
(dibujo de Pedro Arjona)
Muy buenas noches, señoras y señores, desde el Estadio de Meeeeeeeeeeestalla, donde va a tener lugar la celebración de la Final de la edición número (no se entiende bien la cifra) de la Copa del Rey de fútbol que enfrentará a las primeras formaciones del Real Madrid Club de Fútbol y la Sociedad Deportiva San Martín de la Arena, el club representativo de la cántabra localidad marinera de Suances, todo un hecho sin precedentes, calificado de histórico por todos y llamado a inscribir en las páginas gloriosas del deporte español dos nombres con caracteres épicos, el nombre del club norteño y el de la villa a orillas del atlántico mar Cantábrico.
Las gradas del magnífico escenario para una noche de ensueño se encuentran abarrotadas. Es lo que siempre han llamado cuantos me antecedieron en este noble arte de comentar partidos de fútbol “un lleno hasta la bandera”, y lo es porque las banderas que coronan el inmejorable marco incomparable, otro lugar común, no se me vayan, rozan las cabezas de los espectadores que se han encaramado hasta lo más alto que el aforo y la disposición del edificio permiten.
Les damos una vez más la bienvenida y les presentamos a nuestros invitados de excepción que nos ayudarán en los comentarios técnicos de este encuentro memorable aunque seguramente desigual. Buenas noches, Alfonso Pérez, ex internacional y ex jugador nada menos que del Real Madrid y del Barcelona, así como del Real Betis Balompié entre otros clubes. (Y al tal Alfonso ni se le escucha, tal es el griterío y tal la mala audición o tal vez la carencia de sonoridad del micrófono que aparentemente prende en su ropa). Buenas noches, buenas y calurosas noches, Romualdo Zatón, sin duda el más brillante jugador que haya vestido jamás la zamarra del San Martín de la Arena, recientemente retirado. (A partir de aquí es posible que el sanmartino hable, eso parece a juzgar por los gestos que hace Romualdo pero nadie que no sea él mismo puede si quiera intuir qué es lo que dice exactamente salvo si se tiene la pericia de saber leer los labios).
No es posible que justamente hoy se vaya a ir la tele de las narices. De las narices, dice, y esos modales requetefinos, ¿Nin? Tú siempre tienes algo de lo que mofarte de mi, cuando digo unos tacos que tiembla el misterio que soy un malhablado, y si trato de hablar finolis que si soy tal. Es que nunca estás en medio. Mira, parece que se ve otra vez algo, ese es Romualdo… ¡Ehhh¡, Romualdo.
(El locutor dialoga con Romualdo Zatón pero no podemos escuchar gran cosa, si acaso esto:) duda de que el Madrid es más equipo, por historial y por jugadores en activo, por past.. esto… por dinero, vaya (…) no, no he tenido el placer de jugar contra ellos (…) Pues en mi pueblo imagino que estén todos ahora atentos a esta retransmi (…)
Sí, atentos, pero si se va y se viene… Ya va, ya va, hago lo que puedo, no es mi tele, anda deja de quejarte y pide algo para tomar. Marchando una cerveza. Oye, ¿tú te acuerdas de uno al que decían Gadafi? Sí, cómo no, ¿a qué viene eso? No, pero no el moro ese que estaba pirado y viajaba con la tienda de campaña esa grande, me refiero al que jugaba en el San Martín cuando lo del Chozas.
De un momento a otro van a saltar al césped del estadio valenciano las formaciones de los dos equipos en liza, justo en el momento en el que acceden al palco Sus Majestades los Reyes Don Felipe y Doña Letizia, recibidos con una profusa salva de aplausos. ¡Qué lejos estamos de la desabrida recepción que tributaron otras aficiones al padre del monarca hace algunos años¡
Vuelve a sentir frío, y es raro sentirlo se dice a sí mismo, pues no parece que en la calle lo haga, ni que haya siquiera humedad, esa humedad que le destroza los huesos y le escarba inclemente. Ha encendido el televisor, lleva un buen rato contemplando en la pantalla todo lo que al canal que va a emitir el gran partido le da la gana de difundir. Todo. Obediente, no cambia a otra emisora de televisión para no perder detalle. Jamás habría imaginado hasta hace dos meses que semejante ocasión se le fuera a presentar. Lo vio claro cuando en semifinales el sorteo le deparó al equipo de su vida enfrentarse al Getafe, algo a su altura, algo a la altura esa sí de sus sueños sencillos. El equipo de su vida, sí. Su verdadera familia y en ocasiones hasta su mismísima razón de ser. Se tapa con la manta ligera que tiene permanentemente sobre el respaldo de su sofá astroso pero tan apetecible. Se tapa y se destapa continuamente pues no es capaz de saber si lo que necesita es calor o movilidad en su pierna izquierda autónoma.
Suena el himno nacional, en medio de la algarabía de las dos aficiones y la de los pocos espectadores en teoría neutrales que se entregan a la fiesta que es siempre un acontecimiento de estas características, la final de la Copa del Rey de Fútbol en su edición (y el sonido se pierde momentáneamente para no permitirnos escuchar lo que añade el locutor, pero que todos sabemos).
Romualdo, ¿qué te parece el once de gala con el que va a comenzar el choque el Real Madrid?
Que qué le parece, ¿has oído, Nin? Ya hubiera querido él jugar en el Madrid, si no pudo ni llegar al Racing. ¿Qué tendrás tú que reprocharle a Romualdo? Pues no haber prosperado. ¿Prosperado?, ¡¡¡será lo que has prosperado tú, que te pasas el día aquí metido¡¡¡ Para tu beneficio. Será por lo que consumes… Ponme otra cerveza y algo de comer que estos van a empezar en un rato… Creí que iba a venir más gente al bar. Será que creías que iba a venir alguien.
Tiene que subir a menudo el nivel del volumen del receptor porque no es capaz de atender qué dice el comentarista, y sobre todo los ex jugadores que le acompañan. Reconoce a Romualdo, Romualdo Zatón ha dicho en voz alta, como si más que hablarse a sí mismo se lo dijera a la compañera que nunca tuvo. La soledad. No le importa ahora esa soledad que viene arañando sus últimos días, sus últimos años, que le recuerdan los días de gloria en que el campo de la Rivera era un clamor al grito único de Gadafi, Gadafi, Gadafi.
El partido va a dar comienzo de un momento a otro. Los capitanes se estrechan la mano ante la atenta mirada del trencilla, el colegiado balear Somadevilla Estébanez, que… atención, da el pitido inicial en este preciso instante. ¡Qué emoción, Alfonso, Romualdo¡ Cuánta gente en tu pueblo estará ahora mismo llorando, ¿verdad, Romualdo?
Gadafi es uno de ellos, es uno de los vecinos de esa villa cántabra que no pueden ni quieren contener las lágrimas que brotan ansiosas y sin remilgos de unos ojos cansados, los ojos de quien si no fue tal vez el mejor jugador del San Martín de la Arena sí que es posible que pueda ser el más elegante de cuantos vistieron las ropas deportivas de un club que ahora es la envidia de las pequeñas agrupaciones de todo el país. No hay día que pase sin maldecir aquél en que cuajó el mote de Gadafi, el mismo nombre del sumamente ridículo dirigente libio de hace unos años. Y no olvida quién fue el tontolhaba que empezó a llamarle así por su parecido físico con él, un parecido que iba más allá de lo común, pero que no le emparentaba con el africano en otra cosa que en esa similitud patética que tanto le molestaría siempre. Gadafi acaba de hacer una jugada memorable, y con Gadafi se quedó incluso cuando las jugadas no eran lo escalofriantemente sutiles que él pretendía cada vez que agarraba la pelota en cualquier parte del campo. Y Gadafi es ahora un espectador emocionado, nada más.
Y al final no viene nadie, ya verás…
Saca de centro el Real Madrid por medio de Alvero, que parece que gana enteros desde su arranque desmotivado de la temporada… (no se entiende bien) … juega ya el campeón de Liga cerca del área cántabra, pero atención (nuevamente dejamos de oír con claridad, aunque lo que se ve en la pantalla es cómo el central del San Martín le roba el balón al delantero centro madridista para arrancar en una decidida galopada en pos del área rival)…
Pero… ¿estás viendo lo que hace Amós? ¡!!Que sí lo veo¡¡¡ Vamos, sigue, cuidado con Lázaro, que te derriba, ¡uiba¡… ahora atento que viene Drazic, y el brasileño, que te la quita el brasileño. ¡Uy! Venga, no, mejor detente que va contigo Salas, pásasela a Salas…
Si Gadafi iba al campo del San Martín de la Arena últimamente era para disfrutar de la habilidad del hijo de Chan. Chanín Salas. El mismo que ahora recibe el cuero de los pies de Amós, asustado de su propia osadía ante el equipo más poderoso de la historia de este deporte, del más galardonado, del más querido y al tiempo del más odiado. El ex jugador anima al hijo de su amigo y antiguo compañero de equipo. Vamos, vamos, no mires a la portería, ya la tienes en la cabeza, ya sabes donde está, adivina qué hará el portero, no le mires tampoco a él. Tira. Tira.
Tira, tira, venga. Chanín, dispara con esa pierna, no regatees. Chanín…
El balón sale como una exhalación de los pies de Salas, el jugador número 12 del equipo cántabro. El meta madridista está tapado por uno de sus compañeros.
Gooooooool, Goooooooool. Gadafi grita, es el suyo un aullido que llevaba mucho tiempo guarecido, agazapado en el fondo de un alma sin afanes. Un alma derruida. El alma de Gadafi.
Salas, Salas, Chanín. Viva la madre que te trajo al mundo, gooooool, goool, gool, gol, gol, gol del San Martín. Pero, ¿qué haces, no te vienes al suelo aquí conmigo?, uno se abraza con estas cosas. Sí, como tienes el suelo de sucio.
Carlos Marín no parece creerse que a las primeras de cambio ya haya encajado un gol. Un golazo. El uno a cero sube al marcador y si ustedes no salen de su perplejidad imagínense a los aficionados que se han desplazado hasta Valencia desde Suances. El estadio se llena de alborozo, aunque en realidad los seguidores del Real Madrid ocupan buena parte del graderío. Un graderío mudo casi en su totalidad, perplejo imaginamos. Gol de Salas. Y no llevamos ni cinco minutos de juego, señoras y señores. El espectáculo de la Copa del Rey en todo su esplendor. Ya lo dijo Boskov, fútbol es fútbol. Pero, atención porque parece que Cissano pisa el área del San Martín con cierto peligro.
Romualdo, Alfonso, ¿qué os ha parecido este enloquecido comienzo del encuentro? Me parece que la fe del equipo de Romualdo es extraordinaria. La velocidad y la potencia de dos de sus mejores jugadores han sido decisivas, y acaban de escribir un guión distinto del que todos esperábamos. Estoy muy emocionado, comenzar de esa manera contra el Madrid, no me lo puedo creer. Lo que sí es seguro, damas y caballeros, es que estamos ante un día inolvidable para muchos y que vamos a disfrutar de lo lindo con este choque que se avecina incierto y dinámico… ¿No les decía? Acaba de repeler la base del poste cántabro un disparo fortísimo desde fuera del área efectuado por el chino Lu, el veterano jugador madridista que no parecía contar con la confianza del entrenador del campeón de Liga, José María Ibáñez. Atentos al córner porque no podemos perder detalle (pero la conexión sí que se pierde momentáneamente, justo en el momento en el que parece que Alfonso va a hacer algún comentario)… probablemente pero ¿no crees Alfonso que era un poco tal vez digamos presuntuoso sentar en el banquillo a Ramos, por mucho que sea ya un veterano que probablemente esté jugando su última temporada y quizás su último partido en el día de hoy? Bueno, ya sabes que quien mejor sabe cuál es el estado de los jugadores es siempre el míster, aunque yo opino que Ramos es aun insustituible y que le queda mucho fútbol.
¿Estás seguro de que no quieres venirte a casa de mi hermano a ver la segunda parte?, no va a venir nadie al bar. Ya, pero no puedo cerrarlo así como así. ¡Así como así, dice¡, el San Martín va a ganar la Copa del Rey, nada más y nada menos que al Madrid, y él dice que se tiene que quedar como si fuera el capitán de un barco que se hunde, para mearse.
Gadafi se llama en realidad José Ignacio Escalante, pero no recuerda la última vez que alguien usó parte de su nombre, y mucho menos su segundo apellido, Silió. En el colegio le solían llamar Nacho, o Escalante, Lante más bien. Y su madre le decía siempre Ignacio. Pero el mote futbolístico que recibiera hace ya casi treinta años, treinta años, ha perpetuado su forma de presentarse ante el mundo, más bien de que el mundo le atienda. Lo poco que el mundo le ha hecho caso, piensa. Pero ahora no tiene esa sensación que le ha llevado al borde del abismo tantas veces, ahora Salas y Amós y Rina y los otros le tienen encandilado, al borde del infarto, vivo.
El Real Madrid no parece capaz de crearle una ocasión de gol al equipo de Suances. Romualdo, ¿cómo están los tuyos, verdad? Estoy disfrutando más de lo que imaginé, bueno, más que disfrutar, porque estoy muy nervioso (y se escucha solo a la muchedumbre que en el estadio sigue apasionadamente el partido, parece que ha ocurrido algo).
Nin, otro gol, otro gol… ¡Ay, no¡ Lo anula, lo anula el muy cabrón del árbitro lo anula. Ya decía yo.
En su sofá, en su soledad ya en absoluto dolorosa, Gadafi se echa las manos a la cabeza por la desgracia que le transmite el televisor, y comienza a sentir algo raro en el hombro, o más bien en el pecho. Se ve a sí mismo en medio del terreno de juego de un campo de fútbol que no es el de la Rivera, pisando la pelota y girando hacia donde el jugador que se le acerca no puede ya dirigirse aunque intenta arrancar sin éxito en pos de la espalda del morenísimo esteta del equipo de Suances. Mira una sola vez a la portería Gadafi, eso es lo que está ahora en su mente, pues la final se ha desvanecido como él se ha desvanecido y ya no está sobre el mueble ni la vieja manta le tapa al ser si acaso un colchón insuficiente. Sí escucha con claridad el timbre. Ya va se oye decir, pero no es capaz de percibir que quien quiera que llame no advierte sonido alguno y parece cesar en su intento. No exactamente, porque la puerta se abre…
Ahora que lo repiten sí parece fuera de juego. Pues yo no lo veo claro, mira cómo Ania está en línea, y en línea no hay fuera de juego. A mi me parece que tiene un pie un poco adelantado, el brasileño está delante de él, y él… en fin, qué más da, seguimos ganando, y ya acaba el primer tiempo, ¿otra cerveza? Sí y saca ya esa tortilla que se la van a comer los gusanos. A tu cuerpo sí que se lo van a comer los gusanos. Mira ya empieza a venir gente, entran los de la pandilla de tu chico el pequeño. Hola, chavalada.
José Ignacio. Escucha su nombre pero no reconoce que tenga que ver con él, más preocupado como está por intentar decir que no le pasa nada, que ya se levanta él solo.
Regresamos al estadio del Valencia Club de Fútbol, a Mestalla, para llevar hasta sus hogares la segunda parte de este inolvidable partido de fútbol que deja de momento un resultado sorprendente. San Martín de la Arena uno, Real Madrid cero. Han oído bien quienes se incorporen ahora a nuestra sintonía, damas y caballeros, señoras y señores, niños y niñas. San Martín de la Arena uno, Real Madrid cero. O lo que es lo mismo, el laureado equipo de la capital de España, campeón esta misma campaña hace a penas unas semanas de la Liga, no puede con la bravura y, por qué no decirlo, el estilo atrevido, tan español vaya, del equipo de la ría de Suances, de la ría de San Martín de la Arena, gracias Romualdo por tus lecciones de geografía. El San Martín de la Arena. ¿Cuántos de ustedes conocían de su existencia hasta que hace unos meses se incrustó en las decisivas fases clasificatorias de la Copa del Rey española? (Alfonso toma la palabra, tal vez espoleado sin que lo veamos por el locutor).
La reconoce, es incapaz de recordar su nombre y, aturdido, no se detiene a pensar en cómo ha podido abrir su puerta, el acceso a su vida monacal, ausente de olores compartidos y del afecto o la simple presencia de la mirada ajena.
Más cerveza, no quintos no, ponnos las grandes. Sí, trece. ¿Y qué tal unos boquerones en vinagre? ¿Para trece? No, somos quince es que hay dos chicas que no beben, de momento, ¡Qué partidazo eh¡ Nos hemos entretenido pero ya no podíamos más, yo por lo menos, y les he convencido a estos piernas de acercarnos a tu bar. Pues me habéis salvado el día, y además, ya con este me empezaba a parecer que estaba en casa con mi mujer viendo el partido, vamos, solo. Si no fuera por mi.
Llevamos doce minutos del segundo tiempo y no parece que el San Martín tenga ningún miedo del Real Madrid, ¿verdad Romualdo? No salgo de mi asombro, llevo toda la temporada sin perderme casi ningún partido del equipo y te puedo asegurar que con la soltura y la profesionalidad que juegan hoy no lo han hecho en toda la temporada. Bueno, si exceptuamos su visita al campo del Torrelavega. Allí empecé a pensar que estos chicos tienen futuro, eso sí, sin imaginar que llegaran hasta donde han llegado. Hasta donde han llegado, Romualdo, y lo que les queda, porque de aquí van derechos, aunque pierdan hoy, no lo olvides, hasta la mismísima Europa League. Y no parece que vayan a perder, si no que se lo digan a Salas. Salas con la pelota, que la acaba de recibir de cabeza de su compañero Juanín.
¿Habéis visto qué pase de cabeza de mi primo? No es tu primo. Lo que tú digas, es hijo de una prima de mi padre. Ya, pero juega porque es el novio de la hija del entrenador. Yastamos, juega porque es alto y corre, y es rápido y… Y folla de lujo. ¿Tú que sabrás? Total, que nos hemos perdido el gol. Qué gol, si ha ido fuera. Era para ver si estabais atentos, so merluzo. Tanto Juanín, tanto Juanín…
Gadafi está ahora sentado en su sofá, sin la manta. La ha olvidado. Lucía le ha preparado un café y ahora se sienta frente a él en una silla desarticulada pero resistente, no necesita serlo mucho pues el cuerpo de ella sigue siendo tan liviano como lo fue en los años en que Gadafi lo veneraba con una devoción delicada. Veo que estás leyendo mi novela, le dice al tiempo que con el mentón señala hacia la mesita desvencijada sobre la que reposa un volumen que muestra en su hermosa cubierta solo siete palabras. Lucía. Ábalos. Cronos. Los. Libros. De. Silvia. Cronos, ese titán al que sus hijos destronaron, el Saturno romano. Verdaderamente un jaleo porque Cronos no es Crono, quien sí es el padre de Zeus, que a su vez… La novela que está leyendo Gadafi no entra en esas disquisiciones y solo habla, nada más y nada menos, a la manera en que las novelas cuentan las historias que contienen, de la historia de amor que mantuvo con Lucía cuando aun tenía algo que dar. Cuando las piernas le respondían antes del accidente que mató al deslumbrante Gadafi que se iba a ir a Madrid a probar suerte en el segundo equipo del club más grande de todos los tiempos.
Se prepara Ramos para saltar al campo. Alfonso, ¿no crees que más bien lo que precisa ahora el Real Madrid es un jugador de ataque, o al menos un centrocampista desequilibrante que rompa ese cinturón de hierro perfecto que ha establecido Juan Iríbar, el entrenador del equipo cántabro? Tal vez lo que quiera Iríbar es precisamente apuntalar el lugar del que parte todo, el orden defensivo, aunque sí, tal vez yo hubiera sacado a alguno de los excelentes delanteros que aun puede poner en liza, como a Lope, que tan buenos resultados le viene dando especialmente en las segundas partes y más aun en esta mismísima competición, pues no en vano a mi modo de ver fue el artífice de la eliminación del Barcelona con sus dos goles casi sobre el pitido final en el Camp Nou hace unas semanas.
Me llamaste Sábado. Sábado. No, José Ignacio, te lo pusiste tú, el nombre. Nunca me has llamado así. ¿Sábado? No, José Ignacio. Sí, ya no te acuerdas pero no te solía llamar José a secas ni Lante, por supuesto. Ni siquiera Nacho. Te llamaba José Ignacio a veces más bien Joséignacio o quizás Josignacio. Te amaba tanto… Por eso escribí esa novela, y yo también te quise, a mi manera. A la manera que me convertía en el guiñapo que acabé siendo. No, a la manera que supe.
Y ahora, ¿por qué quita Juan a Mota?, con lo bien que estaba jugando. Estará lesionado. Sí, lesionado, y por eso le mete esa patada a la botella de agua llena al pasar, no te digo. Bueno, pero sale Lolillo, para defender. Y para terminar de acogotar a Cissano. Por cierto, ¿no se os parece, y no solo en el nombre, que os veo venir, a Cristiano Ronaldo? Cristiano ¿qué? Tú eras muy pequeña cuando jugaba, si no no te habrías olvidado, le tenías que haber visto en calzoncillos. Me gusta el fútbol… Tarao. Vamos San Martín, vamos, a por ellos. Que son pocos y cobardes.
Lucía le recuerda a Gadafi, a Josignacio, que el partido está en su apogeo, que mire la pantalla. Que ella ya se va, que mañana pasará a visitarle, que aun se queda unos días en Suances. Y él la mira unos segundos y decide llevar su vista hasta le pantalla y escuchar a Romualdo cómo alaba la decisión del técnico cántabro, que ha puesto en juego a un auténtico valladar para contener la última media de furia madridista. Y Lucía le besa levemente en la mejilla, y le dice adiós. Justo cuando el Madrid estrella su tercer balón en la madera de la meta defendida por Palomera. Adiós, Lucía.
Minuto 18 de la segunda mitad, y el acoso a la portería cántabra por parte del equipo de la capital del Estado es diríamos que incluso cruel. Las dos aficiones siguen entregadas, animando cada una a sus colores, con la encendida pasión habitual en estos lances. Es una final de la Copa del Rey, no lo olvidemos, no lo olviden. Alvero pasa el balón a Lázaro, que retrocede levemente hacia la posición de Ramos, siempre con su cinta en su pelo, siempre tan aguerrido como cuando debutó en el conjunto blanco ya hace unos años. En el 2005, me dicen, pues ya ha llovido. Pero… Un descuido permite a Lolillo sacar en largo hacia donde está al acecho Juanín, que recoge el esférico y con su pierna izquierda cede rápido a Salas.
El hijo de Chan, el autor del gol, lleva la pelota, la mima, y Gadafi ve en él su propia imagen hace muchos años, los años de Lucía. Los años del esplendor en la hierba, como se titulaba una película que vio una vez en la tele, y el poema que la inspiraba y que él no había leído nunca. Ahora intenta fijar su vista en la pantalla y ve al hijo de su amigo Chan, Chanín Salas, tan poco similar a su padre y tan parecido a Gadafi en la manera de conducir el balón y de avanzar con la barbilla alta y la astucia huidiza de los grandes. Era Chan un bregador cansino e incansable a quien llamaban Mierdadeperro. El mote repetido que ya gastara un jugador inglés al cual le cayó ese apodo porque… como oyó muerto de risa la primera vez que le explicaron la razón de alias… está en todas partes. Un jugador tan opuesto al elegante Chanín Salas que solo heredó el diminutivo del diminutivo del nombre de pila y el apellido que nadie empleaba para referirse simplemente a Chan.
Otra vez, la tienes a huevo, Salas. Chanín, ya los has regateado, ¿qué haces ahora, por qué te detienes? Dínoslo tú que eres su amigo. Que te la quita Carlos, engáñalo, tírale al suelo, como hiciste con el portero del Naval. Señores, y señoritas, ¿nadie pide nada de beber? Dispara, Chanín, por tu madre…
Ha sido una ocasión de oro, Salas acaba de tener el dos cero en sus botas, en la puntera de su pie izquierdo, ese del que dicen, ¿verdad Romualdo?, que es un auténtico guante. Sí, la verdad es que ha desperdiciado una oportunidad única, y no entiendo porque yo que le veo cada domingo no le he visto nunca fallar algo así, incluso cuando se recrea en la suerte como suele hacer, como acaba de hacer, de hecho. Pues señoras y señores, niños y niñas, el encuentro sigue con el uno a cero que mantiene las espadas, a que ya habían oído ustedes esto antes, en todo lo alto. No dejen de adquirir este jueves (y el sonido deja de interesarnos o tal vez se estrella contra la tecnología, como tantas veces).
Eso le pasa por chulo, siempre tiene que hacer alguna para ser el centro de atención. Ya, pero qué sería del fútbol sin gente como él. Pues fútbol sin chulos. No te pases con Chanín que sabes que es mi debilidad. Te gusta su culito, sí. Como vuelvas a decir eso te parto la boca, jilipoyas. Vamos chicos, prestad algo más de atención al partido… que nos vamos a llevar la Copa. Sí, o a nosotras, ¿A vosotras qué? Que nos prestéis atención, que parecéis maricas. Yastamos.
Gadafi ha dejado de pensar por completo en el espectro de Lucía que ha creído tener delante de sí hace unos minutos. Sigue aturdido, pero el dolor físico ha desaparecido. La pantalla absorbe toda su atención. Mestalla sigue siendo el centro del Universo, y los colores del San Martín de la Arena, que hoy no son el blanco para la camiseta, aunque sí son azules los pantalones y las medias, que le prestan su tonalidad a aquella. Un azul precioso le habría parecido al ex jugador si su cerebro tuviera alguna intención de recrearse en la belleza de un mundo que para Gadafi se reduce solo a la que muestra el deporte que ha ocupado casi toda su existencia. Solo Lucía podría haber competido con esa pasión. Lucía, que le escribió versos de amor. Lucía.
déjame decirte amor una cosa
(solo tres palabras)
confía en mi
no te dejes avasallar
por esta torrencial ansiedad
disculpa mi dislocada afectación
cuando me vengo abajo
(en realidad, no toco el suelo,
solo asumo tarde
la estratosférica hecatombe
que provoco)
déjame aclararte cielo algo
(ahora necesito más letras)
has depositado en mi un huracán
un vendaval sin normas
que aprendo lentamente a dominar
pero ten la seguridad
de que me esfuerzo por manejarlo
porque nada ha habido jamás en mi
más importante que mi deseo de ser tuya
que mi necesidad de tenerte junto a mi hombro
nada como saberte enamorado y dispuesto
nada como conocer tu piel y explorarla
no habrá nunca disciplina más consentida
nunca esfuerzo mejor administrado
para ello
compondré mi cuerpo para el enlace
sosegaré mi impertinente impaciencia
para ello
seguiré en el cortejo perpetuo de tu alma
alimentaré de pacificadora alegría tu pecho
para ello
sostendré la espera con más versos
identificaré cada uno de tus besos para no perderlos
y lo más importante
te cuidaré con la insólita audacia del partisano
con el inmediato rigor de las madres
sí, de las madres, hablo de protección
con una dedicación adornada de celo
decorada con requiebros esculpidos en piedra
te cuidaré con la sinceridad necesaria
con un afecto profundo de vértice
de vértice pendiente de tu corazón
con una diligente prudencia enardecida
dibujada en las líneas de mis manos
te diré cada día de nuestras vidas que te amo que nadie merecerá más que tu que te diga cada día de nuestras vidas que te amo que nada será más digno que tú para escuchar cada día de nuestras vidas te amo que me arrancaré los pulmones para dejar de respirar si olvido un solo día de nuestras vidas decirte que te amo
te amo
Versos de fuego que logró memorizar, que le provocaron la única sensación que habría de tener en su vida de sentirse amado, de ser para alguien lo más sagrado. Versos de fuego que desaparecieron en medio de una tormenta hace ya tanto tiempo.
El partido se desliza hacia su desenlace final, y al Real Madrid se le van acabando las balas que ha ido dejando en la recámara cuando va a saltar al terreno de juego, en sustitución del veterano Lu, nada más y nada menos que el héroe del Camp Nou. El héroe para la afición madridista, evidentemente, pues en el estadio blaugrana no creemos que le muestren ese tipo de estima. Lope pisa ya el césped de Mestalla ante la mirada asustada de algunos de los componentes del equipo de Suances. Y ya toca por vez primera la pelota, que devuelve a Alvero.
Vaya, ahora sí que se nos viene todo encima, han sacado a Lope. ¿Lope? Sí, ¿no sabes quién es? Marchando cinco cervezas. ¿Quién ha pedido escabeche? ¿Escabeche de qué? Salgo un momento a echar un pito. Si pasa algo dadme un toque que entro enseguida. Pues Lope es… No te oigo. Acércate que te voy a decir quién es Lope. No. déjalo, que voy a picar algo de aquel plato. Juanín, Amós, Salas, vamos, vamos que ya no queda nada, que la Copa es vuestra. Buffff.
Drazic juega con Lope, que le devuelve el balón al croata. Alfonso, ¿crees que tiene ya toda la artillería el Madrid dispuesta sobre el césped? A mi me parece que no puede hacer ya nada más de lo que ha hecho su entrenador, que por otra parte me consta que es un excelente ajedrecista y le gusta usar estrategias muy de ese tipo. ¿Romualdo, qué opinas? Ahora mismo no puedo deciros nada porque reconozco que la emoción no me deja casi ni articular palabra, ¿qué preguntabas?
Eh, parece que viene más gente. Sí. Un poco tarde, pero llegan. Ahora a ver si no voy a tener cerveza en los barriles. Buenas noches nos dé Dios. Y tan buenas, que venimos a tomarnos las penúltimas viendo al San Martín campeón. San Martín, San Martín, te venimos a cantar una canción marinera…
La manta vuelve a estar sobre las piernas de Gadafi, más por rito que por desempeñar la función que la vio nacer. Pero él no parece ya tener la mirada en un lugar definido pues lo que hace su vista es recorrer la habitación sin casi escuchar el ruido que emite su receptor de televisión, donde ahora se ve nítidamente al árbitro señalar un penalty, y el antiguo jugador cántabro fija ya sí su atención en la pantalla. Se levanta, la manta cae, él mismo se desploma y el televisor continua resplandeciente vibrando, sumido en una actividad que carece por completo de utilidad porque nadie le atiende. Pero él sigue, y Gadafi yace en el suelo, sin poder asistir al lanzamiento del penal con que está siendo castigado su equipo.
Máxima expectación en el estadio y en todos sus hogares, damas y caballeros. Lope se dispone a disparar el penalty que acaba de pitar Somadevilla Estébanez, cometido sobre el recién incorporado jugador del Real Madrid Club de Fútbol.
No quiero mirar. Era mucho. Ya teníamos la final en el bote, jolines… No. Sí. Os lo dije, ¿os lo dije o no os lo dije? Yo tampoco quiero mirar. ¿Qué tal tira el Lope ese los penalties? Al final me vas a quemar con el cigarrito. No te voy a quemar, no tengas cuidado. Pues este año los ha metido todos. Joder con la enciclopedia. Sí, sí tengo cuidado, mira… Eso no te lo he hecho yo. Schiiissst. ¿Cómo que nos callemos? A ver si ahora se viene a ver el fútbol al bar y hay que estar sin hablar. Es que me pongo muy nervioso. No quiero mirar. Pues no mires.
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