
Este pasado fin de semana he vivido en Gijón momentos inolvidables. Sobre todo por las personas que conocí y traté. Debe ser la ciudad del planeta con más buena gente por metro cuadrado.
El motivo del viaje era la presentación de «Bikinis, Fútbol y Rock & Roll» en la capital de la Costa Verde. El acto se celebraba en el espacio cultural de ocio Toma 3, regido por Tono, un tipo sin par y veterano de la escena cultural de la historica villa desde los tiempos en el que el local se dedicaba al cine. Elena y Marta le prestan una ayuda inestimable. Siempre están al quite. Con eficacia y simpatía. Pero no adelantemos acontecimientos porque el viaje que arrancó el viernes por la mañana tuvo una parada imprescindible en Urueña (Valladolid). Había que saludar al maestro Joaquín Díaz, a quien no veía desde el siglo pasado. Antonio Perea, que me acompañó, fue quien me avisó que pasábamos a 6 km. de la Villa del Libro. La parada era por tanto obligatoria.

José Miguel López de Discópolis (Radio 3) me facilitó el email de Joaquín Díaz y me dijo que contestaba rápido. Como así fue.
La visita guiada por el Maestro a su Fundación fue un lujazo. Y la conversación una delicia. Como no podía ser de otra forma recordamos a los amigos desaparecidos como Juan Claudio Cifuentes y Nacho Saenz de Tejada, repasamos las andanzas de los vivos y echamos unas risas a cuenta de los Lomax y sus vicisitudes. Me contó que acompañó a Anna, la hija de Alan Lomax cuando vino a España para saldar algunas deudas pendientes de su padre (de cuando realizó sus investigaciones aquí). ¡Hay qué ver la mala pasada que me ha jugado un defecto auditivo a la hora de recabar información!
Queda pendiente una visita mas pausada a Urueña y una visita a otro maestro, Luis Delgado, a quien por falta de tiempo no pudimos pasar a saludar. Y todo hay que decirlo: llegamos a Gijón apurados. La presentación era a las siete de la tarde y entramos a nuestro hotel a las seis menos cuarto. Ahí estaba esperándonos el gran Pedro Roldán de la Sociedad Cultural Gijonesa, organizadora del acto.

Tras una rapida visita a la Sociedad, cuya sede estaba al lado del hotel, nos encaminamos hacia el Toma 3. Precioso el sitio y muy ambientado. Conocí a Silvia y a Sergio. Abracé a Igor a quien había conocido en el C.M. Chaminade de Madrid en una charla en la que participó no hacía más de tres meses. Desvirtualicé a Rubén Figaredo y Xandru Fernández (y después a Paco Walks Softly y conocí a su encantadora compañera y a una pareja amiga igual de fenomenales que ellos). Vi a Josu Pérez, un viejo amigo de los veraneos de Cue, quien se desplazó desde Mieres (hubo peña que vino desde Oviedo). Un abrazo emotivo tras varios años sin vernos y gracias al libro nos hemos reencontrado y retomado contacto. Pensé que se vendría a cenar pero tenía que regresar a casa y preparar su estancia en Cue. Nos veremos pronto en Madrid…
El acto en si me pareció brillante. Por parte de Sergio, Igor y Silvia. Me dejaron el listón bastante alto. Creo que hablé demasiado pero cuando llegó el turno de preguntas, esa verborrea mía (panzer dialéctico en palabras de Jorge Freire), sirvió para vencer las timideces del respetable y se produjo una charla muy agradable con unas preguntas muy interesantes. Igor me marcaba el ritmo y no me dejaba irme por la tangente en preguntas espinosas de difícil respuesta. Pero que al fin y al cabo fomentaban el intercambio de impresiones.
He seleccionado algunas fotos que hizo Paco Walks Softly:
Del Toma 3 nos fuimos a cenar a la Sidreria Canteli con Pedro y el equipo de la Sociedad Cultural Gijonesa. Aparte de Pedro Roldán nos acompañaron Sara Fernández, secretaria, Ovidio Rozada, profesor de Filosofía y directivo de la Sociedad, y Víctor Luis Álvarez, socio de la SCG. Ambientazo, buen rollo y mucha política. Igor y yo manteníamos el perfil rocanrolero, hablamos de música, de artistas, proyectos, de la situación actual y sus dificultades, de la falta de planes culturales ambiciosos, etc. Aplicable tanto al mundo de la cultura como al de tantas otras áreas. Y a todo esto la excelente tabla de quesos con su membrillo reglamentario (Asturias presume de ser donde más variedades hay de quesos en España) y otras raciones iban desapareciendo y llegaban refuerzos al grito de guerra del encargado Sodomitas!!! (lo de Espartanos!!! realmente no pegaba aunque igual sí ante tanta profusión de hombres). Del restaurante el señor Paskual y un servidor volvimos al Toma 3 a rematar la noche.
Ahí le esperaban unos amigos. Una pareja encantadora, otra, y su cuñado que era ni más ni menos que Eduardo Viñuela.

Eduardo es una de las fuentes bibliográficas del libro (y da clases en la universidad de Oviedo). Su «Rock Around Spain: historia, industria, escena y medios de comunicación» (Universidad de Lleida, 2013) editado junto a Kiko Mora ha sido uno de mis apoyos a la hora de confeccionar «Bikinis…«. Pero es que además es hermano de mi admirada Laura Viñuela, musicóloga y referente básico a la hora de abordar perspectivas de género en la música popular. El libro de Laura «La perspectiva de género y la música popular: dos nuevos retos para la musicología» (KRK, 2003) también forma parte de la bibliografía de «Bikinis…«. La noche anterior descubrí una charla que dio en la que afirmaba que las criticas al reggaettón tenían algo de clasista. En mi opinión se quedó corta…

Entré en contacto rápidamente con ella para animarla a venir al coloquio-presentación de Toma 3. Me dijo que no podía y se notaba que estaba al tanto del asunto. Me sorprendió gratamente que supiese del libro. Al poco descubrí la razón. Igor me manda un WhatsApp y me pregunta si sé que Laura es su mujer. Pues no tenía ni idea. Y tampoco caí en la cuenta que ella y Eduardo eran hermanos. El mundo es pequeño y Gijón nos conectó!!!
Cerramos el Toma 3 (como habrán podido apreciar los más observadores en la foto con Eduardo). A todo esto ese excelente guitarrista y mejor persona que es Igor Paskual iba a todas parte con un maletín de esos rodantes, porque tocaba con Loquillo en el festival de Aranda el sábado a la noche (que cantaba Moris).
A la mañana siguiente un único compromiso. Con Silvia y su gente de la editorial Suburbia. Habían sido excluidas de la Feria del Libro gijonesa y habían organizado un vermú literario en el Café Gregorio a partir de las 13:00. Como acto de protesta por la situación creada -sonaba a represalia del ayuntamiento, gobernado por el partido de Álvarez Cascos– y en solidaridad con los autores afectados. Así que ahí nos plantamos Antonio Perea y un servidor. Antonio recién paseado y yo recién desayunado (y encantado de haber descubierto una nota en El Comercio mientras tomaba el segundo café).

Creo que este comentario de Xandru Fernández de la revista SOMA define otro ambientazo (con unos vermús de categoría):

Nosotros no estuvimos tantas horas. Nos fuimos a comer algo después de un par de vermús. Paramos en otro sitio sensacional (el único que estaba lleno en una zona de restaurantes que no tenían muchos comensales). La Sidrería El Globo. Unas croquetas de jamón de pecado. Un cachopo imponente y quien suscribe un salpicón tradicional, no el de centolla (estaba agotado). Y después a echar una pequeña siesta. Antonio quería ver el órgano de San Pedro Apóstol, iglesia que corona una de las puntas de la playa de San Lorenzo a los pies del barrio de Cimadevilla. La original databa del siglo XV y fue destruida en la Guerra Civil. La actual se construyó entre 1945 y 1955.

Antonio, autor de la foto, es the real organ man. Me puso al día de las características de este, construido por Federico Acitores (Torquemada, Palencia) en 2006. Me repasó la lista de los mejores organeros. Me quedó claro que somos potencia mundial al respecto. En El Papiol (Barcelona) está Grenzing, la organería más importante del mundo. En Cataluña también está Blancafort. Valladolid aporta dos organerías de categoría: Ana Caramazana y Berchtold Soergel en Medina de Rioseco y Joaquín Lois en Tordesillas. Pero hay al menos una docena más de organeros repartidos por la península.
Mientras Perea se decepcionaba con una performance de órgano más cercana al repertorio de Viva la Gente que al de Bach (aunque le sirvió para escuchar el aparato de Acitores) me acerqué a la mítica Librería Paradiso. Aún a sabiendas que cerraba el sábado por la tarde. Ver el libro en su escaparate fue un subidón.
Con el 5-0 de la sub 21 (hat trick de Marco Asensio) decidimos acercarnos a Cimadevilla. Estaba animado, como no podía ser menos un sábado por la noche. Pero las terrazas parecían mas enfocadas a sidra o cañas que a comida propiamente dicha. Ya llegando al final, casi en el puerto encontramos nuestro sitio. Estaba lleno y había gente cenando: El Planeta (al mediodía estuvimos en El Globo así que todo cuadraba). Luego nos enteramos que cumplía 50 años. Como en todas partes trato amable y eficaz. Pedimos una ensalada normal con cebolla que vimos a una mesa de al lado (entablamos conversación y nos recomendaron varios platos) y los clásicos bocartes. No nos atrevimos con la centolla que estaban tomando en la mesa del otro lado y optamos por una rueda de bonito al ajillo (presentada en taquitos para ayudar a compartir). Sensacional. Mientras nos relamíamos vimos salir a Lucas Alcaraz (parece que anda en tratos con el Oviedo).
La copa de despedida nos la tomamos en Toma 3. Nuestra última noche en Gijón igual que la primera.
A la mañana siguiente, otro día espléndido de sol y airecito, nos encaminamos a hacia Villardefrades, a Casa Carmela. Habíamos comido ahí a la ida, al salir de Urueña. Antonio se había dejado su sombrero. Aprovechamos para repetir su excelente tortilla, esta vez de calabacino, y un gozoso bocadillo a medias de lomo, queso y pimiento rojo (nos había encantado a la ida).
Sobre las 20:00 estábamos ya de vuelta en Madrid. Con este calorcito del que huimos el viernes por la mañana.
¡Mil gracias Gijón! ¡Quiero volver!
P.D.: Y no puedo dejar de reírme con esta foto que me mandó Igor desde la estación de autobuses: las maquinas expendedoras en Asturias venden fabada…

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