Crisis en la hostelería de la ciudad condal.

El 1-0 al descanso no reflejaba lo sucedido sobre el campo. El Real Madrid había sido claramente superior al Borussia Mönchengladbach. Su portero, Sommer, había salvado dos goles. El primero fue un disparo desde fuera del área de Kroos, con 0-0. El otro fue tras una buena combinación entre Marco Asensio y Lucas Vázquez por la banda derecha. El remate a bocajarro del mallorquín pudo empatar el partido, mas los reflejos del meta salvaron la situación.
El 1-0 llegó en el primer chut del Borussia. El zurdazo, con el interior, de Marcus Thuram era su primer gol en Champions. También fue el único despiste defensivo blanco, si acaso lo podemos calificar como error. Y no debemos quitarle méritos al golazo de Thuram hijo.
Ese 1-0 coincidió con mi primer estado de nervios. Dominábamos, controlábamos el partido, pero no marcábamos. Menos mal que no perdimos la compostura tras el gol en contra. Y seguimos con nuestro infructuoso dominio.
En la segunda mitad salimos a por todas. Al minuto pudo empatar Asensio, pero su remate se encontró con el larguero (en la primera mitad Varane había cabeceado al palo). Tres minutos después Vinicius desperdiciaba una clara ocasión, después de una gran internada por la banda de Fede Valverde. Remató rematadamente mal y se le fue fuera por mucho. Estaba solo.
Como en la primera mitad se jugaba en el campo del Borussia. Y al igual que en los primeros 45 minutos pasaba el tiempo y el dominio era estéril. Al Madrid no se le podía achacar nada, salvo la falta de pegada. El equipo estaba luchando, haciendo un buen encuentro.
Poco antes de cumplirse la hora de juego Zidane mandó a calentar a varios jugadores y Thuram hacía el 2-0. Recogió un rechace de Courtois. No se podía tener más mala fortuna. Dos derrotas seguidas en la fase de grupos de Champions son una sentencia de muerte. Y dos minutos después del segundo tanto estuvo a punto de llegar el tercero, la puntilla. Courtois salvó el mano a mano.
El Madrid se recuperó del mazazo del marcador. Siguió mandando. Sin fruto.
Zidane que había repetido el once del Camp Nou (con Lucas Vázquez por Nacho) movía piezas en el 69. Modric y Hazard entraban por Kroos y Vinicius. Por su parte el Borussia retiraba al goleador Thuram. Y Rodrygo salía a calentar.
Pasaban los minutos y ya se escuchaban por el corredor de la muerte los pasos del sacerdote y del carcelero, con la bandeja de la última cena. Hazard pudo retrasar el momento, y hacernos soñar con un perdón in extremis, pero no acertó con la portería.
Entrábamos en los 10 minutos finales y el condenado Madrid ya estaba confesado y cenado. El camino hacia la sentencia final se aproximaba. El abogado Zidane planteaba sus últimos recursos: Rodrygo por Asensio en el 83 y adelantaba a Ramos.
En el 86 Benzema aparecía por primera vez en esta segunda mitad y anotaba el 2-1 a la media vuelta, en un balón que salvó Casemiro cuando se perdía por la línea de fondo. El partido se alargó cuatro minutos. A los dos minutos y medio empataba Casemiro aprovechando un cabeceo de Ramos. La ejecución se suspendía. La fe y la épica se imponían y el 2-2 era más justo que la derrota.
Tiene mérito haber remontado un 0-2 en Alemania, de la misma forma que nunca debimos vernos en esta tesitura. Porque podemos seguir poniéndonos una venda en los ojos, aunque la realidad sea palmaria: no tenemos un goleador. Hoy hemos jugado bien y hemos empatado a dos. Se ha buscado la portería rival 22 veces. Con un depredador del área hubiésemos ganado fácil. Desde que vendimos a Cristiano Ronaldo hemos perdido gol. Esa baja sigue sin cubrirse. No nos hace falta un estadio, precisamos de un killer.
De todas formas, un punto en dos partidos no es buen presagio para el futuro que nos espera en esta Champions. Somos los últimos del grupo, que encabeza el Shakhtar con cuatro (Inter y Borussia tienen dos). Nos quedan cuatro partidos que serán cuatro finales.
P.D.: habrán observado que no he mencionado la mano del defensa alemán en el minuto cuatro del partido.