Mientras escribo estas líneas Pedro Sánchez se está batiendo el cobre en el Congreso de los Diputados. El presidente del gobierno y la portavoz parlamentaria del PSOE, Adriana Lastra, están desmontando de forma contundente las incoherencias y deslealtades del PP y Vox. Con datos y hechos. Esto no es óbice para que siga adelante con lo apuntado desde el titular: a Sánchez la Cultura se la suda.
El primer indicio, perdón, la primera confirmación la tuvimos con el nombramiento de Máxim Huerta como ministro de Cultura. Un florero. A Huerta se le conocía por su presencia televisiva. Y sus lectores por sus libros. Pero: ¿tenía alguna experiencia como gestor cultural? No lo pudimos averiguar. Fue cesado/dimitido, al poco tiempo de jurar el cargo, por unos problemas fiscales que tuvo. Era una prueba más: al responsable de la cartera de Cultura no le hicieron el chequeo debido. Pasó el casting sin prueba alguna. Sánchez tenía mejores opciones ante sí que la de Huerta. Pero eligió al jarrón decorativo.
El reemplazo de Huerta fue un gestor cultural indiscutible, José Guirao, quien ya debió de haber formado parte del primer proceso de selección. Y nos hubiésemos ahorrado el bochorno de Huerta (quien ni siquiera dispuso del tiempo necesario para demostrar su valía o limitaciones). En el año y medio que Guirao estuvo al frente del ministerio cogió el toro por los cuernos en el asunto de la fusión del Teatro de La Zarzuela y el Teatro Real. Desmontó esa absurda union (fomentada por el último gobierno de Rajoy). En cambio, no hizo lo mismo con el tema de SGAE. Ahí le pilló el toro. Dicen que otra sombra fue la negociación respecto a la colección Thyssen. Mi impresión, siendo fan, es que su gestión no fue la que se esperaba.
Me sorprendió la no continuidad de Guirao en la formación del gobierno de coalición. ¿Se le exigía más a Guirao que a los demás, a quienes continuaron en el gobierno? La sorpresa dio paso a la indignación cuando se nombró a José Manuel Rodríguez Uribes. Desconocido absoluto en el sector cultural. Sus méritos: ser amigo de Pedro Sánchez y compartir afición por el Estudiantes. Si no fue el último ministro nombrado, fue de los tres últimos. Clara señal que Cultura no es prioridad de Sánchez. En definitiva: a Sánchez la Cultura se la suda.
Rodríguez Uribes también ha sido el último ministro en aparecer en esta crisis del coronavirus. Demostró una falta total de empatía con el mundo de la Cultura y se presentó con las manos desnudas. La carencia de medidas fue notoria: lo anunció el mismo en su comparecencia. Todo los sectores culturales se han indignado. Como recordaba Nacho Ruiz en el Huffington Post «la cultura es un 3.2 del PIB y el 3.7 del empleo total. Somos unas 700.000 personas que llevamos un mes volcando libros en redes, dando conferencias virtuales, cantando en directo con nuestras guitarras, regalando nuestro trabajo y enseñando las obras de nuestras galerías, escribiendo en redes poesías o textos de arte.».
SGAE ha dispuesto de un fondo de 15 millones de euros para editores y autores necesitados (no todos son millonarios, más bien es al revés porque la mayoría están en situación precaria o casi). Paula Corroto en El Confidencial señala que «hasta 39 asociaciones -entre las que se encuentra la Unión de Actores, la Asociación de Promotores Musicales y la Academia de Artes Escénicas, además de los sindicatos UGT y CCOO– han plasmado en un documento 52 medidas extraordinarias para afrontar las consecuencias de la crisis sanitaria provocada por el Covid-19 en el sector de las artes escénicas y la música.». El promotor Juan Santaner resumía en su Facebook las medidas de apoyo culturales en los países europeos de nuestro entorno, según recogía un artículo de El Mundo («1.600 euros mensuales para los autónomos de la cultura alemanes«). Son países que ya ayudan a creadores y trabajadores del ámbito cultural. Les dejo con un pantallazo.
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