23 de enero de 2011
Abogados, periodistas y políticos son los actores del ¿último? sainete que tiene a la ley Sinde como protagonista. Para completar el póker de mis profesiones favoritas solo faltan los taxistas (¿nunca les ha conducido un ministro de Hacienda o un Presidente de Gobierno?). Estos profesionales (leguleyos, periodistas, políticos y taxistas) saben de todo, opinan de lo divino y lo humano, tarifan por servicios y tienen una rara habilidad de amargarnos puntualmente la existencia. Es obvio que hay excepciones: un familiar «esclavo» del volante, al servicio de un patrón que le exprime; abogados y políticos honrados y trabajadores; amigos que son periodistas, independientes y alejados del mundanal ruido, al que observan con imparcialidad, libres de ataduras y compromisos. Pero quedan sepultados por «los otros».
Volviendo al tema: todos los personajes de la trama Sinde quedan al descubierto. Las manipulaciones de unos y otros, sus afanes de protagonismo (los que un día fueron convocados vs los que no), sus incoherencias (nos reunimos con partidos sin luz ni taquígrafos pero nos ponemos dignos si la iniciativa no es nuestra, y no queda claro el provecho que podamos obtener), etc. Y lo más preocupante: no entender ni respetar lo que es nuestra democracia representativa (las leyes se discuten y debaten en el Congreso y el Senado, por los representantes electos).
Si desean una crónica de los hechos les recomiendo leer el post de J.R. Mora (su ilustración encabeza esta entrada):
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Unos apuntes sobre la denominada Ley Sinde