
Unas lineas sobre el debate de los candidatos y las cosas que me han llamado la atención, además de opinar al respecto. Lo primero que me chocó antes del debate, producto de estos tiempos porque no hace tanto tiempo esto pasaría inadvertido, era que son candidatos. Es decir, no hay ni una sola candidata (lo comentó Ana Blanco al inicio y sobre las 23:20 Pablo Iglesias recogió el guante). El segundo aspecto es el referido a la imagen. Santiago Abascal y Pablo Iglesias se salieron del molde. Abascal sin corbata e Iglesias en mangas de camisa (con corbata).
Respecto a Abascal lo cosa tenía su miga. Escribí al respecto en las redes. Adjunto captura de pantalla:

Diego Herranz en un comentario en mi muro de Facebook resaltaba que además iba depilado. El acabose porque como le contesté «no es hombre de pelo en pecho… menuda decepción».
Mi impresión del debate, más allá de preferencias personales, es que Pablo Iglesias (quien no es santo de mi devoción) volvió a salir triunfador del envite. Como en las elecciones anteriores. Aunque ese tono de profesor dando la lección tira para atrás. Se puso pesado con lo del pacto PP/PSOE. Se ha convertido en su mantra. A pesar de los desmentidos de ambos. El tono comedido le sienta bien. ¿Cómo era eso del lobo con piel de cordero?
Abascal respondió a las expectativas. Fiel a su guión. Exagerando y poniendo el foco demagógico en asuntos que sirvieron tanto a Albert Rivera como a Pedro Sánchez para desmontarle. Que por otra parte da igual. Porque quien vaya a votar a Vox estos asuntos no les afectan (como la mamandurria del salario de la Comunidad de Madrid por no hacer nada) e incluso algunos temas les parecen bien (concretamente el de las autonomías).
Rivera, en horas bajas, estuvo mejor de lo esperado. Se lo jugaba todo a esta carta. Veremos el domingo si le ha servido de algo (incluida la parafernalia con la que adornó eficazmente sus intervenciones). Tuvo para todos (un poco más contra Sánchez).
Pablo Casado me decepcionó. Llegaba avalado por la subida en las encuestas. Tenía una gran oportunidad para afianzarse. Y se enredó. Olvidó que era del PP, partido que ha tenido responsabilidades de gobierno. Como le recordó Sánchez en referencia a Cataluña. Y Albert Rivera también lo hizo. Asimismo le enredaron y cayó en la trampa. En un intercambio con Rivera le pidió árnica recordando que no estaban para pelearse entre ellos, que el enemigo era Sánchez. Hubo un momento divertido en el que los tres partidos de derechas se reprochaban los unos a los otros. Pero como advirtió luego Pablo Iglesias ahora discreparán pero pactan y gobiernan juntos. Me sorprendió su mala educación: interrumpía cuando no le venían bien las replicas que recibía. El viejo truco de hablar al mismo tiempo para que no se escuche al adversario. De pijo de colegio de curas.
El presidente en funciones, Pedro Sánchez, tenía todas las de perder. Y poco que ganar. Como escribí en su día (24 de septiembre) era Sánchez contra todos o todos contra Sánchez. El debate escenificó lo que aventuraba (en los últimos 10 días este concepto se ha reflejado en los análisis de varios medios). Antes del debate me preguntaba sobre que Sánchez veríamos. ¿El del primer debate de las elecciones pasadas? Apagado, distante. ¿O el del segundo? Con chispa y manejando datos y hechos. Afortunadamente para el PSOE fue esta última versión. Estuvo fajador y conectó varios directos. A derecha e izquierda. Los intercambios con Iglesias fueron más leves (en este aspecto el líder de Podemos estuvo más duro con él, aunque sin pasarse). Se sacó varios conejos de la chistera: tres medidas para afrontar soluciones para Cataluña y propuso que de no haber pactos gobernase la lista más votada. Esta última propuesta es arriesgada desde el punto de vista socialista, porque el PP puede ganar las elecciones (no lo creo, pero las encuestas reflejan grandes subidas de la formación de Casado). El mayor error de Sánchez radicó en no despejar las dudas que presentan sus posibles alianzas con los separatistas. Tenía fácil dar la respuesta. Incluso sin comprometerse. Si estamos en esta repetición electoral, es por varias razones una de las cuales fue por no contar o buscar ese apoyo. Casado le acorraló con esto dos veces. Y Rivera hizo lo propio con los ERE de Andalucía. En resumidas cuentas, salvo estos dos aspectos hacia el final del debate, Sánchez salió bien parado.
Las alocuciones finales de los cinco candidatos, un minuto cada uno, fueron más de lo mismo, pero sin turnos de replicas. Expresaron su discurso sin cortapisas. (Casado en su gestualidad, y su barba, me recordó a Alberto Garzón de IU).
La decisión está en las urnas. El próximo domingo lo sabremos.
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