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A por la 14

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Esta noche se cierra la temporada a lo grande, con la final de la Champions. El Real Madrid aspira a su decimocuarto título y el Liverpool a su séptimo. Será la tercera vez que ambos clubes se enfrenten. La primera la ganaron ellos en París (1981) y la segunda nosotros (Kiev, 2018).

La final promete ser un partido apasionante y muy equilibrado. Las apuestas dan a los Reds como favoritos. Lo mismo pasó en las eliminatorias contra el PSG, Chelsea y Manchester City: el Madrid no era favorito. Es más, cuando arrancó la temporada no figurábamos en ninguna quiniela. Ni siquiera en la mía. El debut europeo con derrota en casa frente al Sheriff, en la fase de grupos, tampoco ayudó. Por establecer un paralelismo optimista recuerdo que lo mismo sucedió en el Mundial de Sudáfrica: España arrancó perdiendo contra Suiza para acabar levantando la copa. La primera y hasta la fecha la única selección en lograr ganar un Mundial tras perder el primer partido.

Los madridistas, dentro de la lógica preocupación, somos optimistas. Vemos al equipo feliz, engrasado, sin bajas. Incluso un pesimista como yo que siempre percibo zancadillas y espinas por el camino. En mi caso es porque la temporada se cierra con una Liga y una final de Champions (además de la Supercopa, es decir dos de los tres títulos nacionales que se disputan). Mas no soy conformista y aspiro a que se pueda cerrar con el broche de oro que supone ganar este último partido.

Asumo que los del Liverpool pensaran lo mismo. Y confiarán en sus armas que son imponer un ritmo alto de juego, su presión constante y desplegar las alas con sus dos excelentes laterales (sobre todo Alexander-Arnold).

El duelo Alexander-Arnold vs. Vinicius puede ser histórico. Supongo que ambos recordarán cuando Vini eliminó en Valdebebas al Liverpool, en la ida de los cuartos de la Champions de la temporada pasada. No creo que Klopp haya olvidado esa actuación y ese partido que perdieron 3-1. Ya tomó medidas en la vuelta pero no pudieron remontar ni marcar (terminó 0-0).

Confieso que el Liverpool me cae simpático. De los clubes ingleses ellos y el Manchester United son los que gozan de mis simpatías. Estos me deslumbraron a mediados de los 60. Era el equipo de Bobby Charlton, Dennis Law y George Best (cito a estos tres porque eran mis favoritos). Ganaron su primera Copa de Europa en la 67/78 tras eliminarnos a nosotros en semifinales. El Liverpool me ganó por ser el equipo de la ciudad de los Beatles (desconocía la existencia del Everton). Y luego en los 70 llegó Kevin Keegan y el enamoramiento fue total, confirmado décadas después con Steve Gerrard. A Keegan dio la casualidad que le vi debutar en 1971 con el primer equipo del Liverpool. Salió desde el banquillo y revolucionó el partido. Estaba en Londres y vi el partido por TV. Enseguida puse una conferencia para llamar a mi padre en Madrid y expresarle mi entusiasmo. Hubo ojeadores merengues pero finalmente Keegan se fue al Hamburgo en 1977 donde ganó dos Balones de Oro (1978 y 1979).

Como diría Cristiano Ronaldo estamos confiantes y confiamos en Ancelotti, Pintus y la plantilla. Ojo, no estamos eufóricos.

¡Hala Madrid!

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Salvajes de toda la vida: el fútbol argentino

En su día se dejó pasar por alto, se miró para otro lado y la escalada de violencia fue en aumento. Los salvajes de toda la vida se apoderaron del fútbol argentino. Hay unos cuantos nombres propios entre directivos, técnicos y jugadores además de quienes consintieron y alentaron a las barras bravas (los hooligans de ahí).

En su momento Ajax y Bayern se negaron a enfrentarse a Independiente de Avellaneda en la Intercontinental. No hubo solidaridad y tanto Juventus como Atlético de Madrid fueron los clubes subcampeones europeos que ejercieron de esquiroles. La Juve perdió y el Atleti ganó.

Creo que esos dos títulos de 1973 y 1974 y esa época de los 70 marcaron el punto de no retorno. Unos pocos años antes el Estudiantes de La Plata (donde entre otros carniceros jugaba el nefasto Bilardo) ya había hecho de las suyas: los jugadores llevaban alfileres, cuchillas, clavos y vaya usted a saber qué otros elementos punzantes de pequeño tamaño para pinchar a los rivales. Fue el inicio de la escalada hacia el abismo.

Zubeldía era el entrenador de Estudiantes. Los condujo a tres Libertadores seguidas (68, 69 y 70) y a una Intercontinental (68). En 1968 triunfaron frente al Manchester United de Bobby Charlton, George Best y Denis Law. El partido de vuelta en Old Trafford fue de tal violencia que algunos titulares del día siguiente de la prensa británica los calificaron de Animals! Las dos siguientes Intercontinentales las perdieron frente al Feyenoord y el Milan. La leyenda negra de Estudiantes tuvo un punto álgido acorde a sus méritos. En 1969 se enfrentaron en la final al Milan de Rivera, Balón de Oro de ese año. En la ida ganó el equipo italiano con comodidad (3-0), pero la vuelta, jugada en Buenos Aires, fue una carnicería (1-2). El partido fue televisado y pudo verse en todo el mundo. Tan feroz fue la actuación de los localesque al día siguiente el dictador argentino, el general Juan Carlos Onganía, ordenó la detención y encarcelamiento de tres jugadores, Manera, Poletti y Aguirre Suárez. Fueron enviados a la prisión de Bariloche y hasta allí viajó Bilardo: se instaló en la puerta y se declaró en huelga de hambre en solidaridad con sus compañeros. A Aguirre lo suspendieron de por vida en Argentina (había pateado en el suelo a un jugador milanista). Aguirre acabó en el Granada, donde formó con Pedro Fernández y Montero Castillo padre un trío defensivo de lo más peligroso. A Amancio casi lo retiraron del fútbol en 1974. Al paraguayo Fernández (pivote defensivo) le cayeron 15 partidos de suspensión.

Este mismo Bilardo de Estudiantes, ya como entrenador, fue campeón del mundo con la Argentina de 1986 y subcampeón en 1990 donde drogó a Branco de Brasil en octavos de final. Le pasaron en un momento del partido al brasileño un agua que llevaba un sedante. Años después recaló como técnico en el Sevilla, donde se hizo famoso por regañar a su masajista por atender a un rival. «¡Písalo, písalo!» fue su consigna a voces desde el banquillo.

Óscar Ruggeri jugó sus mejores años en Boca, River y Real Madrid (al equipo banco llegó después de un año en el Logroñes). También jugó en el Calcio de Italia. Ganó Ligas con Boca, River y Madrid además del Clausura con el San Lorenzo de Almagro; una Libertadores y dos Intercontinentales con River y la CONCACAF con el América de México. Con Argentina fueron dos Copas de América y un Mundial. Oyendo sus declaraciones, las del video, uno no deja de sorprenderse. Por lo que cuenta y sobre todo por la poca importancia que da a las barbaridades que está relatando. Son las batallitas del abuelo, entre risas, como quien cuenta alguna que otra gamberrada. Y lo que describe es muy grave: le quemaron la casa, con un familiar dentro, los de Boca cuando fichó por River; los de la plantilla del equipo iban armados; buscaba lesionar al rival. En fin, luego nos extrañamos… y así pasa lo que pasa.

El River-Boca de ayer tampoco se ha jugado hoy. El martes decidirán cuando se disputará la vuelta de la final de la Libertadores.

Insisto en una sanción ejemplar al fútbol argentino: cinco años fuera de las competiciones internacionales. De clubes y selecciones. Y nuestro Ser Superior debería empezar dando ejemplo: el Madrid no debe ir al Mundialito si participan los argentinos. Como hicieron en su día Ajax y Bayern.

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