En estas Crónicas del Imperio (CDI), referidas a sus elecciones presidenciales, aparece de nuevo Rudy Giuliani. Se ha convertido en el protagonista del esperpento organizado por Trump. La giulianada de ayer la publiqué anoche en mis redes sociales y hoy la traigo al blog. El pantallazo habla por si solo.
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Un Giuliani desteñido incorpora a Venezuela al fraude electoral
Rudy Giuliani sigue haciendo méritos para incorporarse al equipo de Saturday Night Live. En su delirante y eterna rueda de prensa de ayer echó el resto. Esputó teorías conspirativas, acompañado de dos fieles de su equipo legal. Sudó mucho y como apreciamos en la foto se le corrió el tinte del pelo.
A un lado del estrado de los oradores un mapa mostraba los «múltiples caminos hacia la victoria», donde destacaban en rojo los seis estados en los que guerrean. Muchas de esas batallas legales ya las han perdido. Pero siguen dando la matraca, erre que erre. Y siguen sin presentar pruebas que corroboren lo que afirman.
Si la intervención de Giuliani fue delirante la de Sidney Powell fue estratosférica (en la foto es la mayor de las dos). De su boca salieron perlas como que el fraude se ha financiado con «dinero comunista«. Recogía la teoría conspirativa de Giuliani sobre las maquinas electorales de la empresa Dominion Voting Systems (la expuso en Fox News el paso fin de semana e involucró a Indra). La conspiranoia se basa en que el software de Dominion se ha financiado con dinero de ¡Venezuela! Una operación que inició Chávez y continuó Maduro. Este procedimiento se probó con éxito en Argentina. Y estas maquinas se han usado en las ciudades Demócratas de EEUU donde ha ganado Biden. Giuliani añadió a la presunta red fraudulenta de alcaldes a la policía y a los jueces que le han tumbado las demandas. Todo esto sigue sin explicar como en las maquinas se ha manipulado el voto de las presidenciales y no el de los demás asuntos (elecciones de gobernadores, senadores, diputados y votaciones de legislaciones locales). Porque todo va incluido en la misma papeleta y el Partido Republicano salió bien parado de la noche electoral. Y para que no falte nada en la ensalada conspirativa Powell metió a Soros por medio.
Lo de Venezuela no es nuevo. El 2 de abril ya lo comentábamos aquí. Durante la campaña las referencias a Venezuela y a Cuba han sido una constante, sobre todo en Florida.
A Chris Krebs, responsable de la ciberseguridad de las pasadas elecciones, lo acaba de despedir Trump por declarar que estas habían sido las elecciones más seguras y fiables de la historia del país. Contradecir al jefe le ha costado el puesto. Su tuit al respecto de la rueda de prensa de hoy es de lo más elocuente. Especialmente la última frase: «Tenéis suerte si no sabéis a lo que me refiero».
Biden 306 Trump 232
Ha terminado el conteo de las elecciones presidenciales en EEUU. El presidente Trump solo ha obtenido 232 votos frente a Joe Biden, quien ha sumado 306 votos de los colegios electorales. Estos se formaran una vez se certifiquen los resultados durante las dos últimas semanas de noviembre. Este resultado es el vaticinado por El Mundano el pasado 6 de noviembre, cuando me atreví a afirmar que Biden ganaría cuatro de los cinco estados pendientes por contar.
Se precisan 270 votos para alcanzar la presidencia. Biden ha logrado margen de sobra frente a Trump. Curiosamente este es el mismo resultado que Trump obtuvo frente a Hillary Clinton (306 vs. 232). Entonces, en 2016, Trump calificó su triunfo como una barrida, una victoria arrolladora («massive landslide«). Por tanto, a la vista de los mismos resultados en 2020, también podemos describir el triunfo de Biden, usando las palabras de Trump, como un massive landslide. Mayor aún si cabe. Porque ahora la ventaja de Biden en las urnas (votos directos) ha sido mayor y eso que en 2016 Clinton le metió casi tres millones de votos populares de ventaja a Trump. Para su enorme fastidio. El entonces presidente electo declaró que hubo un fraude masivo de votos de inmigrantes legales. ¿Millones de ellos? Ordenó una investigación y no se encontró nada. ¿Les suena de algo? Ahora, que ha perdido, también habla de fraudes electorales. De momento, sus alegaciones y demandas, van cayendo una a una como un castillo de naipes. Incluso sus abogados han retirado un par de ellas, ante la falta de evidencias y para evitar el riesgo de ser demandados por denuncias falsas.
Decía que el triunfo de Biden es aún mayor, a pesar de la similitud en los votos electorales de las dos últimas presidenciales. Porque Biden le ha sacado 5,4 millones de votos populares a Trump (78.187.479 votos por los 72.767.368 de Trump).
En todo este asunto, sean estas presidenciales o las anteriores, queda claro que el lema «America First» era un eufemismo para no decir «Trump First«. A Trump lo único que le interesa es Trump. Y por eso la crisis de la pandemia (además de su racismo) se lo ha llevado por delante, a pesar de los 72,6 millones de personas que le hayan votado.
Trump: el «loser y sucker» real
Donald Trump es el autentico «perdedor y tonto» de las elecciones de EEUU.
1.- Un triple perdedor: perdió su trabajo (le votaron fuera los votos electorales y los populares); fue el garbanzo negro en una buena noche de los Republicanos en los que ganaron actas de diputados, no pincharon en el Senado como se esperaba y añadieron un gobernador; y es tan solo el cuarto presidente que pierde ejerciendo el poder.
2.- Un tonto al cuadrado: ha perdido usando sus propias palabras con «Sleepy Joe» y una panda de Demócratas, «no tan inteligentes como yo»; asegura que esta panda de incompetentes son los que le han robado las elecciones jajaja.
¡Un patético «perdedor y tonto»!
Sleepy Joe Biden camino de dormir en la Casa Blanca
Sleepy Joe Biden va camino de dormir en la Casa Blanca a partir de enero. En una noche vertiginosa dos estados están a punto de protagonizar flips descomunales para Biden. Se trata de Georgia y Pensilvania. Este último era la gran baza de Biden. Sus 20 votos electorales aseguran matematicamente la presidencia (Biden cuenta con 253 votos y se precisan 270 para ser presidente).
La remontada en Pensilvania ha sido espectacular. Ha superado un deficit de más de 600.000 votos. La escalada arrancó en cuanto empezó el computo de los votos por correo y el de los votos presenciales adelantados. La ira del perdedor Trump también aumentó. El problema no radica en sus acusaciones, carentes de fundamento (como veremos luego en un ejemplo). La realidad es que el responsable de sus problemas ha sido él mismo, como bien señalaba The Washington Post:
[…] The reasons so many Biden-friendly mail ballots were counted so late in states like Michigan, Pennsylvania and Wisconsin are actually rather simple. One reason is that populous urban areas (which lean strongly blue) have more votes, which means it takes longer to count them. Another is that Trump spent months raising concerns about mail-in balloting, leading to an extraordinary partisan imbalance in which voters embraced them.
But the biggest reason for the lag is that Republicans allowed it to happen. Despite the urging of state election officials, the GOP-controlled legislatures in those three key states all declined to let mail ballots to be counted earlier — unlike the vast majority of states — despite knowing the number of mail ballots would dwarf any previous election. […]
Es decir, el Partido Republicano controla los Congresos de los tres estados, Michigan, Pensilvania y Wisconsin, que Trump ha perdido ahora y que en 2016 le llevaron a la presidencia. Lo que entonces fueron sus flips ahora son sus flops.
Hay factores a considerar en la polarización provocada por Trump. La primera es que ha llevado a una participación electoral masiva. La segunda es que a grosso modo hay dos aspectos que materializan la previsible derrota de Trump, el autentico loser & sucker de estas elecciones. Se trata de la pandemia (ya apuntada en este blog ¡a principios de marzo!) y el racismo. Los analistas deberían fijarse en las grandes ciudades que han protagonizado los flips y flops: Milwaukee en Wisconsin, Detroit en Michigan, Atlanta en Georgia y Philadelphia en Pensilvania. En estas urbes el voto afroamericano ha sido decisivo. Un voto que apoyó a Obama, le dio más o menos la espalda a Hillary Clinton y que se ha levantado en masa para aupar a Biden. Desde las primarias del Partido Demócrata (en una campaña que Biden calcó a la de Obama).
Las mujeres afroamericanas han votado ampliamente a Biden. No tanto los hombres, porque Trump ha recibido un apoyo sobre el 12%. Aquí pueden entrar en juego asuntos como el de los millonarios raperos que públicamente expresaron su votos por Trump (50 Cent, por ejemplo, dijo que no quería convertirse en 20 Cent). Y luego está el tema del macho alfa, con el que tantos afroamericanos se identifican con el actual presidente. Para espanto de las mujeres y familias que lo sufren. Otro aspecto destacado del racismo latente en Estados Unidos son las instrucciones que las madres afroamericanas dan a sus hijos. Sobre como tienen que comportarse en una sociedad blanca y con esa policía que les acosa y culpabiliza por el color de su piel. Aquí no hay barreras sociales. Incluso diría que los pijos lo llevan peor, al carecer del street smart de los de extracción social más baja. Es una cuestión de racismo. Las oleadas de brutalidad policial de los últimos años y las movilizaciones del Black Lives Matters, así como las simpatías no disimuladas de Trump por los supremacistas blancos, han tenido un peso enorme. Tanto para Trump como para Biden. Porque no olvidemos el enorme apoyo del presidente saliente (cerca de 70 millones de votos) y que Biden es el candidato más votado de la historia de EEUU (sobre los 74 millones).
Las falsas promesas (incumplidas todas) de crear puestos de trabajo y traer inversiones a los estados industriales también han tenido su peso. No olvido esto, porque fueron estas las razones que cambiaron el voto a Clinton por el de Trump. No se fiaron de ella y depositaron su confianza en un timador… Lo que entonces fueron flips para Trump ahora son flops. Salvo en Ohio e Indiana, feudos republicanos.
Georgia es el ejemplo más claro de las falacias de Trump. El estado tiene un gobernador republicano. Las dos cámaras de su Congreso están controladas por el Partido Republicano. ¿Y Trump nos cuenta que ha habido fraude electoral? ¿De verdad? El flip de Biden y el flop de Trump en Georgia ha sido historico: es la primera vez, en casi 30 años, que un candidato Demócrata gana en Georgia, el estado del melocotón. ¿En serio ha habido fraude electoral? ¿En un estado republicano? ¿Tan torpes son? No es creíble. Como recordaba hoy Javier Zurro está táctica nos retrotrae a la obra maestra de Orson Wells, «Ciudadano Kane«, y esa portada del Fraud At Polls para justificar el fracaso electoral de Kane, el dueño del periodico.
¿Y del fraude postal Trump no tiene nada que decir? Han sido continuas las zancadillas perpetradas contra el voto por correo. Con un responsable claro: el ejecutivo que él eligió para presidir el servicio de correos y que, casualidad, es uno de sus mayores donantes. Esto del voto por correo, me recuerda a unas elecciones del Real Madrid: acusaron al vencedor, Ramón Calderón, de haber falsificado los votos por correo. El asunto acabó en los tribunales y se descubrió que ¡los acusadores eran los que habían intentado amañar el voto por correo!
En estas presidenciales se votaban otras cosas: las dos cámaras del Congreso de EEUU (Senado y Casa de los Representantes), legislaciones locales (como la legalización del uso recreativo de la marihuana en Nueva Jersey, el salario mínimo en Florida, etc.). ¿El fraude de las papeletas solo ha afectado a Trump y no a lo demás que iba incluido en las mismas? El Partido Republicano tuvo una buena noche electoral en el Congreso. Aumentaron su numero de diputados en la Casa (con los Demócratas perdiendo cinco actas) y no sufrieron la debacle anunciada en el Senado. Las encuestas daban mayoría a los Demócratas. No ha sido así. aunque aún se desconoce el resultado final y en Georgia habrá que volver a votar los dos puestos de senadores el próximo enero.
Ya avisé sobre las encuestas, a nivel presidencial: no hagan caso a las nacionales, porque no reflejan la realidad del voto electoral que es estatal. Solo son fiables las encuestas estatales. Y estas no se han equivocado. Ambas predecían la victoria de Biden, pero las locales han estado más cerca de las diferencias. En cualquier caso, de momento y adjudicando a Biden los cuatro de los cinco estados que faltan por completar, supera ampliamente los 270 votos electorales necesarios. Con estos cálculos lograría 306 (Trump en 2016 también ganó con 306).
Ya lo decían los Allman Brothers Band: «Eat A Peach«. Trump cómete un melocotón…
Los flips y flops que llevarán a Biden a la Casa Blanca
Unas breves líneas sobre los flips y flops que pueden llevar a Joe Biden a la Casa Blanca. Por flips y flops se entienden todos aquellos estados que han cambiado su voto de las presidenciales de 2016 a las de 2020. Los que ganas son un flip y los que pierdes un flop.
La estrategia obvia es evitar flops y acumular flips. Para la campaña de Biden igualar los resultados de Hillary Clinton no era suficiente, necesitaba flips. A estas horas parece haberlo conseguido. Biden está a 17 votos electorales de ser el nuevo presidente de Estados Unidos. Los 6 de Nevada y los 11 de Arizona son claves. Provisionalmente lidera en ambos estados.
De los estados todavía sin adjudicar triunfador solo Nevada podría ser un flop para Biden. Son seis votos electorales los que están en disputa. Biden tiene una ventaja de seis décimas. Clinton ganó con más holgura. Nevada se lo está tomando con mucha calma a la hora de contar. Primero, interrumpieron el conteo la noche electoral. Se fueron a dormir (en Arizona hicieron lo mismo). Ayer lunes también dieron por finalizada su labor a primera hora de la tarde. Han contabilizado el 86% de los votos emitidos.
Antes de seguir adelante dos consideraciones. La primera: es infumable que la primera potencia occidental tarde tanto con el computo de votos. Pongamos por ejemplo Las Vegas (Nevada), perteneciente al Condado de Clark. La ciudad son 644 mil habitantes y el condado, el más poblado de Nevada, suma casi dos millones. Hasta mañana no conoceremos sus datos completos (tanto los del estado como los del condado y la ciudad). No han sido capaces de hacerlo. Las Vegas y su condado son un enclave afín al Partido Demócrata. Algo parecido sucedió en Michigan, con Detroit y su condado. Ahí al menos supimos anoche el resultado: ganó Biden. Un flop para Trump y un flip para Biden. Michigan fue uno de los estados que le costaron la presidencia a Clinton. Wisconsin fue otro, que ayer también fue un flip para Biden (y un flop para Trump).
La segunda consideración tiene que ver con las particularidades de la votación. Estas presidenciales han sido las de más participación en la historia de EEUU (desde 1900). Votaron más de 160 millones (un 66,9% del electorado). De los cuales 102 lo hicieron por correo o votaron presencialmente por adelantado. Esto podría justificar cierto retraso a la hora de conocer los resultados. Pero todo lo que supere las 24 horas es sencillamente una chapuza. Demuestra ineficacia. Por mucho que los estados afectados por la demora lo sean por imposición legal. Impuesta por Trump: logró que el voto por correo se contabilizase al final. En algunos estados, porque en otros no pudo (rechazado por los tribunales federales). Para a continuación intentar limitar el periodo de aceptación del voto por correo y acortar los periodos de conteo. Los tribunales impidieron a Trump esto último. El presidente tenía claro que el voto por correo le sería desfavorable (como se está demostrando). De ahí sus estratagemas legales para eliminar votos (lo del servicio postal es para echarle de comer aparte).
Como ya se ha comentado con los 17 votos electorales de Arizona (11) y Nevada (6) Biden sería el nuevo presidente, logrando los 270 necesarios. Sleepy Joe, como le llama despectivamente Trump, dormiría en la Casa Blanca a partir de enero del 2021.
Respecto a Arizona comentar que muchos medios se lo han adjudicado a Biden. Por eso en algunos sitios verán que Biden cuenta con 264 votos. Aquí, como CNN, uso la cifra de 253. Porque con 515 mil papeletas aún por contar en Arizona y con una ventaja de Biden de unos 79 mil votos me parece prematuro asignar el estado. Aunque, como en el caso de Las Vegas o Detroit, falte Phoenix, la zona más poblada y proclive a los Demócratas. Y también está el factor McCain: el héroe del estado insultado gravemente por Trump. Su viuda se ha pronunciado a favor de Biden.
Los otros estados que faltan son Carolina del Norte, Georgia y Pensilvania. En los tres va por delante Trump y ya los ganó en 2016. Pero las distancias en Georgia y Pensilvania se han ido acortando dramáticamente (en el estado sureño ahora les separan apenas ocho décimas). Respecto a Pensilvania Biden se mostró optimista al respecto en su primera aparición de la noche electoral (nuestra madrugada). Y cantó lo de Wisconsin y Michigan (acertó). Ayer, tras confirmarse los triunfos de Michigan y Wisconsin, volvió a insistir en lo de Pensilvania.
Nuevamente, el voto por correo y la demora en los resultados de las grandes urbes marca los cambios en los resultados. Aunque si Biden gana Arizona y Nevada lo que pase en estos tres estados dará igual. Si además Biden gana uno o dos de ellos ya ni les cuento. Añadiría uno o dos flips más a su marcador.
Otro dato, espectacular en este caso: sea o no sea el nuevo presidente, Joe Biden será el candidato más votado de la historia de su país. De momento le han votado 71.366.828 de sus compatriotas. En 2016 Hillary Clinton ganó el voto popular mas perdió el que cuenta, el de los colegios electorales. Ahora Biden repite con el voto popular, mientras lidera con 253 votos electorales por los 214 de Trump.
El último debate Trump vs. Biden
El tercer y último debate entre Donald Trump y Joe Biden tuvo lugar en Nashville, en la Universidad de Belmont (institución privada y cristiana que estuvo vinculada a los Bautistas). En realidad fue el segundo porque el anterior se suspendió. Es decir, de los tres debates previstos solo se han celebrado dos.
Este enfrentamiento presentaba un par de características especiales. La primera fueron las medidas para evitar las interrupciones de Trump en las exposiciones, que marcaron el primer debate, pero sin desvirtuar los intercambios propios de una discusión. La solución: cerrar el micro del oponente solamente durante la exposición de dos minutos del rival, cuando responde a la pregunta de la moderadora. No evita la molestia para quien sufre los cortes, mas alivia al telespectador. Se deja abierto para todo lo demás. La segunda, y para mi trascendental, es que se llegaba con 47 millones que ya han votado. En unas presidenciales en EEUU votan entre 120 y 125 millones. De ahí la importancia de estos 47 millones de votos por correo (más los que quedan). Y como ya he repetido en varias ocasiones dudo que haya muchos indecisos. Porque el planteamiento de estas elecciones se acerca mucho al de un referéndum sobre Trump. Es el problema al que se enfrenta el presidente. Se lo ha buscado el mismo, por su narcisismo y afán de protagonismo.
Me van a permitir que use similes boxísticos. Trump es el campeón que defiende el título. Biden es el aspirante y favorito en las apuestas (las encuestas).
La estrategia del campeón está siendo un calco de la que le llevó al título en 2016. Parece haber olvidado que entones ganó en un combate entre dos aspirantes. Su candidatura era la del outsider. Ahora, en 2020, el outsider ya no lo es y se trata de un combate diferente, entre un campeón y un aspirante.
El primer asalto fue sobre el coronavirus. El aspirante golpeó con contundencia. Atacó los muchos puntos débiles del campeón. Le bailó. Trump no perdió los nervios, en el asunto que puede costarle la presidencia. Tampoco interrumpió, aunque estuvo a punto finalizando el asalto.
En el siguiente round sobre las interferencias de potencias extranjeras en las elecciones de EEUU, Biden muy hábilmente deslizó el asunto de Putin. Trump contraatacó con presuntas acusaciones sobre ganancias de Biden en Rusia. El aspirante le crujió con un directo al hígado y otro a la mandíbula. El primero fue sobre pagar impuestos en China y no en EEUU. El segundo se refirió a la ocultación de las declaraciones fiscales de Trump. Las (falsas) acusaciones de Trump a Biden sobre sus negocios en China, Ucrania y Rusia fueron desmentidas. Ya se habían confirmado las falsedades por las agencias estadounidenses encargadas de investigar (se ha cerrado una investigación por falta de pruebas y se ha demostrado que el servicio de inteligencia ruso pasó información falsa sobre Biden a Rudy Giuliani, abogado personal de Trump). Este asalto dependió de los simpatizantes de cada uno de los contendientes. Porque los seguidores de Trump son fieles a su palabra y no atienden a razones.
El siguiente asalto, sobre Corea del Norte, fue un empate. Mientras que el del Obamacare y el (inexistente) plan sanitario de Trump, que lleva anunciando desde 2016 y que aún no se vislumbra, fue para Biden. El aspirante no solo resaltó lo obvio, cuatro años anunciando un plan que no existe, también marcó las pautas de su proyecto. Biden además recalcó que tener un plan de salud público es un derecho. Lo mismo sucedió en los siguientes temas (empleo, salario mínimo y nuevos planes económicos de rescate).
Trump empezaba a estar grogui. Y como los boxeadores aturdidos y tambaleantes buscaba el golpe de suerte que noquease a su rival. Lo intentó con el escándalo de los niños separados de sus padres. Pretendió culpar a Obama y Biden de la situación. No coló. Tampoco logró el puñetazo definitivo en el asunto racial. Trump se atrevió a decir que ha sido el mejor presidente de EEUU para la comunidad negra desde Abraham Lincoln. ¡Toma ya! Es literal, no mi interpretación. De hecho he reflejado su matización, porque de primeras dijo que había sido el mejor quizás con la excepción de Lincoln. El revolcón que le dio Biden fue notorio. Y eso que no mencionó a Roosevelt, Eisenhower o Lyndon B. Johnson (la ley de los derechos civiles). Sobre el cambio climático más de lo mismo. La ametralladora Trump de falsedades y realidades paralelas funcionaba a tope pero no lograba el KO. Y empezó a interrumpir. Estábamos llegando al final del debate.
En la alocución final Trump elevó su apuesta y auguró un futuro apocalíptico si ganaba Biden. Olvidó mencionar Venezuela. No es broma. Lo ha hecho con anterioridad. Biden en su turno estuvo en su linea, comedido. Y con un punto de optimismo, confiado por las encuestas que le avalan.
Trump mejoró ostensiblemente respecto al primer debate. Parece que aprendió de sus errores y controló sus impulsos. Era una actuación destinada a recuperar a los votantes moderados que parece haber perdido. ¿Lo consiguió? Lo sabremos el 3 de noviembre, salvo que algunos ya hayan votado y formen parte de los 47 millones mencionados al principio.
Biden, por su parte, no metió la pata. En mi opinión ganó, pero eso da igual (como mi comentario al respecto), porque Hillary Clinton ganó sus debates y Trump la presidencia. Para Biden no hacerlo mal y salir airoso es un triunfo. Y le sirve para seguir comandando las encuestas. Recuerden: no hagan caso de elaboradas a nivel nacional, no reflejan la realidad que importa, la de los colegios electorales que es donde se deciden las elecciones. Las encuestas fiables son las estatales, estado a estado, que sí responden a la verdad de los posibles resultados.
Harris vs. Pence: el debate de los aspirantes
Muchos comentaristas estadounidenses aseguraban que el debate entre Kamala Harris y Mike Pence era el de los futuros aspirantes a la presidencia. Ya sea en las elecciones del 2024 o de forma más inmediata, dada las edades de Joe Biden y Donald Trump. La vicepresidencia del país cobra por tanto un rol aún más importante (recordemos que el cargo conlleva la presidencia del Senado).
El debate venía precedido por la polémica de los paneles de plexiglás. Pence se negó a ellos. Daban mala imagen. Como responsable del grupo de trabajo contra el covid-19 estos separadores implicaban el fracaso de su gestión. El foco de contagio generado en la Casa Blanca desbarató la argumentación de Pence. El brote ha sido un baño de realidad para la administración Trump. Y causa de desconfianza en el campo del Partido Demócrata. La candidatura Biden/Harris está en alerta ante las mentiras y dudas sembradas por Trump y su equipo, además de las irregularidades al saltarse los protocolos sanitarios en los debates. Se sospecha que Trump estaba contagiado en su debate (incluso se comenta que es el paciente cero de la Casa Blanca), y llegó tarde para evitar el test, mientras Pence debería estar en cuarentena.
A diferencia del debate Trump/Biden de la semana pasada ambos equipos y sus familiares llevaban mascarillas (los Trump no). Aunque al final la señora Pence subió a saludar sin la mascarilla.
En esta ocasión el debate fue moderado por Susan Page (USA Today). La primera pregunta fue para la senadora Harris, sobre las medidas de su candidatura contra el coronavirus. A Pence le preguntaron en su condición de responsable del task force. Ella lo tenía fácil y se le escapó la oportunidad para tumbar a su oponente. Y en un tema tan delicado sobraban las risas de Harris ante algunos comentarios de Pence.
A medida que avanzaban los asuntos Harris anunció que anularían la rebaja fiscal a los ricos de Trump, las universidades públicas serán gratuitas para las familias con menos recursos, y acometerían las obras públicas en infraestructuras (carreteras y puentes) que Trump prometió y no cumplió. También recordó que Trump tiene la anulación del Obamacare en los tribunales. Pence contraatacó con la amenaza de subida de impuestos por parte de Biden/Harris, su plan de sanidad –que llevan cuatro años anunciando y sigue sin conocerse–, y la defensa del fracking.
En el asunto de la guerra comercial con China la senadora y aspirante a la vicepresidencia ganó puntos. Recordó que la administración Trump ha perdido esa guerra de cara al trabajador americano. Citó el número de puestos de trabajos perdidos a causa del conflicto. Harris también mencionó como Biden salvó a la industria automovilística con unas medidas que Pence votó en contra.
Mike Pence mantuvo el tono a lo largo del debate. Fue regular. Consistente. Soltó los mantras de su jefe de filas y del Partido Republicano. Parecia un disquero responsable de promoción. De los buenos. Kamala Harris fue de menos a más. Se hizo con el debate a partir de la mitad. Ahora queda por saber el efecto que todo esto tendrá en los votantes. Porque a mi me resulta muy difícil de creer que haya indecisos en estas elecciones.
Caótico primer debate Trump-Biden
El primer debate Trump-Biden fue caótico. Las interrupciones fueron constantes. Trump incluso llegó al punto de cortar e increpar al moderador (que era de Fox News, su cadena amiga). El tono general fue áspero y bronco. La imagen fue penosa. Una clara metáfora del estado actual de esa república, actualmente en decadencia.
La llegada de los séquitos también fue significativa. La familia Trump no llevaba mascarillas y los Biden sí.
A Trump desde el escándalo fiscal, desvelado por el New York Times, le ha cambiado la cara. Su aspecto adusto reflejaba su preocupación. Parecía un perro de presa.
Desconozco la influencia de este primer debate en el voto. Y me resulta incomprensible que haya indecisos. ¿Cómo puede haber peña que no haya decidido su voto teniendo a Trump como uno de los candidatos? Entiendo que tenga sus seguidores. Y detractores. Pero indecisos. ¿Qué tipo de personas son? ¿No tienen opinión? ¿No les ha dado tiempo para formarse una en casi cuatro años? ¿Los alegatos fascistas previos no eran suficientes? Y los ha reafirmado negándose a condenar a los supremacistas blancos, insistiendo en el bulo del fraude electoral, amenazando con no respetar los resultados si no gana, etc.
Los dos candidatos se enfrentaron en Cleveland la ciudad símbolo del primer rock ‘n’ roll y sede del Rock & Roll Hall Of Fame. Les dejo con un pantallazo al respecto de mi libro «Rock ‘n’ Roll: el ritmo que cambió el mundo«.
Por un ticket Clinton-Sanders
Apuesto por el ticket electoral Hilary Clinton-Bernie Sanders como candidatura del Partido Demócrata para las elecciones presidenciales de EEUU.
Tras el caucus de Iowa y las primarias de New Hampshire la carrera por los delegados para la convención demócrata parece reñida. Pero están los superdelegados, concepto olvidado e ignorado por la prensa nacional (y la independentista). A estas alturas el computo es de 362 a favor de Clinton vs. los ocho de Sanders. Son una ventaja importante. Finalmente los 712 superdelegados en juego representarán un 15 por 100 de los votos. Las previsiones son que Clinton obtendrá 414 frente a los 14 de Sanders. Hay 284 por decidirse.
Después de los ocho años de Barak Obama su partido afronta otro hito: ¿la primera mujer presidente o el primer judío en la Casa Blanca? De momento el debate se centra en averiguar quién es más progresista. En este aspecto el veterano senador neoyorkino Sanders –lo es por Vermont, el único estado que tuvo un pueblo con alcalde comunista– parece más escorado a la izquierda. Desde sus tiempos de universitario (Chicago) a mediados de los cincuenta (del siglo pasado) apoyando el Movimiento por los Derechos Civiles y luchando contra la segregación educativa.
Hace 10 días le comenté a Manuel Jabois lo de Clinton-Sanders y rápidamente estableció un ingenioso paralelismo con Sánchez-Iglesias. No creo que sea lo mismo (jefatura de estado frente a presidencia de gobierno). Y en el caso estadounidense, el que nos ocupa, la vicepresidencia es vital de cara al Senado: el VP ejerce la presidencia de la cámara (a la que el presidente solo puede acceder con autorización de los senadores).
Hay un precedente: la presidencia de FDR (Roosevelt) tuvo a Wallace, un reconocido izquierdista, como vicepresidente de 1941 a 1945. Posteriormente Wallace fue sustituido por Truman (y heredó la presidencia por el fallecimiento de FDR).
Mientras tanto en el otro lado la carrera por la nominación del Partido Republicano es por ver quien es más carcamal. Sanders ha declarado recientemente que quiere a Trump como rival porque percibe que puede derrotarle. El problema es su vulnerabilidad por «socialista», aunque el voto joven esté con el y pueda recabar apoyos entre la población afroamericana y latina (bastiones de Clinton). Unido a Clinton y con el apoyo de las mujeres (mayoritariamente) el tándem Hilary Clinton-Bernie Sanders garantizaría una administración de centro-izquierda frente a la oposición (ultra) conservadora del PR. Y sería la continuación lógica a la era Obama.
P.D.: ¿No se puede nombrar a Obama líder político del mundo occidental? En las comparaciones con Cameron, Hollande, Maccri, Merkel, Maduro, Rajoy, Rousseff, Tsirpas, etc., gana por goleada…
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