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La final de los récords y las marcas

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El Real Madrid se impuso 5-3 al Al-Hilal en la final del Mundial de Clubes. Una final de récords (goles, títulos) y marcas personales. Nunca antes se habían marcado tantos goles en esta final (descuento cuando el torneo origina se denominaba Copa Intercontinental y se jugaba a dos partidos, el de ida y el de vuelta). El Madrid consigue su octavo entorchado universal. Con este título Florentino Pérez iguala como presidente los 31 de Santiago Bernabéu. Benzema logra su vigésimo cuarto trofeo y se queda a tan solo uno de Marcelo. Kroos se convierte en el jugador con mejor registro de la competición: ha ganado todos los partidos jugados (semis y finales) y a los cinco Mundiales con el Madrid hay que añadir uno más con el Bayern. Ancelotti logra su noveno título desde el banquillo blanco y se coloca en tercera posición tras Zidane (11) y Miguel Múñoz (14). Fede Valverde, con sus dos goles de ayer, aseguró la continuidad del mister italiano (recuerden eso del «si no marca más de 10 goles rompo mi carné de entrenador»).

Centrándonos en el partido si nos ceñimos a los parciales de ambas mitades, 2-1 y 3-2, tendremos una imagen distorsionada de la final. La superioridad blanca fue manifiesta, no reflejada en esos dos marcadores apretados. Los mejores minutos del Madrid fueron los 20 primeros con dos golazos: el 1-0 de Vinicius (min. 12) y el 2-0 de Fede Valverde (min. 17). Luego vino una concatenación de factores. Dos: el equipo levantó el pie del acelerador y Ramón Díaz, el técnico de los saudíes, modificó su dibujo táctico y pasó a jugar con un 4-1-4-1. Con Marega de único punta desplazado a la banda de Camavinga. Nuestros centrales se quedaron sin referencia. A esto sumemos un despiste defensivo y nos encontramos con el primer gol rival. Marega se plantó delante de Lunin a quien batió contando con su colaboración. Se la tragó por debajo de su cuerpo. En realidad, los tres goles encajados son culpa nuestra. No es por quitar méritos al rival pero es así. De hecho este primer gol es el único en el que pueden ponerse una medalla. Aunque la media vuelta de Vietto en uno de sus dos goles no debe pasar desapercibida. En cambio los cinco goles del Madrid fueron golazos. Los dos dobletes de Vini y Valverde más el de Benzema. En el primero del brasileño la participación de Benzema fue decisiva. Y en el tanto del francés lo fue Vini.

La alegría del triunfo, la superioridad demostrada en el torneo -no olvidemos que el Al-Hilal venía de tumbar al Flamengo vigente campeón de la Libertadores-, no debe ocultar nuestra debilidad defensiva. A mi me preocupa bastante. Y como siempre digo el sistema defensivo no solo es labor de los defensas. Implica a todo el equipo, empezando por los delanteros. Teniendo en cuenta los partidos de eliminatorias que se nos avecinan, en Copa (Barça) y Champions (Liverpool),  encajar tantos goles es alarmante.

Para terminar recordar el excelente partido de Vinicius y Fede Valverde, Balón de Oro y Plata respectivamente de este Mundial.

V&V Antonio Villalba reaomadridcom

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Mi texto sobre Pelé

Pelé VP

Estoy encantado con la reacción recibida a mi texto sobre Pelé para Voz Pópuli. Recomiendo que lo lean ahí, porque va con video y en redacción arreglaron estupendamente mi artículo, incluyendo encabezados a los párrafos de cada hito de Pelé (creo que se llaman «ladillos»). A continuación hago un copia y pega del Word para facilitar la lectura a quien no quiera pinchar en el enlace:

Los hitos de Pelé que cambiaron para siempre la historia del fútbol

O Rei ha muerto, larga vida al rey. Pelé, el futbolista, la persona, el símbolo, nos ha dejado. Su legado permanece.

Es difícil escribir sobre Pelé desde España y por extensión desde Europa. En sus tiempos de gloria, poco más de dos décadas, la televisión no tenía el peso de hoy en día. Primaban las retransmisiones por radio de los partidos y las crónicas en prensa. Tan solo en su tercer Mundial, México 1970, pudimos admirarlo en todo su esplendor. Y los privilegiados lo disfrutamos en color. Porque fue el primero en emitirse integro en directo y en color (en Suiza 1954 se televisaron siete partidos y supuso la creación de Eurovisión entre un puñado de países para cubrir a sus combinados nacionales). Hemos visto a Pelé en filmaciones (tanto en blanco y negro como color), pero pocos partidos completos. A España vino tres veces de gira con su club, el Santos, y jugó un partido con la selección brasileña. Un total de 16 partidos amistosos (que no oficiales), entre 1959 y 1974, con un balance de ocho victorias, seis derrotas y dos empates. En esos 16 encuentros anotó 17 goles. Un aspecto para destacar era que por contrato el Santos recibía una cantidad si jugaba sin Pelé y el doble si lo alineaban. En esto también fue precursor.

Cuando en el párrafo anterior mencionaba “su tercer Mundial” me refería al tercero que ganó Pelé (de los cuatro que disputó) y en este caso levantó la copa como capitán de la selección de Brasil. Este es uno de los hitos por los que se recordará a Pelé: es el único jugador en haber ganado tres Copas del Mundo.

No solo es el único con tres Mundiales a sus espaldas, con participaciones decisivas, también tenemos otras aportaciones relevantes. Algunas que tuvieron influencia directa en el juego y su reglamentación. Entre las primeras esta la paradinha. Fue el primero en lanzar así los penaltis. Y se extendió hasta nuestros días hasta que cambiaron la norma. Ahora solo se puede hacer antes de iniciar la carrera. De hacerla en carrera se castiga con tarjeta amarilla y tiro libre en contra.

La cacería a Pelé era una constante de las defensas de la época. El cénit se alcanzó durante el Mundial de Inglaterra en 1966. En el primer partido la defensa búlgara le machacó y en el tercero la Portugal del gran Eusebio lo retiró del campo. Brasil, la entonces vigente campeona, quedaba eliminada y Pelé, lesionado, anunció su retirada de la selección. A raíz de esto los dirigentes del fútbol mundial implementaron el sistema de tarjetas para proteger a los grandes jugadores de las patadas sin ton ni son. Las figuras lesionadas perjudicaban el espectáculo y por tanto al negocio. Se iniciaba así una nueva época del fútbol. Las tarjetas, amarillas y rojas, se estrenaron en el Mundial de México 70, en el que Pelé retornó a su selección. La de Brasil en ese Mundial de 1970 es considerada la mejor de todos los tiempos. Curiosamente esta cacería a Pelé se originó en su país en un partido amistoso (ni más ni menos). Su convocatoria para la selección para la disputa del Suecia 1958 levantó ampollas. Por su corta edad y por dejar fuera de la lista a la estrella del Corinthians. La afición se dividió y para crear un buen clima, sin haber superado aun el trauma del Maracanazo del Brasil 1950, se decidió organizar un partido de confraternización entre la canarinha y el Corinthians. Los defensas del Timao fueron a por Pelé. Quisieron lesionarlo para sacarle de la selección y forzar así la llamada de su compañero, estrella del equipo. Consiguieron en parte su objetivo: se cargaron a Pelé, pero no lo sacaron del combinado dirigido por El gordo Feola. El astro en ciernes viajó tocado y no debutó hasta el tercer partido. Dicen que fueron los veteranos quienes convencieron a Feola para que alinease al joven Pelé. Debutó anotando y se convirtió en el jugador más joven en marcar un gol en un Mundial, con 17 años, 7 meses y 8 días. Un hito que se mantiene vigente. A este primer gol siguió un hat-trick en el siguiente y dos en la final que ganaron al equipo anfitrión. En Chile 1962, donde Brasil revalidó su título, también se cargaron a Pelé que solamente disputó los dos primeros partidos. Recuerden que FIFA no creó las reglas de sustitución hasta la Copa del Mundo de 1970. Ese México 70 vivió las novedades de las tarjetas y los cambios, reflejo de la influencia de Pelé en el juego y sus reglas.

El peso de la camiseta con el número 10 también corresponde a Pelé. Y nació fruto de la casualidad. Cuando Feola, a través de la federación brasileña, mandó a los organizadores del Suecia 1958 su lista de jugadores por el Mundial lo hizo sin especificar la numeración de los dorsales. Los suecos asignaron los números por el orden según aparecían en la carta. De arriba abajo. Y Pelé ocupaba el décimo puesto. Hoy en día llevar el 10 a la espalda es sinónimo de figura.

Pelé fue hábil en popularizar sus logros. Empezó la cuenta atrás hasta su gol 1.000. Cuando se alcanzaron esos mil goles la noticia dio la vuelta al mundo. Recuerdo a Puskás comentar que Pelé contaba cada tanto marcado en partidos oficiales y amistosos, y él nunca lo hizo. La leyenda húngara del Real Madrid llevaba razón. En 1995 IFFHS (International Federation of Football History and Statistics) y FIFA hicieron justicia y nombraron a Cañoncito Puskás como el máximo goleador del siglo (se sobreentiende que del siglo XX). Sirva este ejemplo de cómo la maquinaria de Pelé también funcionaba con maestría en el ámbito de la promoción publicitaria. En esto también fue precursor. La foto de Pelé con Puskás me maravilla. Se tomó en Madrid en junio de 1959 (durante la primera gira del Santos, en las que el Madrid vistió de azul por deferencia con el equipo visitante; se impuso 5-3 el Madrid en lo que fue el partido homenaje a Miguel Muñoz que se retiraba).

Pelé y Puskas

La marca Pelé fue decisiva para la implantación del fútbol en Estados Unidos. En 1974 jugaba su última temporada en su club de siempre, el Santos. Nacido en 1940 ingresó en las categorías inferiores del club debutando con el primer equipo en septiembre de 1956 frente al Corinthians, en un amistoso, en el que anotó su primer gol. Con Santos ganó seis de los ocho Brasileiraos del club, cinco de ellos consecutivos. A esta media docena de campeonatos nacionales hay que añadir 10 torneos paulistas (solo compiten los equipos del estado de Sao Paulo) y cuatro copas Rio-Sao Paulo (disputadas por los mejores clubes cariocas y paulistas). Sumen dos Libertadores y dos Intercontinentales. Además de numerosos galardones individuales como mejor jugador, máximo goleador, etc. Su trayectoria en el Santos se puede resumir en este dato: 643 goles en 659 partidos oficiales (con la selección fueron 77 tantos en 92 encuentros). Su idea original era abandonar el fútbol profesional de alta competición. Una suculenta oferta para fichar por el Cosmos de Nueva York (1975-1977) lo devolvió a los campos de juego. En su momento representó el contrato más elevado de la historia para un futbolista.

El Cosmos fue fundado por los hermanos Ertegun, a la sazón responsables de la discográfica Atlantic Records que acababan de vender al grupo Warner. Ahmet, el hermano pequeño, socio fundador que permanecía en Atlantic, había incorporado a su hermano mayor Nesuhi a Atlantic después de la marcha de uno de los fundadores. Cuenta la leyenda que Steve Ross, presidente de Warner, insistió en que los Ertegun permaneciesen en la estructura de Warner tras la adquisición. Ahmet continuaría presidiendo Atlantic y Nesuhi se haría carga de la recién creada división internacional de WEA (Warner, Elektra y Atlantic, las tres compañías que formaban el grupo discográfico). La cuestión se zanjó cuando Ross preguntó que querían para quedarse. La respuesta recibida fue que querían montar un club de fútbol. Así nació el Cosmos. La pasión por el fútbol de los hermanos Ertegun, como la de la música, surgió en Londres, en su juventud, donde su padre ejerció de embajador de Turquía. A Estados Unidos llegaron cuando su progenitor se hizo cargo de la embajada en Washington. El Cosmos, fundado en 1970, no arrancaba en ventas. Sus taquillas eran escasas. Y eso que en 1972 se impusieron en la liga estadounidense. La media de espectadores era de 4.000 por partido. La llegada de Pelé dio un vuelco a la situación. La cifra media se multiplicó por 10 y hubo partidos en los que se superaron los 70.000 espectadores. Lo sorprendente es que este impacto no se tradujo al mercado televisivo. Los ratings apenas superaban el 2,5%, dato muy bajo de audiencia especialmente para el primer mercado televisivo del país (junto a Los Ángeles). Esto auguraba problemas económicos (como así sucedió y se acentuarían tras la retirada de Pelé al descender los ingresos por taquilla). El alto salario de Pelé se distribuyó entre todas las divisiones del grupo Warner. Mientras tanto la marca Pelé funcionaba a pleno rendimiento con patrocinadores, merchandising y anuncios. Cuando conocí a Pelé, a mediados de los 80 en su ático de Manhattan, se sorprendió al conocer el rechazo de Santiago Bernabéu a la televisión y a que los jugadores hiciesen anuncios. Se tronchó con la historia del anuncio de las medias de mujer y las piernas de Di Stéfano. Cierto es que el provocador concepto era avanzado para la época. Nos había invitado a comer a su casa para agasajar a su amigo Raimundo Fagner, cantautor brasileño, quien estaba grabando en la ciudad. Fagner además de amigo mío era artista de CBS, la discográfica para la que yo trabajaba en Nueva York. Era de las primeras veces, si no fue la primera, que mi esposa y yo comimos sushi. Nos aficionamos. Pelé en esos momentos era vicepresidente de Comunicación del Cosmos. Un par de días después nos invitó a un cóctel corporativo del grupo Warner. Y me presentó a los Ertegun. Un inciso: CBS y WEA eran las grandes rivales en el mercado discográfico. A los hermanos Ertegun, especialmente a Ahmet, solo les interesaba conocer historias y anécdotas de Di Stéfano. Sabían a través de Pelé que mis padres eran compadres de los Di Stéfano (y también de los Santamaría, a quien Pelé tenía un gran respeto como defensa central).

Para llegar al Cosmos hubo que superar obstáculos políticos. La dictadura brasileña (1964-1985) llevaba 10 años en el poder. No querían que Pelé saliese del país y pretendían que volviese a la selección para el Mundial de 1974 en Alemania. Steve Ross recurrió a los servicios del ministro de Asuntos Exteriores de Estados Unidos, su amigo Henry Kissinger, fan del fútbol y admirador de Pelé. Kissinger era un experto en dictaduras latinoamericanas (había promovido varias). Su intervención allanó las dificultades con las autoridades brasileñas.

Otro aspecto nada baladí es el racial. Pelé fue el primer ídolo mundial de etnia negra del fútbol. Su calidad humana y excelencia deportiva rompió todas las barreras y prejuicios. Y despejó el camino para muchos jugadores…

Cuando me preguntan cuál o cuáles son los mejores goles de la historia siempre responde lo mismo: el que no fue. Lo elijo por la genialidad de la acción, no por su finalización. El protagonista no fue otro que Pelé. Sucedió en México 70 en un encuentro que enfrentó a Brasil con Uruguay y que ha pasado a la historia. Tostao avanzó desde la divisoria de ambos campos y filtró un pase a Pelé. El prodigioso delantero, que remataba y jugaba con las dos piernas, llegó corriendo y no tocó la pelota. Amagó y engaño al portero charrúa en su salida desesperada al balcón del área (donde no puede usar las manos). Mazurkiewicz, el guardameta, se escoró hacia la izquierda siguiendo a Pelé mientras la pelota continuó su trayectoria hacia la derecha. Superado el portero por el delantero y la pelota, Pelé rectificó su dirección y fue a buscar el balón. Una vez alcanzado disparó en diagonal buscando el palo largo, por el hueco entre un defensa que corría a cubrir la línea de gol, otro que se incorporaba a la jugada y Mazurkiewicz que intentaba recuperar la posición. El problema es que el balón salió rozando el poste. Comentando la jugada con Pelé me comentó, con la mejor de sus sonrisas: “Nos habría gustado más si hubiese entrado”.

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Salvajes de toda la vida: el fútbol argentino

En su día se dejó pasar por alto, se miró para otro lado y la escalada de violencia fue en aumento. Los salvajes de toda la vida se apoderaron del fútbol argentino. Hay unos cuantos nombres propios entre directivos, técnicos y jugadores además de quienes consintieron y alentaron a las barras bravas (los hooligans de ahí).

En su momento Ajax y Bayern se negaron a enfrentarse a Independiente de Avellaneda en la Intercontinental. No hubo solidaridad y tanto Juventus como Atlético de Madrid fueron los clubes subcampeones europeos que ejercieron de esquiroles. La Juve perdió y el Atleti ganó.

Creo que esos dos títulos de 1973 y 1974 y esa época de los 70 marcaron el punto de no retorno. Unos pocos años antes el Estudiantes de La Plata (donde entre otros carniceros jugaba el nefasto Bilardo) ya había hecho de las suyas: los jugadores llevaban alfileres, cuchillas, clavos y vaya usted a saber qué otros elementos punzantes de pequeño tamaño para pinchar a los rivales. Fue el inicio de la escalada hacia el abismo.

Zubeldía era el entrenador de Estudiantes. Los condujo a tres Libertadores seguidas (68, 69 y 70) y a una Intercontinental (68). En 1968 triunfaron frente al Manchester United de Bobby Charlton, George Best y Denis Law. El partido de vuelta en Old Trafford fue de tal violencia que algunos titulares del día siguiente de la prensa británica los calificaron de Animals! Las dos siguientes Intercontinentales las perdieron frente al Feyenoord y el Milan. La leyenda negra de Estudiantes tuvo un punto álgido acorde a sus méritos. En 1969 se enfrentaron en la final al Milan de Rivera, Balón de Oro de ese año. En la ida ganó el equipo italiano con comodidad (3-0), pero la vuelta, jugada en Buenos Aires, fue una carnicería (1-2). El partido fue televisado y pudo verse en todo el mundo. Tan feroz fue la actuación de los localesque al día siguiente el dictador argentino, el general Juan Carlos Onganía, ordenó la detención y encarcelamiento de tres jugadores, Manera, Poletti y Aguirre Suárez. Fueron enviados a la prisión de Bariloche y hasta allí viajó Bilardo: se instaló en la puerta y se declaró en huelga de hambre en solidaridad con sus compañeros. A Aguirre lo suspendieron de por vida en Argentina (había pateado en el suelo a un jugador milanista). Aguirre acabó en el Granada, donde formó con Pedro Fernández y Montero Castillo padre un trío defensivo de lo más peligroso. A Amancio casi lo retiraron del fútbol en 1974. Al paraguayo Fernández (pivote defensivo) le cayeron 15 partidos de suspensión.

Este mismo Bilardo de Estudiantes, ya como entrenador, fue campeón del mundo con la Argentina de 1986 y subcampeón en 1990 donde drogó a Branco de Brasil en octavos de final. Le pasaron en un momento del partido al brasileño un agua que llevaba un sedante. Años después recaló como técnico en el Sevilla, donde se hizo famoso por regañar a su masajista por atender a un rival. «¡Písalo, písalo!» fue su consigna a voces desde el banquillo.

Óscar Ruggeri jugó sus mejores años en Boca, River y Real Madrid (al equipo banco llegó después de un año en el Logroñes). También jugó en el Calcio de Italia. Ganó Ligas con Boca, River y Madrid además del Clausura con el San Lorenzo de Almagro; una Libertadores y dos Intercontinentales con River y la CONCACAF con el América de México. Con Argentina fueron dos Copas de América y un Mundial. Oyendo sus declaraciones, las del video, uno no deja de sorprenderse. Por lo que cuenta y sobre todo por la poca importancia que da a las barbaridades que está relatando. Son las batallitas del abuelo, entre risas, como quien cuenta alguna que otra gamberrada. Y lo que describe es muy grave: le quemaron la casa, con un familiar dentro, los de Boca cuando fichó por River; los de la plantilla del equipo iban armados; buscaba lesionar al rival. En fin, luego nos extrañamos… y así pasa lo que pasa.

El River-Boca de ayer tampoco se ha jugado hoy. El martes decidirán cuando se disputará la vuelta de la final de la Libertadores.

Insisto en una sanción ejemplar al fútbol argentino: cinco años fuera de las competiciones internacionales. De clubes y selecciones. Y nuestro Ser Superior debería empezar dando ejemplo: el Madrid no debe ir al Mundialito si participan los argentinos. Como hicieron en su día Ajax y Bayern.

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Mi segundo equipo (por Rodri)

21 de mayo de 2010

Podía estar en “Un siglo de canciones”. ¿Cómo se pueden querer a dos mujeres a la vez y no estar loco? Con Diego “El Cigala” y Bebo Valdés se puso de moda este bolero “Corazón Loco” de Richard Dannenberg  que en España popularizó Antonio Machín y, luego, en la versión bolero por rumbas de Bambino.

El primer campo de fútbol que visité fue el Metropolitano. Ni recuerdo el año ya que era un crío. Dos nombre en mi memoria: Marcel Domingo en la portería y Ben Barek de delantero.

Cuando llegó Di Stéfano al Real Madrid abandoné a los “colchoneros” y me hice “merengue”. Y ya siempre he sido blanco. Pero tuve una recaída.

Me casé en julio de 1971. Mi mujer no había ido nunca al fútbol y yo quise que nos hiciéramos socios del Real Madrid. ¡Imposible!  ¡Dificilísimo! Casi como ahora que creo debe recomendarte (además de “Fefé”), GallardónJiménez Losantos. Tienes que llevar el Certificado de Penales, la Partida de Bautismo y declaración jurada sobre tu fidelidad a los Principios Fundamentales de la CEOE.

Tenía un amigo en la “tele”, Antonio Porras que me animó a hacerme (él lo era) del Atleti aprovechando una ampliación de socios con abono con la que Vicente Calderón quería llegar a los 60.000. Y nos hicimos para la temporada 71/72. Y en esa,  quedamos los cuartos; ganó la Liga el Madrid y nos clasificamos para la Recopa de Europa.

En la 72/73  con Max Merkel de entrenador, ¡ganamos la Liga!; el Real Madrid quedó el cuarto. Y nos fuimos a Europa. Y fuimos Campeones de Europa jugando contra el Bayern en el 74. Bueno, lo fuimos durante, no me acuerdo bien, unos diez minutos con el gol de falta conseguido por Luis. Luego, el mamón aquel de Swarzeb… no sé qué, faltando nada, tiró desde su casa y aquel Reina (padre) capaz de lo mejor y lo peor,  ni lo vio.

Se perdió en el partido de desempate pero eso es lo de menos, ya que el Bayern no quiso jugar la Copa Intercontinental con el Independiente de Avellaneda y la ganamos nosotros: ¡Campeones del Mundo a nivel de Clubes!

En la 73-74 fuimos segundos en la Liga que ganó el Barça. El Madrid, octavo nada menos.

En la 74/75 me fui apartando de la extraña fiebre de ser atlético (siendo madridista) pero no se me olvidarán aquellos Reina, Capón, Iselín Santos Ovejero  “el cacique del área”, Becerra, “RatónAyala, Heredia, Adelardo, Gárate, Irureta, Melo,  Panadero Díaz,  Salcedo, Alberto (que tiraba como Luis, casi), él de Hortaleza… y no me acuerdo de todos.

Fueron tres temporadas y media entretenidas con fútbol y espectáculo. Y con muchos partidos nocturnos de compartir cena y bota, pasteles y coñá con los ya conocidos de los asientos del abono. Tiempos que no volverán.

Alguien no me creerá pero, siendo del Real Madrid, he ido más veces al Vicente Calderón que al Bernabéu. ¿Cómo se pueden querer dos equipos a la vez y no estar loco?

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