¡Vermeer es enorme! Ver un cuadro suyo en un museo es una experiencia única. Admirar 27 de sus pinturas en una exposición es sobrecogedor. Estás expuesto (afortunadamente) a varios stendhalazos. Como nos ocurrió a nosotros anoche. En mi segundo, ante dos pequeños retratos (pertenecientes al National Gallery de Washington) y tras quedarme embobado con «La lechera«, tuve que sentarme. Me temblaban las piernas y tenía los ojos humedecidos. La Mundana se acercó y me preguntó qué me pasaba. Se lo conté y sus ojos se tornaron acuosos y brillaron. Nos reímos y dijo ella «stendhalazo«.
El maestro del siglo XVII, reivindicado en el XIX, pinta el aire. Domina la luz, que normalmente entra por una ventana como si fuese el foco de un estudio fotográfico. Y sobre todo captura el instante. Eso hace que los gestos de sus personajes cobren vida. Y cuando parece que miran al pintor te están mirando a tí. Me contaba La Mundana que Cristino de Vera, gran admirador de Vermeer, siempre dice que para contemplar un cuadro hay que dejar que te penetre. En las pinturas de Vermeer eso es exactamente lo que sucede. Te atrapan, creando una intimidad especial.