Un siglo de canciones 87: “Tous Les Garçons Et Les Filles» (por Antonio Perea)

9 de noviembre de 2010

En aquel momento yo tenía siete años y no me di ni cuenta. Pero casi cincuenta años después reflexiono en que fue en el verano de 1962 cuando descubrí el primer atisbo de lo que iba a ser mi condición heterosexual. Fue a raíz de ver en casa de unos vecinos la foto de una chica de diecisiete años que servía de portada al disco “Tous Les Garçons Et Les Filles”. Para entonces Françoise Hardy ya había cumplido los dieciocho, pero había posado para la foto el año anterior, cuando firmó un contrato con la compañía discográfica francesa Vogue, que supongo tendría algo que ver con la famosa revista y con los primeros contactos de Hardy con el mundo de la moda. Todo mi respeto para aquellos que consideran a Ava Gardner el animal más bello del mundo, y comparto el arrebato sensorial que acompaña a las voluptuosas curvas de Marilyn. Pero yo de niño me enamoré de Françoise, algo que imprime carácter, y supongo que en algún lugar recóndito de mi alma siempre he llevado la huella de aquellos ojos melancólicos que un verano me miraron desde la carpeta de un disco.

Supongo que no fui tan fiel a Françoise Hardy como hubiera debido, porque desde aquel “Todos Los Chicos Y Chicas” de dos millones de copias vendidas, y a pesar de llevar grabada a fuego en mi subconsciente aquella foto en blanco y negro, lo cierto es que no volví a interesarme demasiado por su vida y obra. Así que fue muchos años después cuando me enteré de que se había casado con el líder del pop francés  Jacques Dutronc  (“Il Est Cinq Heures, París S’éveille”). Yo había visto imágenes de ambos desperdigadas por casa protagonizando portadas de Salut les copains, aquella revista que era la biblia pop de la juventud francófona. Años después les volví a ver a los dos –creo que nunca juntos- actuando en películas. Entonces apuntaba ya una Françoise distinta, algo menos preocupada por no gesticular, pero conservando la mirada penetrante y atractiva que ya la distinguía desde la adolescencia. Hoy luce sesenta y seis años de enorme belleza, pero lo más importante es que prácticamente no ha dejado un solo año de publicar, escribir, cantar y trabajar. Por qué no está Françoise Hardy en posición dominante dentro del imaginario colectivo de la Europa de los sesenta (como sí lo están Juliette Greco, Brigitte Bardot o Johnny Halliday) es algo que se me escapa, y se me antoja debido a la autoexigencia y fidelidad a sí misma de la propia artista, más amante de la intimidad creativa que del oropel mundano. Éste la debió de dejar agotada durante los años sesenta en que, proponiéndoselo o no,  ejerció a este lado del Atlántico de discreta musa adorada por todos los ídolos juveniles de su generación desde Dylan a los Rolling, un mundo al que desde la atalaya del tiempo transcurrido da toda la sensación de que la joven parisina dio calabazas. Desde hace años sigue trabajando en su casa de Córcega, rodeada de Dutroncs, de gatos y respetada incluso por los independentistas corsos (pruebe usted a levantar una casa en Córcega sin llamarse Françoise Hardy, y verá lo que le dura en pie).  

La fortaleza de su personalidad venía de lejos. Ni siquiera alguien sólidamente establecido en el panorama musical francés de 1962  como el músico y director de orquesta Roger Samyn, a quien la discográfica Vogue encargó ejerciera de mentor artístico de la jovencita, tuvo redaños para desmontar la atmósfera íntima de “Tous Les Garçons…”. Se dice que Françoise Hardy llegó a Vogue con un portfolio de medio centenar de canciones, todas ellas, al igual que “Tous Les Garçons…”, con letra y música creadas por ella, y a las que acompañaba sólo con una guitarra. El arreglo supervisado por Samyn de la que con grandes dudas se eligió como canción principal de su primer disco, apenas sustituía ese parco acompañamiento por un riff de guitarra eléctrica, un contrabajo y una discretísima presencia rítmica de charles, caja y escobillas. Este minimalismo tan existencialista, algo más sofisticado desde 1965, se convirtió para siempre en seña de identidad de Françoise Hardy tanto o más que su francés sincopado y urbano, y ha ayudado en buena medida a que la mayor parte de su producción conserve la vigencia con una fuerza sorprendente y al margen de las modas sonoras.

Los dioses han querido que casi cincuenta años después de aquel bombazo inesperado por la industria, Françoise Hardy siga entre nosotros con todo su prestigio intacto. Siendo casi una niña describió en “Tous Les Garçons Et Les Filles” los sentimientos de una adolescente solitaria de su época con la sinceridad y sencillez sólo reservadas a quien expresa sensaciones en primera persona. Yo era entonces demasiado pequeño para comprenderlo, y mucho menos en francés. Personalmente me queda ahora un largo trabajo de rastreo de su producción reciente, y me interesa especialmente la escrita por ella misma. Me esperan agradables sorpresas si en sus textos posteriores ha sido capaz de reflejar la experiencia del paso del tiempo con la misma belleza con que en 1961 fue capaz de reflejar las vivencias de ese tránsito vital al que con excesivo desapego llamamos adolescencia.   

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14 comentarios

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14 Respuestas a “Un siglo de canciones 87: “Tous Les Garçons Et Les Filles» (por Antonio Perea)

  1. Creo que Françoise tenía y tiene muchos merecidos admiradores. Ciertamente era y es guapa y tiene un aire melancólico chic muy sofisticado.Además su personalísima forma de cantar y sus letras que equilibran sentimiento con pensamiento, lo que no es nada fácil. Desde luego yo también le tengo una inmensa admiración amitié y cariño à mon amie la rose y no, no me apetece buscar comment lui dire adieu.
    Gracias Por el post.

  2. Luis Prosper

    Yo es que soy muchisiiiiiisimo mas joven que Antonio y empecé a enamorarme mas tarde. Pero tuve la suerte de tener una hermana mayor y una prima que compraban singles y esta canción sonaba constantemente en casa. Creo que todavia conservo el single. Ole Antonio.

  3. Antonio Gómez

    Pues yo, lo siento, no era de François, aunque, por supuesto me emocionaba su «Tous…» e incluso podría afirmar que la bailé en algún guateque, pero tengo las prevenciones que dice Piera. O se la puse a los demás para que la bailaran, porque yo era el del tocadiscos. Será que me hice viejo muy pronto, pero me parecía una versión edulcorada y para adolescentes de la rive gauche, lo que, en otro nivel, eran Anne Sylvestre o Juliette Grecó, que me emocionaban mil veces más. Y en lucha generacional e incorreción política, Brigitte Fontaine, dónde va a parar.
    Curiosamente me gusta muchísimo mas la Hardy madura minoritaria que la adolescente triunfadora.

    • A la luz del tiempo transcurrido tu análisis es potente como siempre, Antonio. Incluso generoso, porque no creo que FH a los diecisiete años -ni hasta mucho después- pensara siquiera en la rive gauche. La cuestión es si había vida inteligente fuera de la rive gauche -yo no lo sé- y quién podía acceder en la España de los primeros 60 a esas artistas que mencionas. Confesión pública de culpa: a Brigitte Fontaine la he tenido que buscar con Google, ni siquiera había oído hablar… (gracias por eso una vez más, maestro), y a Juliette Grecó, con todo lo musa del existencialismo que era, la conocí hacia el 69 porque protagonizó una serie de TV -que daba mucho miedo- que se llamaba «Belphegor, el fantasma del Louvre». Me atrevo a afirmar que su presencia musical por aquí, dado la que estaba cayendo en lo político, fue cero o casi. Al menos para mi generación.

  4. RODRI

    ¡Joé, que pesados sois!.
    Está bien; lo confesaré. Yo también era de Françoise.
    Somos del mismo año. Ella de enero y yo de abril. Cuando se empezó a escuchar «Tous les garçons…» por la radio debió ser el 62 y entonces estaba en PREU.
    Sólo un chico en mi colegio estudiaba inglés y nunca tuvo profesor. Todos éramos de francés. Y como la Hardy cantaba despacito la podíamos seguir.
    Y luego la vi. La vi en el NO+DO con su canción de éxito. Mi madre hubiera dicho que necesitaba algún quilito pero a mí me pareció enigmática y fantástica.
    Y daba la casualidad de que en el verano del 61 me compré en la Cuesta de Moyano «Bonjour Tristesse» de la otra Paquita, en una edición argentina.
    Me creía que pasaría los veinte años en el Barrio Latino y no salí de la Glorieta de Bilbao.
    Perea, si hacéis un Club, apuntadme por favor.

  5. Cristina, me encanta el enfoque ese de que los admiradores de FH somos una minoría selecta, te lo compro. Clara, deja una pista acerca de dónde está esa Cueva del Bolero y cuándo son esos recitales, me apunto al próximo sin dudarlo. A las dos muchas gracias por animaros a comentar el post con ese cariño. Uno lucha -contra la corriente del ciclo hormonal- por no convertirse en un cincuentón machista y rijoso; me alegro, pues, de haber sabido no ofender vuestra sensibilidad de mujer con mis fantasías tardo-adolescentes.
    Tocayo Piera, coincido con Gustavo (gracias a los dos por comentar). Los rasgos biográficos que conozco de FH parecen señalarla en aquellos días como una joven retraída y tímida, a la que parece sumió de niña en la melancolía la temprana separación de sus padres (esto me suena un poco Kiko-cristiano, pero en fin…). No han trascendido más amigos y confidentes de juventud que su hermana Michelle, y su propio físico longuilíneo y delgado (faltaban años para la consagración de Twiggy) seguramente le producía más inquietud que satisfacción en un mundo que suspiraba por modelos de belleza tan opuestos al suyo como Marilyn, Lollobrigida o Ann-Margret. Así es que no descartes que la historia de “Tous Les Garçons…” esté escrita en primera persona. Yo estoy casi seguro de que sí.
    Adrián, nunca es tarde para descubrir según a quién. Gracias por la hospitalidad de El Mundano.
    Maese Fétido, siempre me producen un placer especial sus elogios, me alegro de que FH tenga Club de Fans en Putada Ville.

  6. Fet

    Grandísimo post. Grandísima, hermosa, fascinante y enorme Hardy.
    Cuando el Siglo de Canciones llegue a las mil, podría publicarse un hermoso libro con todos estos posts.
    Faltan unos 18 años…

  7. Tardé en descubrir y apreciar a la Hardy. Fue a principios de los 70, en Radio Popular FM, gracias a Juan de Pablos.

  8. Pingback: Bitacoras.com

  9. Clara

    ¡Cómo me alegra leer este artículo de Antonio Perea! También para mí, adolescente, esa canción expresó todo lo que yo sentía, de soledades, de carencias afectivas. Me aprendí la canción y la canté infinitas veces con mi guitarra.
    El otro día ¡bastante décadas después!y en una especie de segunda adolescencia -pero ésto es otro tema- me he permitido el lujo de volver a cantarla con toda la emoción en La Cueva del Bolero, en una sesión dedicada a la canción francesa. Repartí la letra entre el público y corearon el estribillo. Había también muy gente joven que se llevaron la letra: les encantó, no la conocían … Hay creaciones que nunca pierden vigencia y siempre emocionan.

    • ¿También por aquí, hermosa Clara? No sabes cuánto me alegro.

      Era el tiempo en que la cultura francesa nos ayudaba a abrir los ojos al mundo, cuando todavía quedaban resquicios para lo que no era británico o norteamericano, y era de buen tono cantar o escuchar por Polnareff, Hugues Augfray y hasta Aznavour, por no hablar de Piaf, Brel o Brassens…

      Lo más curioso de la letra de esta canción, tocayo Perea, era que una adolescente tan hermosa cantara sus lamentos porque nadie la quisiera y así, tan triste, solita paseaba por las calles de París, la pobre. ¡Amos anda! Ninguno nos lo creíamos del todo, sospecho.

  10. cristina

    Antonio yo también me enamoré de Françoise..y hasta hoy llega el flechazo
    Yo creo que la Hardy está incluso más reconocida que sus coetaneas..pero no por la misma gente.
    Es una cuestión de calidad o cantidad..
    Los que amamos a François ni siquiera nos importa que sea relativamente minoritaria,nos hace ser socios de un club más selecto..
    Para mí ha significado el colmo de todo lo que he amado..
    Ha sido la más bella…la más cool…la más misteriosa..la más charmante..
    ¡Y por si todo fuera poco se casó con..Dutronc¡¡
    Su hijo Thomas ha heredado el talento y la belleza de los dos..
    Yo si pudiera pedir un deseo en esta vida querría haber sido Françoise Hardy..

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