Un siglo de canciones 133: «Book Of Saturday» (por Antonio Perea)

king_crimson_3

Veo que en “Un siglo de canciones” no hay ninguna de King Crimson y no me extraña. La obra de los grandes de lo que se dio en llamar “rock sinfónico”, entre cuyas cimas cuento -y seguro que me dejo a algunos- a los propios King  Crimson, Yes, Pink Floyd, EL&P, The Flock, Jethro Tull, es difícil de enmarcar en el género canción. Para mí en lo personal, cualquier obra que dure más que el «Hey Jude» de los Beatles –unos siete minutos largos- debe entrar a formar parte de un género diferente, un género quizá todavía por definir, quizá suite, quizá cantata, pero no canción. Quizá todo se deba a que me cuento entre los frustrados por tener que salir del universo del LP de vinilo, ése en que ya se trate de canciones, suites o movimientos sinfónicos, a los veinte minutos hay que levantarse a dar la vuelta al disco (el otro día comentaba con El Mundano acerca del coñazo que supone levantarse en mitad del segundo movimiento de la Heroica).

Todos los grupos de rock sinfónico tienen, sin embargo, alguna obra catalogable como canción desde este mismo criterio. Los monstruos del conocimiento musical que integran la audiencia de El Mundano seguro que conocen varias de cada uno de los que arriba cito. Pero yo me voy a centrar en la que considero la canción más canción de todo King Crimson, una balada arrebatadora. Hace casi exactamente cuarenta años me fascinó oírla dentro del disco Larks’ Tongues in Aspic (1973), en el que oficiaba de soplo de sosiego (salvo por la misteriosa, tristísima, casi incomprensible letra; más abajo la incluyo pero no me atrevo a traducirla con mi inglés tan renqueante) entre el corte que daba nombre al álbum y “Exiles”, dos experimentos que exigen toda la concentración del oyente. Tuve la suerte de escucharla en vivo en el madrileño Alcalá-Palace en noviembre del propio año 1973, en la gira europea de King Crimson y de su entonces nueva formación, la tercera, íntegramente británica: Robert Fripp, por supuesto; el violinista jazzero David Cross; el bajista y cantante John Wetton y el batería Bill Bruford, recién llegado a KC desde Yes. No recuerdo que anduviera por el escenario de la calle Alcalá Jamie Muir, que sí aparecía en los créditos del disco como percusionista. A lo mejor estuvo en un rincón poco iluminado, lo mismo que Fripp. Sí recuerdo en cambio a Fripp y su extraña afinación de la guitarra, quizá precursora de la que después promovería con el movimiento  “Guitar Crafts”; y recuerdo perfectamente una versión minimalista de «Book of Saturday» aunque reconocible, más jazzística y larga, con más solos intercalados y Wetton respondiendo con melismas vocales a las “invitaciones” de Cross y su violín electrificado.

Y, claro está, corría 1973, por lo que también recuerdo un par de tenebrosas camionetas de grises en la puerta del teatro, preocupados por el peligro que sin duda suponía allí tanto melenudo junto. La verdad es que no podíamos ni dar saltos, porque no se desmontaron las butacas del poco poblado patio de aquel Alcalá Palace, por entonces cine. En aquellas butacas los melenudos nos acomodamos, igual que si estuviéramos viendo Fray Escoba, para escuchar la que sin duda era para nosotros la música más progresiva del momento en todo el mundo. Supongo que, entre otras cosas, por culpa de vigilar a quien no debía, la policía de Franco perdió de vista a unos topos que aquella misma noche de noviembre ya estaban probando la espoleta de los explosivos que muy pocos días después le iban a colocar a Carrero debajo del culo. Pero eso es otra historia…

«Book Of Saturday»

(Robert Fripp; John Wetton; letra de Richard Palmer-James)

If I only could deceive you
Forgetting the game
Every time I try to leave you
You laugh just the same

’Cause my wheels never touch the road
And the jumble of lies we told
Just returns to my back to weigh me down…

We lay cards upon the table
The backs of our hands
And I swear I like your people
The boys in the band

Reminiscences gone astray
Coming back to enjoy the fray
In a tangle of night and daylight sounds…

All completeness in the morning
Asleep on your side
I’ll be waking up the crewmen
Banana-boat ride

She responds like a limousine
Brought alive on the silent screen
To the shuddering breath of yesterday…

There’s the succour of the needy
Incredible scenes
I’ll believe you in the future
Your life and death dreams

As the cavalry of despair
Takes a stand in the lady’s hair
For the favour of making sweet sixteen…

You make my life and times
A book of bluesy Saturdays
And I have to chose…

Entradas relacionadas:

Un siglo de canciones (todos los posts)

Anuncio publicitario

2 comentarios

Archivado bajo Cultura, Música

2 Respuestas a “Un siglo de canciones 133: «Book Of Saturday» (por Antonio Perea)

  1. Me encantan King Crimson!!! En su época se les definió como rock progresivo. La etiqueta de sinfónicos creo que era más apropiada para otras bandas, como las que citas (incluso se podría añadir a Moody Blues) pero no se puede extender a Jethro Tull a pesar de Thick As A Brick y sobre todo A Passion Play. Los Who también tienen Tommy y Quadrophenia y no creo que nadie les pueda catalogar como sinfónicos. Es tan solo una apreciación.

    La incorporación de John Wetton a King Crimson -como reemplazo definitivo de Greg Lake, cuya marcha dejó en KC una brecha importante durante un par de años – fue muy comentada en su momento. Venía de Family, poderosa agrupación de Blues-Rock. Tuve la fortuna de trabajar con él como miembro de Asia. Aunque confraternicé más con Carl Palmer, quien por aquella época residía en Tenerife.

  2. Pingback: El hombre que estafó a ¿Quién quiere ser millonario? + MORE | INFORMADORES.INFO

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s