7 de diciembre de 2008
Mi enfermedad viento en popa.
Quiero decir que progresa,
sigue adelante y empieza
a meterse hasta en la sopa.
Amigos, ya ni la ropa
puedo ponerme tranquilo
porque me tienen en vilo
los jadeos y las toses.
Me falta de aire. ¡Ay dioses!
¡como en un drama de Esquilo!
Les expongo el panorama
de mi vida diaria ahora:
me cuesta casi una hora
levantarme de la cama
y aunque no uso pijama
y en pelotas voy al baño
parece que tardo un año
en hacer tal menester.
La ducha, en vez de placer,
me da sofocos extraños.
Secándome, fácilmente
tardo más de media hora.
Mi pobre estampa canora
se arruga plácidamente
mientras tanto, mi inconsciente
se revela consternado
porque yo ya me he sentado
a buscar como un drogata
el oxígeno que mata
el soponcio que me ha dado.
Después, todas las mañanas,
desayuno apoltronado
al oxígeno enchufado
y miro por la ventana
con qué saña, con qué ganas,
las oscuras golondrinas
se cagan por las esquinas,
en los coches, en las casas,
en todo bicho que pasa,
esté quieto o si camina.
Toda la mañana leo
o me meto en interné
pero ya estoy tan fané
y descagayao, que veo
las letras dobles. Y creo
que es por la hernia de hiato
que no como y aunque trato
con dignidad mantenerme
sé que da penita verme
escupiendo todo el rato.
Doce quilos de vellón,
amigos, adelgacé.
Es bastante, bien lo sé,
y les dará un alegrón
saber que en esta ocasión
pienso mantener al fin
la estampa de bailarín
de ballet, que me ha quedado
pues de frente y de costado
estoy hecho un figurín.
Está bien: sé que callé
que me cuelgan los pellejos.
Pero siguiendo consejos
haré gimnasia y veré
si es verdad que llegaré
a tener grácil figura
para tallar a la altura
de Nureiev o Del Bocca
y quede como una roca
toda mi musculatura.
Mientras tanto aquí estoy
manteniendo como puedo
el torear en este ruedo
que me acorrala y voy
como iba aquel cowboy
a enfrentarse con la muerte:
confiando más en la suerte
que en sus armas y su sino
pues ni “jartito de vino”
yo me creo un hombre fuerte.
Sólo unas gotas de humor
yo le agrego a esta ensalada
pero es dura, camaradas,
esta realidad. Horror
causa. Y estupor
ver las patas de la sota.
Más mi moral no está rota,
la esperanza se mantiene
y con ella se sostiene
este cantautor marmota.
Meta darle a la sesera
paso el día, solitario.
Espero que este calvario
termine. Cual regadera
acabará don Cabrera
de autoanalizarse tanto
porque sin llegar al llanto
joden mucho, hablando en plata,
las metedura de pata
aunque uno sea un santo.
Lo que me ha tirado el suelo
es que no puedo cantar
ya no puedo respirar
si canto. Con desconsuelo
ha comprobado este abuelo
que se acabó el milonguear.
Tranquilos hay que esperar
a encontrar ese pulmón
que será mi salvación
después de tanto penar.
No obstante, buenas noticias
nos ha dado la doctora:
ya va llegando la hora,
¡se viene el trasplante! ¡Albricias!
Confiamos en la pericia
del cazador de pulmones,
que los encuentre molones
y en pleno funcionamiento.
Le haremos un monumento
y dedicaré canciones.
En fin, es chungo el presente,
pero el futuro es de luz.
Me sacudiré esta cruz
tan pesada y repelente;
con pulmón nuevo, de frente,
lucharé contra quien quiera
con mi estampa milonguera
remendada pero altiva
y mi canción rediviva.
Lo jura Quintín Cabrera
Partes Anteriores: