26 de febrero de 2011
Ya se conocen, según informa El País, los primeros datos del impacto de la ley antitabaco sobre el empleo en el sector de hostelería. Si se comparan las afiliaciones en enero de 2010 y el mismo mes de este año se ve que ha habido un ligero aumento, según datos del Ministerio de Trabajo: han pasado de 1.187.907 a 1.190.338 (un 0,2% más). Estos números contradicen, de momento al menos, la predicción de los hosteleros de que se iban a perder 20.000 puestos de trabajo. Algunos de ellos -junto a tenderos- también protestaban en su día por la peatonalización de calles comerciales en los centros de las ciudades (el caso de la calle Preciados de Madrid es emblemático al respecto). La realidad demostró que estaban equivocados: aumentaron su cifra de negocio, a pesar de sus negros augurios.
En estos tiempos que corren los vendedores de placebos, consejos pseudo psicológicos de autoayuda, pulseras mágicas, religiones, etc. proliferan como las setas en ambientes húmedos y oscuros. La fábrica de sueños que es Hollywood es el gran teatro de operaciones. Colocas tu teoría a un famoso, y si este o esta la propaga te forras inmediatamente.
Juliano Brotman es el último caso que he conocido. Hostelero nacido en Las Vegas hace 41 años es la nueva sensación entre la tontuna cinematográfica. Este «vegano» abrió su primer restaurante en San Francisco y se consagró con el de Santa Mónica (condado de Los Angeles).
«Yo le doy a todo el mundo lo mismo: alimentos vegetales no cocinados, preparados de un modo original y sabroso, pero conservando todas las enzimas y los nutrientes. Comiendo así, como hacíamos antes de usar el fuego, se acabaron las enfermedades. La comida cruda te mantiene saludable y joven, y te proporciona un ‘subidón’ constante de energía. Yo mismo no necesito dormir más de dos horas al día comiendo de esta manera.»
Sorprende que alguien que dejó el colegio a los ocho años hable de enzimas, nutrientes, enfermedades, horas de sueño, salud,… Muchas de las cosas que menciona van en contra de las más elementales normas de la buena salud (como dormir lo suficiente) y de la evolución del homo sapiens (de carroñeros a depredadores) por el descubrimiento del fuego.
No me malinterpreten: no tengo nada en contra de la comida cruda. Es más me encantan por ejemplo el sushi, el sashimi, el steak tártaro, la fruta o eso que los franceses denominan como «crudités» y que son unos aperitivos tremendamente populares en EEUU (como las zanahorias o el apio, el cual además resulta el perfecto removedor para cualquier bloody mary que se precie). Tampoco tengo nada contra las legumbres ni las verduras (añoro las menestras de Terete en Haro o de Príncipe de Viana en Madrid). Y me apasionan la carne y el pescado. Y los platos de cuchara, los de cuchillo y tenedor y por supuesto los de «barquitos». Vamos, como de todo. Por eso limitarse (radicalmente) a un solo tipo de alimentación me parece un craso error. Salvo que estés obligado a ello (por dieta o falta de recursos económicos).
La conversión de Juliano (en la foto rodeado de hojas de berza, todo un eufemismo) se produjo gracias a una «iluminación». Se fogueó desde niño, tras dejar la escuela, en el restaurante italiano de su familia (de sangre siciliana). Las ensaladas y los platos de pasta eran su fuerte, aunque se adiestró cocinando y comiendo carne, y viendo la televisión a todas las horas (todo un intelectual). Pero un día:
«Perseguí a mi perro en el desierto, y me llevó a un lugar donde había un águila, revoloteando alrededor de una poza donde había una serpiente de agua, y un poco más allá, una rana tomando el sol. Fue un momento muy especial, en el que sentí la unidad con el mundo. A partir de ese día dejé de comer animales y me hice vegetariano.«
Semejante «visión» transformadora no hubiese desentonado en la fiesta de presentación de Equo, donde descubrí el tinto ecológico y las tortillas veganas (la española de patatas y la paisana de toda la vida).
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