpa del coronavirus. (Febrero ha sido el mejor mes desde que se inició la continuada racha de creación de puestos de trabajo, bajo el primer mandato de Obama).

A ver si el coronavirus va a ser capaz de conseguir lo que, hasta ahora, no parece que los candidatos del Partido Demócrata vayan a ser capaces de lograr. Igual es como lo de la gota malaya, tras el proceso del impeachment, las negativas a permitir que declare personal de la administración en el proceso, el informe Muller (un juez federal acaba de abrir un caso señalando al ministro de Justicia por su interesada interpretación al resumir el informe y no haber actuado ante los indicios que reportaba), indultos a los amigos, la negativa a presentar las declaraciones de la renta, la inanición ante la intervención rusa en los procesos electorales estadounidenses, el fracaso de los acuerdos con Corea del Norte y los talibanes, la nula reacción ante el ataque iraní a una base estadounidense y las mentiras respecto a la ausencia de daños, etc. O quizás estoy exagerando y me puede la subjetividad. Veremos…

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Tremendo patinazo de Enric González

Paro EEUU El País

Enric González escribe muy bien. Y sabe de fútbol. Pero el domingo demostró, entre cosas, no tener ni idea de asuntos económicos. Su columna del domingo «Una realidad incómoda» fue un tremendo patinazo. Respeto las opiniones ajenas (hasta cierto punto: si me dicen que 1 + 1 son 3 tendremos problemas). Pero no soporto las mentiras y las inexactitudes. Y más si vienen de periodistas (a quienes se les presupone el rigor de los datos). A continuación el texto que mandé ayer al Defensor del Lector de El País:

Estimado Sr. Carlos Yárnoz Garayoa:

Vuelvo a dirigirme a usted. Esta vez el motivo es la columna de Enric González «Una realidad incómoda». Repleta de inexactitudes y medias verdades.

De entrada sorprende que su corresponsal en Buenos Aires opine de asuntos ajenos a su ámbito de competencia. Asumo que sigue al frente de la corresponsalía que ocupó el pasado mes de septiembre. Y también asumo que un columnista es libre de ejercer su derecho a escribir sobre lo que considere oportuno. Pero debe seguir unas normas éticas y profesionales (las mismas que se recogen en su Libro de Estilo y en cualquier código deontológico de la profesión periodística). Algo que no sucede en la referida columna.

En el subtitulo se destaca una frase del segundo párrafo «Estados Unidos ha recuperado una prosperidad propia de los felices sesenta». ¿Los felices sesenta? ¿Se refiere a la guerra del Vietnam? ¿A las bajas cifras del paro como consecuencia del reclutamiento masivo de jóvenes? 

¿Es el Sr. González economista? ¿Sabe de lo que escribe? ¿Ha consultado los datos del paro? Se han publicado en su propio periódico. Le adjunto una imagen de un gráfico extraída de un artículo publicado en su diario el pasado día 15 de octubre. (En el subtitulo destacaban «tras encadenar nueve años seguidos de crecimiento»). En la misma observamos el pico del desempleo en EEUU: el 10% de octubre de 2009. A esta fecha hay que destacar otras dos básicas para el relato de la historia: el 15 de septiembre de 2008 cayó Lehman Brothers, provocando (o confirmando) una crisis mundial; y el 20 de enero de 2009 Barack Obama tomó posesión de la presidencia de EEUU. Es a partir de ese pico del 10% de octubre de 2009 cuando se empieza a recuperar el empleo en EEUU. Y se inicia la recuperación económica del país. En otras palabras: sucede bajo la presidencia de Obama y se extiende hasta nuestros días. Son casi 10 años de recuperación continuada de puestos de trabajo. Es decir, Trump no ha mejorado nada. Y de agradecerlo algo sería no haber estropeado las cifras heredadas. Qué también tiene su mérito. Pero nunca el que le otorga Enric González.

Cuando el Sr. González escribe sobre el deficit estadounidense demuestra no ser lector del Premio Nobel Paul Krugman (cuyos artículos publican ustedes cada domingo). Krugman sostiene que el deficit es un asunto importantísimo para el Partido Republicano cuando gobierna el Partido Demócrata. En cambio cuando lo hacen ellos el deficit desaparece del debate publico. No seré yo quien discuta a un Premio Nobel. Enric González sí lo hace. Y también se atreve con otro Nobel, Joseph Stiglitz (a quien también ustedes le publican los domingos). Ambos sostienen lo contrario a lo expresado por el columnista.

Enric González para rematar su articulo acaba lanzando un dardo a costa de «las primaveras árabes», que no tienen nada que ver con los asuntos económicos tratados en su columna. Pero sirven para desacreditar a Obama y seguir blanqueando a Trump.

Sencillamente lamentable!!!

Salud & Saludos

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Estoy hasta los mismísimos de Moody’s

22 de diciembre de 2010

Estoy hasta los mismísimos de Moody’s. Y también de Fitch Ratings y Standard & Poor’s. El triangulo dorado de las agencias de calificación de riesgos. Pero es Moody’s la que me harta especialmente: nos amarga día sí y día también. Desde el pasado 16 de diciembre tiene a España en el punto de mira. Que si la deuda pública, el déficit de las Autonomías, la reforma del mercado laboral, de las pensiones, etc. Asuntos que me parecen una injerencia en la soberanía del Reino de España. Entiendo el puesto que estas organizaciones ocupan en el mercado financiero, pero ¿quién califica a estos calificadores? Quienes además han sido grandes protagonistas de esta crisis que nos arrasa. Junto a otros actores como el FMI, Banco Mundial y las grandes auditoras.

Las tres agencias mencionadas (Fitch, Moody’s y S&P) han demostrado varias carencias. Desde conflictos de intereses hasta su complicidad en retrasar la rebaja de la evaluación de las empresas emisoras de deuda:

  • Sus clientes suelen ser los mismos que emiten productos financieros.
  • Venden emisiones y obligaciones que ellos mismos califican.
  • En la práctica operan en régimen de oligopolio, al ser extremadamente costoso entrar en el mercado (la barrera de entrada es insalvable).
  • Ante la permisibilidad de los gobiernos actúan como si fuesen un regulador gubernamental.

Y no pasa nada. El argumento empleado es el de mantener al cliente y no perderlo. Hay un claro paralelismo con la justificación de los corruptos: «si no lo hago yo habrá otro que sí, porque todo el mundo lo hace.«

Los desastres de Enron y WorldCom no sirvieron para corregir nada. La mano invisible del mercado permaneció oculta. La auditora Arthur Andersenlos arturitos– saltó por los aires por el caso Enron. Pero las agencias de calificación mantuvieron sus reportes de solvencia hasta cuatro días antes que Enron presentase suspensión de pagos. Y lo más espectacular: sé sabe que las agencias conocían desde hacía meses los problemas de la compañía. Y no pasó nada.

La situación se volvió a repetir: con el colapso de Lehman Brothers, los problemas de AIG, Goldman Sachs y Citi Group más el rescate de Bear Stearns. El 15 de septiembre de 2008 la bancarrota de Lehman Brothers supuso la mayor suspensión de pagos de la historia (superando las de Enron y WorldCom). Al día siguiente el gobierno federal acudía al rescate de AIG (era el primero de los cuatro que «sufrieron»).

Las 3 agencias estadounidenses (lideres en el mercado mundial) no han despedido ni expedientado al personal que hasta entonces mantenían la máxima calificación (AAA) para AIG y Lehman, y solo degradaron a AA minutos antes del anuncio del colapso de LB. En las sesiones del Congreso los máximos ejecutivos de las tres grandes confirmaron este extremo. El Sr. McDaniel de Moody’s además defendió la nota de solvencia de su empresa a Lehman Bros. por el rescate gubernamental de Bear Stearns, en marzo del 2008: declaró que supusieron que si el quinto banco de inversión privado era ayudado ¿por qué no iba a serlo el cuarto? La congresista demócrata por California, Jackie Speier, le reprendió: «Eso es una opinión, no un análisis. Yo puedo opinar lo mismo, pero no soy una analista financiera«. Pero tampoco pasó nada.

Tampoco debemos olvidar los CDOs (Collateralized Debt Obligations), los bonos basura de las subprimes, hedge funds y derivados. Productos que como todo el mundo sabe han demostrado su «solvencia», provocando el efecto dominó de la actual crisis.

Mientras, en otro orden de asuntos, Ernst Young (de la que Juan Costa, hermano de Ric, entra y sale como si fuese el dueño), una auditora que se hizo con gran parte del negocio internacional de Arthur Andersen, se enfrenta a un juicio por sus informes financieros sobre Lehman Brothers. El fiscal general del Estado de Nueva York, Andrew Cuomo (hijo del exgobernador Mario Cuomo), presentó ayer la denuncia. Justo antes de abandonar el cargo: es el gobernador electo del estado y tomará posesión en dos semanas.

En julio del año pasado la UE aprobó una norma para un mayor control de estos organismos de calificación. ¿Será esta medida de supervisión el origen de todo estos ataques al euro, estados miembros, etc.? ¿Qué ha sucedido desde el verano del año pasado hasta ahora? Porque entró en vigor a los 20 días de publicarse en el Diario Oficial y los países tenían hasta 6 meses para ejecutar su aplicación.

El compadreo entre los actores financieros me resulta evidente. Pero ¿tenemos pruebas? Y ¿pasará algo? De momento las auditoras ya le han visto las orejas al lobo. ¿Cuándo le llegará el turno a las agencias de calificación de riesgos?

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