Me interesé por un articulo del Washington Post sobre la extensa obra de Duke Ellington y en el primer párrafo me asaltaban con una novedad, al menos para mi: a Charlie Parker le gustaba el country. El country en esa década de los 40 aún no se llamaba así. Se conocía por el despectivo nombre de hillbilly. Este dato, desconocido para mi hasta ahora, parece suficientemente documentado y conocido por los expertos del jazz.
Parker, genio e impulsor del revolucionario bebop, estaba fascinado por las letras que cantaban las leyendas contemporáneas del hillbilly. En las pausas entre actuación y actuación, en los clubes de la neoyorkina Calle 52, se acercaba a los bares de la zona que tuviesen rocola. Siempre iba provisto de monedas para escuchar sus canciones favoritas. Lo mismo sucedía en los diners a los que iba a comer o cenar. Elegía los que tuviesen gramolas. Los músicos que le acompañaban estaban tan acostumbrados como extrañados. Un día, uno le preguntó el por qué de esa pasión. Parker contestó «escucha las historias».
Este clásico de Hank Williams “Your Cheatin’ Heart” estaba entre sus canciones favoritas.