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Desayunando con Monk

Monk

Me estoy aficionando a desayunar escuchando a Thelonious Monk. En realidad estoy enganchado a Monk y lo escucho constantemente desde que adquirí en mayo la cajita con 5 CDs de Columbia Records (CBS) por 16,27€ (en Amazon). Entre los cinco están tres de mis favoritos suyos: «Underground«, «Monk’s Dream» y «Criss-Cross«. Estos dos últimos según el maestro Juan Claudio Cifuentes Cifu son sus obras cumbres. Por mi parte añado mi entusiasmo por «Underground«, que me suele acompañar en mis desplazamientos en coche, donde lo alterno con Aretha Franklin, Elvis In Memphis, Kenny Rogers y Triana. Por ser de reciente adquisición Monk prevalece como primera opción. 

El genial pianista firmó por Columbia a principios de los 60. En marzo de 1963 editó su primer LP con su nueva compañía: «Monk’s Dream«. Firmaba como The Thelonious Monk Quartet. De las ocho piezas, que originalmente conformaban el álbum (en esta edición se incluyen cuatro pistas adicionales con otras tomas), solo una-«Bright Mississippi«- es inédita. Las otras siete habían sido grabadas anteriormente en estudio o en directo (dos de ellas con otros títulos, aunque similares a los de este disco). Esta operación rescate le salió redonda a Monk. Vista la calidad de lo que escuchamos y las opiniones de gente tan acreditada como Cifu o los principales críticos estadounidenses de jazz de la época. «Monk’s Dream» es ahora la banda sonora de mis desayunos. 

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El club de jazz Fat Cat

Fat Cat

Nacho Gallego, mi boss en la Universidad Carlos III (codirector del MIMES, Máster en Industria Musical y Estudios Sonoros), me recomendó echar un vistazo al club de jazz Fat Cat. En su día me aconsejó ir al CAFF (Club Atlético Fernández Fierro) de Buenos Aires, hogar de la sensacional Orquesta Típica Fernandez Fierro, y acertó de pleno. Así que el cabezazo en el Fat Cat era obligado.

Nueva York y los clubes de jazz son prácticamente sinónimos. Este Fat Cat presentaba una singularidad: es además un salón de juegos. Mesas de billar (considerada una de las mejores salas de Manhattan), ping pong, ajedrez, damas, scrabble, shuffleboard y futbolines. Respecto a estos últimos, a los que denominan foosball, son trece los jugadores por cada equipo, en vez de los once habituales.

Foosball

Asumo que, tanto el nombre como el número de piezas, es un tema de patentes. Han reforzado la portería con ¡tres porteros! Delante tenemos dos defensas, cinco centrocampistas y tres delanteros.

En la partida de futbolín, jugada por madre e hijo, ganó La Mundana por diferencia de goles. Perdió por la mínima la primera y arrasó 7-2 en la segunda. Aunque quien realmente salió perdiendo fui yo porque pagué las consumiciones.

AA

Para todos los juegos, así como para música, dibujo, electrónica, carpintería, etc. tienen una escuela. (Cuando visitamos el Fat Cat estaban dando una clase de ping pong). Además de las clases organizan competiciones en las distintas especialidades de juegos y también exposiciones de arte.

Fat Cat entrada bar

La música que suena es jazz, principalmente be bop (también escuchamos el «Lucille» de Little Richard). Y cada noche hay actuaciones en vivo. A partir de las 22:00 es el turno de las jam sessions. Acuden músicos de jazz de la ciudad o que están de paso. Fat Cat es al jazz lo que la vecina cancha de la calle 4 con Seventh Avenue South es al baloncesto. (En su día ahí vi a Kareem Abdul Jabbar, Walter Berry y Michael Jordan, los tres nativos de NY). El escenario se encuentra a la derecha, nada más pasar la barra. Hay unos bancos, como de iglesia, para quien quiera sentarse. Una vez a la semana hay una noche dedicada a los baterías de jazz.

Fat Cat escenario

Mitch Borden es el responsable del Fat Cat. Este exsubmarinista de la Armada estadounidense, exenfermero, exprofesor y violinista se dio a conocer en el mundo del jazz con su anterior local, el Smalls. Lo abrió en 1994 y fue una ventana de oportunidad para todos los músicos que empezaban. Cerró en 2003 y Borden lo reabrió como club de jazz en 2006 con dos músicos como socios (entre medias el local se había convertido en un bar brasileño). Entre el cierre y reapertura de Smalls se lanzó a la aventura del Fat Cat. Y desde 2014 también regenta Mezzrow, local que sigue la estela del inolvidable y desaparecido Bradley’s (estaba en University Place, una manzana al sur de Washington Square, donde Ron Carter tocaba casi todas las noches y Betty Carter cantaba al menos una vez por semana, durante el tiempo que estuvimos viviendo en NY). En el enlace encontraran un enlace al programa de Jazz entre Amigos del gran Juan Claudio Cifuentes Cifu, rodado en Bradley’s.

Fat Cat está en el corazón del West Village. En Christopher Street casi esquina a la Séptima Avenida. Ideal para pasarse a tomar una copa, escuchar buen jazz y echarse unas partidas, después de cenar en el Village o de dar un paseo por el barrio, visita obligada cuando vas a Manhattan.

 

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No hay funerales como los de Nueva Orleans

Dust to digital

El recientemente fallecido Alfredo Pérez Rubalcaba afirmaba que en España se enterraba muy bien. Pero no hay funerales como los de Nueva Orleans. Como contaba en «Rock ‘n’ Roll: el ritmo que cambió el mundo» estamos hablando de la ciudad más importante de la música popular desde finales del siglo XIX (la zona cero para tres géneros tan importantes como el blues del delta del Misisipí, el jazz y el rock ‘n’ roll) y también me refería a que «las marchas de los funerales por la calle eran las más preciadas por los músicos porque bebían y coman gratis al terminar.». Esta tradición de las marchas se ha mantenido a lo largo del tiempo. Tanto es así que nuestro legendario divulgador de jazz Juan Claudio Cifuentes Cifu deseaba tener una celebración parecida cuando le enterrasen (sus deseos fueron cumplidos en Elciego, el pueblo de la Rioja Alavesa que le acogió hace ya tiempo). Estas marching bands tienen detrás de si lo que llaman la second line. Son lo seguidores, donde bailan, cantan y tocan. Son parte indispensable de la marcha.

Es fácil imaginar la que se monta en Nueva Orleans cuando el finado es un músico local. Y más aún si es de la importancia de Dr. John como es el caso. De Malcom John Rebennack Jr. (NO, 1940-2019), su verdadero nombre, decía David Simon, el creador de series de TV como «The Wire» o «Treme«, que «a Dr. John le cabía toda la música de Nueva Orleans en la cabeza». Dudo que Simon conociese la frase de Felipe González sobre Fraga

El video que despide esta entrada es de la segunda linea de la marcha en honor a Dr. John, a su paso por el barrio de Treme.

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Adiós a Cifu

Cifu

La noticia del adiós de Cifu, Juan Claudio Cifuentes, me conmocionó a media mañana. Hacía apenas dos semanas que había hablado con él, para contrastar unos datos para el libro que estoy escribiendo. Nada hacía presagiar este desenlace, que tuvo su origen el lunes de la semana pasada. Nos habíamos emplazado para una nueva comida…

Hablar de Cifu, Premio Ondas 2010 y Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes 2014 (no pensaba acudir a recogerlo en disconformidad con la política de Wert), es un viaje en el tiempo. En sus distintas facetas personales y profesionales siempre destacó un aspecto: la bondad. Al menos así le percibía, como un hombre bueno. Opinión que ya era compartida por quienes le conocían desde antes de la década de los 70. Es cuando le conocí, 1972, en 99.5 la FM de Radio Popular.

Decir Cifu es decir Jazz. Para muchos fue el mejor embajador que pudimos tener para descubrir el desarrollo del otro lado del Blues. Desde la radio, la tele, la prensa, las conferencias, etc., nos completó nuestra formación musical.

Vengo del tanatorio de despedirme y escuché a una mujer comentar que el volumen de sus programas de radio y los VHS de los de la tele daban para una enciclopedia.

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