Un siglo de canciones 60: “El Rey”

9 de marzo de 2010

Con dinero y sin dinero hago siempre lo que quiero

y mi palabra es la ley

no tengo trono ni reina, ni nadie que me comprenda

pero sigo siendo el rey.

Una piedra del camino me enseñó que mi destino era rodar y rodar

rodar y rodar, rodar y rodar,

después me dijo un arriero que no hay que llegar primero,

pero hay que saber llegar.

Con dinero y sin dinero hago siempre lo que quiero

y mi palabra es la ley,

no tengo trono ni reina, ni nadie que me comprenda

pero sigo siendo el rey.”

Desde la primera vez que escuché esta canción pensé que estaba imbuida de ese espíritu rockero que me tenía absorbido el seso. Pero el descubrimiento se produjo tarde, muy tarde, porque era reacio a músicas que no fuesen rock o pop. Y más concretamente, las rancheras y el flamenco formaban parte de mis fobias.

De la mano de Gonzalo Garcíapelayo –y también de algunos compañeros de la 99.5– fui madurando y abriéndome a otros mundos sonoros.

A mediados de los 70 los tablaos de Madrid aún estaban vivos y funcionaban muy bien. El elenco artístico era de primer nivel (Paco de Lucía, Camarón, Pansequito, Lebrijano, Paco Cepero, Arturo Pavón, Turronero, etc.) y los cuadros flamencos eran un semillero de mujeres que acabarían triunfando (Arena Caliente, María Jiménez, La Venta, Remedios Amaya).

José Alfredo Jiménez, autor de “El Rey” entre otros muchos clásicos, está considerado el mejor compositor de rancheras de la historia. También compuso corridos y huapangos. Y jugó al fútbol en la primera división mexicana. Pero pudo su pasión por la música. A pesar de no saber tocar ningún instrumento. Se cuenta que silbaba sus melodías y Rubén Fuentes, el director musical y arreglista del Mariachi Vargas de Tecalitlán, las traspasaba al papel pautado.

Compuso más de mil canciones: innumerables éxitos, cantados por los más grandes intérpretes hispanos. Su repertorio forma parte de las bandas sonoras de la época de oro del cine mexicano. Eran películas  protagonizadas por los cantantes e ídolos locales.

Su muerte –cirrosis hepática- en 1973 a los 47 años de edad resucitó sus éxitos en nuestro país, especialmente en los tablaos. En locales como Torres Bermejas, Las Brujas o Canasteros aprendí que todo se podía rumbear. Adaptar por bulerías o tangos también era posible, pero no en todos los casos.

Fue en esas noches, mientras Gonzalo preparaba el debút de María Jiménez (con temas de Silvio Rodríguez y José Alfredo Jiménez entre otros), cuando descubrí el desgarro de las rancheras. Y la enorme profundidad de José Alfredo Jiménez. Obviamente la canción que más me impactó fue “El Rey”. Era otra iniciación a músicas populares de otras latitudes, pasadas por el túrmix de la rumba flamenca.

El Rey”, cuya temática es casi punky, había sido un pelotazo en España en la versión de Vicente Fernández.

 

Sé que a Don Ricardo, del blog “A Sueldo de Moscú” le agrada especialmente la interpretación de Pedro Vargas (el youtube está enlazado en su nombre). Pero es de justicia cerrar con el gran José Alfredo Jiménez, su autor, un grande entre los grandes.

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8 comentarios

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8 Respuestas a “Un siglo de canciones 60: “El Rey”

  1. Moebius

    Pues qué decir, debe ser uno de los temas más potentes y macanudos de la historia de la música en castellano.

    Gran clásico

  2. Antonio Perea

    Qué bueno oir la versión original de J.A Jiménez, no la conocía. La voz de Vicente Fernández es un cañón.
    Los Santamaría vivían en Leganitos y montaban las ruedas de prensa en el Edificio España: poco dinero ganaban con ellos los taxistas.

    • RODRI

      Por eso a Massiel se la llamaba «la tanqueta de Leganitos»
      Las mañanas de Los Continentales estabán en la calle Leganitos. Primera estación: la tienda musical (de instrumentos) MAXI, de Máximo Baratas, el compositor (entre otras) de aquel «Vamos a la cama que hay que descansar»
      y, luego, a casa de D. Emilio.
      ¿Sabéis que Emilio Santamaría era sastre y se pasó al negoció de la representación por chiripa?.

  3. Don Ricardo es usted un aguila: las pilla al vuelo…

    Rodri hay varios problemas, entre ellos uno insalvable: no puedes porque the system no te lo permite. Yo sí, pero tampoco garantizo nada:
    lp dedicado de vicente fernández a elena

  4. Si esto es una discreta indirecta para que haga los deberes, sepa que escribir sobre música me da un poco de vergüenza, pero que veré como lo hago.

  5. RODRI

    José Alfredo Jimenez fue aquel «mesero» que un día descubrió que el estilo ranchero, con sus canciones bravías, también podía tener su corazoncito y sufrir. «El Rey» pertenece al «charro», macho y masculino como él que más. De «mesero» le quedó la bohemia y beber a pìco las botellas de tequilla y apurar en las pulquerías las de mezcal hasta ese gusanote gordo que meramente estaba dentro.

    Para mí, «El Rey», que se puede cantar con distintas intenciones, tenía la fuerza de la voz de Vicente Fernández.
    Y va de batallita.
    Sería el año 75, ya José Alfredo bailaba jarabes zapateados en el cielo de los campos de «agave» (el magüey tequilero), cuando estabamos en el Edificio España un montón de gente de la radio esperando a Vicente. Yo hablaba con Emilio Santamaría, representante de artistas (de él que se debería escribir algo un día) cuando por el pasillo suena un vozarrón cantando sin mariachi. Cantaba «Volver, volver» de Fernando Maldonado y sonaban los vasos y las copas.
    Aplausos al teminar por el alarde del Charro de Huentitán (era de ese pueblo de Jalisco) y éste ni corto ni perezoso, ya que estaba al lado de Massiel, la agarró por la cintura y la dió un beso largo y apretado en la bocota. En honor a la verdad, la tanqueta de Leganitos, aguantó el acoso y pase a la insistencia del cantante que quería darlo con lengua, se resistió ferozmente y no separó los labios.
    Aquello parecía muy simpático pero, si hubiera ocurrido en México, alguno que llevara pistola al cinto, le habría enviado al patio de los callados.
    Aquí también lo podíamos haber hecho. ¡Bien por Massiel!
    Mi mujer, Elena, le pidió que le dedicara un disco y yo agarré una botella de Gordon’s (por la forma no es la más apropiada) por si tenía que darle en la cabeza.
    Afortunadamente no paso nada.
    ¡Ah! De pequeño me compraba en los quioscos los «Cancioneros» de Negrete, Pedro Infante, Antonio Aguilar, etc. Al fin y al cabo, con México no teníamos relaciones diplomáticas en los cincuenta, pero estaba lleno de españoles desde el 39 y, aquí, cantábamos todas sus canciones.

    He intentado mandar la contraportada pero no sé hacerlo. Puedo cantar: ¡Que te vaya bonito! o «Cuatro caminos» o «Ella» o «Agua del pozo» pero no sé hacer la «tontería esta.

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